Todavía duda Rodrigo Valdés de si votará o no por Gabriel Boric en segunda vuelta. Si bien asegura que jamás podría hacerlo por Kast y que técnicos muy cercanos a él, como Andrea Repetto y Eduardo Engel, se decidieron a colaborar con el candidato de Apruebo Dignidad, dos elementos lo frenan aún. Por un lado, tiene serios reparos con el programa económico de Boric, al que califica de “sobrecargado”, pero además, reconoce que “es una sensación rara, después de años de una denostación brutal al sector que logró construir el Chile que tenemos y del cual yo estoy orgulloso”.

Pese a que comparte la noción de que el nuevo equilibrio en el Senado abre una posibilidad de resucitar la política de los acuerdo, dice no ver “ni en Kast ni en Boric una capacidad de construir, de manera durable, reformas y cambios”, y advierte como principal riesgo hacia adelante, “la interacción del próximo gobierno con la Convención Constituyente y que haya una aprobación o rechazo del plebiscito de salida por un muy bajo margen y el país siga fracturado”.

¿Cuál es su lectura de los resultados de las elecciones del domingo?

-Hubo dos sorpresas importantes. La primera fue que las encuestas funcionaron muy bien esta vez para el resultado presidencial. La segunda fue la composición del Senado, que es un cambio sustancial para el corto plazo y con implicancias importantes para el mediano plazo.

¿Por qué cree que pasaron a segunda vuelta José Antonio Kast y Gabriel Boric, versus los candidatos del centro?

-No tengo “la” explicación de por qué la polarización es tan fuerte. Pero está pasando en muchos lugares y, en general, no conduce a nada muy bueno, por lo que es un escenario que me preocupa. Al final del día no veo ni en Kast ni en Boric una capacidad de maniobra, de retroceso, de negociación, y de convocatoria que permita construir, de manera durable, reformas y cambios.

Es muy claro que la gente quiere cambios, está en el voto desde la izquierda a buena parte del mundo de Sichel y de Parisi. Pero al mismo tiempo quiere orden, quiere paz. Que se pueda transitar de un lugar a otro y que no haya una barricada o lo asalten. Y como nadie da una respuesta coherente a todo eso, hace que las personas voten de manera mucho más volátil.

Pero se pasó de una elección de constituyentes donde la derecha fue arrasada, a esta presidencial, parlamentaria y de cores, donde salió mucho mejor parada.

-La suma Sichel-Kast no es tan sorpresiva, quizás un poco más alta, y no sabemos lo que significa lo de Parisi. Pero definitivamente lo que sucedió en el Senado es una sorpresa grande, que cambia completamente el espectro de lo posible. Me recuerda eso de estirar el elástico.

¿Y lo cambia para bien o para mal?

-Hay cosas que las cambia para bien y otras que son más complejas. Sin duda, ahora las fuerzas políticas van a tener que negociar. Le pone un claro límite a las cosas más extremas de cualquier candidato que gane. Pero, al mismo tiempo, va a testear la capacidad de negociación y de adaptación de los grupos que estarán a cargo de lo que viene y a los que por ahora no se les ve mucha cintura. Más bien parecen tener cintura de palitroque, por lo rígidos. Para muchos en la izquierda es casi una traición pactar. Y Kast tampoco es de una flexibilidad que uno diga, ‘es su característica’. Entonces, hay barreras de corto plazo para los extremos, pero al mismo tiempo eso puede llevar a un problema en la interacción posterior de la Convención Constituyente y del Ejecutivo.

Pero hay quienes ven, con optimismo, que esto resucita la política de los acuerdos…

-Digamos que existe la posibilidad de que se resucite. El problema es que los protagonistas requieren capacidades que, hasta ahora, no han mostrado. ¿Quiénes son los Boeninger y Foxley de hoy? Además, los partidos no tienen fuerza y hay una enorme fragmentación del Congreso, donde abunda el populismo y caudillismo. Es cosa de ver el poder que tienen los pro retiro de pensiones. En este cuadro, el camino de menos resistencia va a ser gastar y, por lo tanto, creo que las cuentas fiscales serán uno de los grandes perdedores de este resultado. En vez de hacer modificaciones relevantes, de diseño de políticas públicas, con financiamiento, me temo que será más fácil entregar beneficios de todo tipo, para lo cual sí habrá mayorías.

¿Su temor, entonces, es que, en la medida que gobierno y oposición no sean capaces de pactar, ninguna de las cosas virtuosas avance y sólo lo hagan las de corte populista?

-En el fondo, hemos chuteado la pelota al córner de nuevo. Veo difícil que se construya un pacto de pensiones o tributario con la estructura que quedó el Congreso. En cambio, si tenemos una recesión en el segundo semestre de 2022, la posibilidad de un nuevo IFE y de nuevos retiros crece muy fuerte. Entonces, volveremos a soluciones de muy corto plazo basadas en repartir plata, en vez de soluciones para los problemas profundos, que requieren paciencia y negociación, de técnica y de política. Bajó el riesgo de cambios radicales que tenía al mercado muy preocupado. Pero de ahí a saltar a un escenario constructivo, estamos muy lejos.

¿Estos resultados contradicen que la demanda mayoritaria de la gente en Chile sea el fin del modelo, como lo interpretó un sector tras el 18-O?

-Claro que lo pone en duda. El problema es que nos compramos tesis con demasiada facilidad y cuesta mucho que los que se las compran cambien de opinión. Esta elección no le ha movido la aguja a buena parte de ese mundo. Bukowski decía que ‘el problema con el mundo es que la gente inteligente está llena de dudas, mientras que la gente estúpida está llena de certezas’. Nos falta dudar más.

¿Eso quiere decir que no fueron ni $ 30 ni 30 años?

-Todavía no tenemos claridad, porque entre los retiros y los IFE le pusimos un sedante a la discusión. Separamos la economía de la política gracias a este experimento prácticamente único, que llevó a la economía desde una recesión a un sobrecalentamiento intenso en solo un año. Y esto lo hizo la oposición, no es una criatura que haya salido de La Moneda. Una idea que le sirvió a varios que ahora saltaron de la Cámara al Senado y a varios reelectos por importantes mayorías, y que también le dio fuelle a la derecha.

Apoyos y programas

Hemos visto esta semana a buena parte de la ex Concertación adhiriendo a Boric y a algunos sumándose a su campaña. ¿Usted seguirá el mismo camino?

-Yo no podría votar nunca por Kast porque, culturalmente, simplemente tengo un abismo con su visión del mundo. Me considero de centroizquierda y liberal. Y si bien aún no puedo decir que votaré por Boric a cualquier evento, también me incomoda la postura de lavarme las manos. Pero en todo caso, es una sensación rara, después de años de una denostación brutal al sector que logró construir el Chile que tenemos y del cual yo estoy orgulloso. Después de un maltrato de aquellos. Es cosa de acordarse lo que decía Camila Vallejo del Presidente Lagos. Pero es el tiempo de ellos, veamos cómo van a actuar.

¿Pero no es paradójico, por decir lo menos, que la centroizquierda se abrace ahora con Boric y el FA, cuando, como usted dice, la denostaron enormemente? ¿Es creíble algo así?

-Creo que se juntan varias cosas. Por cierto, un miedo profundo a lo que representa Kast. También, creo, hay varios a los que les gustaba Boric desde el principio, aunque el cariño no era muy correspondido. Y muchos, espero, darán su voto sin condiciones, pero también sin compromisos.

¿Usted está dispuesto a colaborar, de alguna manera, con esa candidatura?

-No me gustaría validar varias cosas que proponen y tampoco creo que el comando de Boric tenga interés de invitarme. Es el momento de ellos. Hay que reconocer cuando otros tienen las mayorías y respetarles su derecho a construir su gobierno, si es que ganan. Es bien importante que los responsables sean los que ganan, no los que pierden. Ellos son los responsables de construir mayorías, de moverse al centro, de convocar, etc.

¿Y qué le parece el ingreso de Andrea Repetto, Roberto Zahler, Eduardo Engel y Ricardo Ffrench-Davis al consejo asesor de ese programa económico? ¿Cuáles debieran ser los cambios?

-Me pone en aprietos, porque algunos de ellos son de mis mejores amigos. Espero que puedan hacer un gran aporte. Ahora bien, lo que de verdad pesa son las definiciones de fondo. Por ejemplo, ¿se van a revisar los TLC o no? ¿Van a ajustar los gastos a algo creíble y sostenible? ¿Cómo será la reforma de pensiones?

El programa de Boric está sobrecargado, tiene muchas ideas que, individualmente, pueden ser interesantes, pero que en conjunto e interactuando entre ellas son un nocaut para la economía, porque terminan haciendo muy difícil que un proyecto sea rentable. Hay algo en economía que se llama equilibrio general, que son los efectos de una cosa sobre el resto, y eso el programa de Boric no lo considera. Un ejemplo: ¿qué va a pasar con Andha Chile (deudores habitacionales) el día después que se condone el CAE? Ese es un efecto colateral gigantesco y que parece no importar. Con todo, dado el nuevo Senado, no importa tanto cuánto corrijan el programa, porque el Ejecutivo no podrá hacer mucho en el ámbito económico de manera unilateral. Requieren de una mayoría que hoy no tienen. La diferencia que puede hacer el consejo es proponer medidas que convoquen.

¿Con el nuevo Senado se hace inviable su reforma tributaria de 8 puntos del PIB y qué debieran priorizar entonces?

-Con este Congreso es inviable esa reforma, además de que técnicamente ya era confusa. Por eso, debieran enfocarse en dos o tres cosas y nada más. Una reforma tributaria sí, pero de menor magnitud y pactada, como la de Foxley en 1990. Si no, no va a haber reforma tributaria. También pensiones, otro tema urgente, en que hay que pactar. Una vez establecidas las prioridades, trataría de darles densidad técnica a distintas alternativas y darle una oportunidad al diálogo político y social. Y pensando en ordenar el debate, debieran encontrar un ancla fuerte a qué amarrarse. Lula, en su primer gobierno, lo hizo. Un ancla fiscal, por ejemplo: un resultado primario estructural compatible con estabilizar la deuda en cierto nivel.

Y en caso que sea Kast quien gane, ¿cómo ve el escenario?

-Del lado de Kast me preocupan más los temas no económicos. Dicho eso, su programa económico actual es tan extremo, que si se implementara sería un descalabro fiscal. En mis cálculos bajaban la carga tributaria en un 7,5% del PIB. Un Trump con esteroides. Veremos cómo lo enmienda el equipo entrante, pero probablemente mantendrá esa fijación de profundizar una sociedad individualista, sin mecanismos para compartir los riesgos que depara la vida.

En ese contexto, ¿cómo proyecta la economía en 2022?

-La economía se va a ir desacelerando y si no hay nuevos retiros, vamos a tener una recesión en la segunda mitad de 2022. Con ello, Chile va a crecer apenas entre 0% y 0,5% el próximo año. Pero contra lo que se podría pensar, eso es lo que se necesita para luego volver a crecer de manera sana. Es un escenario de normalización. No podemos pretender hacer crecer la economía a través del consumo. Por lo tanto, si bien se podría tratar de evitar ese ajuste, sería un error, porque solo serviría para postergarlo y tener una recesión más intensa en 2023. Recordemos el importante ajuste que hizo Aylwin en 1990.

¿Y de ahí en más cómo seguiremos, cuál es el mayor riesgo?

-El principal riesgo que veo es la interacción del próximo gobierno con la Convención Constituyente y que haya una aprobación o rechazo del plebiscito de salida por un muy bajo margen y el país siga fracturado. Si Boric es presidente está el riesgo de que sea incapaz de negociar, se frustre su coalición que tiene fuerte arraigo en la Convención y traten de incorporar su programa a la Constitución. Si Kast es presidente está la probabilidad, relativamente alta, que termine de guaripola del rechazo en el referéndum de salida. Son escenarios tipo ruleta rusa.

Así entonces, ¿está optimista o pesimista sobre el futuro de Chile?

-Quiero ser optimista, pero puchas que está difícil serlo.

Eso suena más a deseo que a realidad…

-Veámoslo así: hemos llegado bien lejos, cómo la vamos a embarrar tanto ahora. Espero que prime la sensatez. Ojalá la Convención acuerde cambios en el sistema político de manera que se puedan conformar mayorías fuertes. El próximo gobierno tiene la oportunidad de avanzar pactando, pero los políticos a cargo están mucho menos acostumbrados a eso que los viejos políticos. El amarillismo se critica mucho, pero lo que vamos a necesitar son muchos actos amarillos.

Corriente del decrecimiento en la Convención Constituyente: “Es una visión completamente extrema y tomada desde cierta élite”

Qué opina de la corriente del decrecimiento económico, que tiene algunos adeptos en la Convención Constituyente?

-La veo como una genuina preocupación por problemas medioambientales a los que debemos ponerle mucha más atención. Personalmente me siento en deuda con este tema. Sin embargo, es una visión completamente extrema y tomada desde cierta élite que se auto otorga una representatividad que no tiene. Vaya usted a hablarles de decrecimiento económico a las personas que sobreviven en un campamento. Estoy seguro que se pueden construir caminos mucho mejores, que compatibilicen crecimiento con el apropiado resguardo de la sostenibilidad.

Pero se supone que la Convención, donde ha surgido este tema, no representa a la élite, sino al Chile transversal…

-En varios casos representa a distintas élites o, si se quiere, a grupos de interés. Es una complicación cuando cada persona tiene una agenda específica e intensa, casi monocolor. Y esto pasa con parte del mundo medioambiental, que tuvo una votación alta, pero que tiene que compatibilizar sus posturas con otros temas que para la gente son, sin duda, prioritarios.

¿El maximalismo que observa en el programa de Boric, también está presente en la Convención?

-Absolutamente, lo veo en muchos convencionales y en especial en los de algunas de las comisiones. Con el agravante que es la Constitución, no un programa de gobierno. Ahora bien, después del domingo los plebiscitos dirimentes desaparecieron del mapa y vamos a ver en qué temas hay 2/3 de aprobación. Creo que terminaremos en que las agendas más intensas no tendrán votos.