Rosario Navarro no para. Nos recibió a las 8 am del viernes, porque tenía el resto del día plagado de reuniones. Luego, el sábado, asistió a la cuenta pública del Presidente Boric en Valparaíso, y el próximo domingo se embarcará en una nueva gira presidencial a Europa. Esa ha sido la tónica desde que, hace un año, asumió como la primera mujer a cargo de la presidencia de la Sociedad de Fomento Fabril (Sofofa), el principal gremio industrial del país. Su balance es positivo y con una sonrisa, pero con firmeza, asegura que “aquí en la Sofofa quien ejerce el rol es el presidente. Y yo estoy aquí todos los días, 24/7″, en alusión al rol de los dos vicepresidentes que la acompañan, Óscar Hasbún y Gonzalo Said.
Su principal preocupación hoy, indica, es cómo el país puede volver a crecer con mayor fuerza, para lo cual son claves las señales que reciba el empresariado para retomar la inversión.
Está cumpliendo un año como presidenta de la Sofofa. ¿Cuáles son los logros, pero también los déficits de su gestión?
-Primero que nada, se me ha pasado como un suspiro. Un año intenso, de mucho aprendizaje, pero también de mucha colaboración. Diría que un logro fundamental de esta mesa ha sido ayudar a que el tema del crecimiento esté de vuelta en el lenguaje cotidiano, en el gobierno y en los titulares de los medios. Plantear que Chile no se puede conformar con crecer al 2%, pero que para ello requiere ciertos habilitantes como la seguridad pública, la certeza jurídica, reglas del juego claras y competitividad tributaria.
El segundo logro tiene que ver con un rol de Sofofa más abierto, un gremio mucho más integrado, con mayor participación de los consejeros, y también haberle dado cierta robustez a su administración.
Y en los espacios de oportunidad, diría que lo más desafiante es cómo la agilidad que tenemos los empresarios, que siempre estamos apuntando al futuro, tiene que coexistir y convivir con una contingencia que a veces te come en lo cotidiano.
¿Y cuánto han podido incidir en la discusión de políticas públicas y en su diálogo con las autoridades?
-Para el empresariado, las grandes preocupaciones están en el tema del crecimiento y de la inversión, de los permisos sectoriales y ambientales, de la seguridad, y en todos esos ámbitos hemos podido incidir con fuerza. La Sofofa no es un colegislador, pero estamos sentados en las mesas técnicas, somos referente, porque finalmente tenemos la casuística. Ese conocimiento experto ha sido de mucho valor en la discusión técnica de las reformas que están en curso.
¿Cómo ha funcionado el esquema de triunvirato, con una presidenta y dos vicepresidentes con un rol fuerte, a la cabeza del gremio?
-Este no es un invento de esta mesa, sólo que la campaña la iniciamos ya con declarar quiénes iban a ser los vicepresidentes. Y ha tenido muy buen resultado, pero también ha habido un trabajo más allá de esta triada. Un trabajo muy mancomunado con el comité ejecutivo, que pasa a ser una especie de gabinete, y con un consejo muy activo que hoy participa de las más de 70 mesas de discusión que tenemos.
Pero en privado algunos consejeros cuestionan su liderazgo y dicen ver en Óscar Hasbún, más que un vicepresidente, una especie de presidente en las sombras…
-Aquí en la Sofofa quien ejerce el rol es el presidente. Y yo estoy aquí todos los días, 24/7. La mesa también actúa, muchas veces, pero fundamentalmente viene los lunes. Este es un gremio bien presidencialista, requiere tener a un presidente tomando decisiones todos los días, y eso no ha sido la excepción en este caso. O sea, tenemos un organismo colegiado que escucha, pero finalmente tiene que haber alguien que esté cortando el queque. Sino, sería imposible conducir este desafío. Tenemos por primera vez una mujer presidenta y he tenido mucho apoyo de los consejeros en general.
¿Cómo está la relación con las auditoras tras excluirlas del consejo general por el cambio de estatutos? ¿Quedó dañada?
-No, la verdad. Las auditoras aportan mucho valor a la discusión en mesas técnicas y siguen participando de forma muy presente ahí. Estamos con una buena relación con las auditoras en general. El consejo se manifestó en su mayoría y tenemos ad portas ya una asamblea para el cambio y aprobación de estatutos.
¿Cuándo será eso?
-En agosto. Es una asamblea extraordinaria que tendrá lugar después de una asamblea ordinaria a fines de junio.
Le queda un año de presidencia, pero puede ir por un segundo periodo. ¿Está en su ánimo o se cierra a esa posibilidad?
-No. Pero soy bien de vivir el momento, así que la oportunidad de pensarlo será cuando concluya este periodo.
¿Qué les pareció la oportunidad del gobierno para reflotar el proyecto de negociación colectiva ramal, bajo la figura de un acuerdo con la CUT?
-Hoy estamos debatiendo muchas reformas laborales, contingentes obviamente, pero que nos remiten a una manera de entender el trabajo del siglo XX. Y hay poca reflexión sobre cómo vamos a comprender y hacernos cargo de los desafíos del trabajo del futuro. Me preocupa que estemos mirando hacia el pasado y que no estemos siendo conscientes de la poca flexibilidad que le estamos dando a las empresas, pero también a los trabajadores. Las mujeres estamos rezagadas del mercado laboral, los jóvenes, los adultos mayores de 55 años. Y uno de los factores transversales detrás de ello es la falta de flexibilidad. También me preocupa que nadie esté hablando de la alta tasa de informalidad laboral. Y a eso agreguemos los efectos disruptivos que van a tener en el mercado laboral la robotización, la IA.
La negociación ramal existe en varios países del mundo. ¿Por qué la miran con tanta distancia desde el empresariado?
-No hay un detalle del proyecto, porque esto recién es un anuncio. Supuestamente nos van a convidar a colaborar en mesas tripartitas y esperamos que esa discusión ponga en el centro lo realmente preocupante, que es la baja participación laboral, y que este tipo de discusiones solo rigidiza el mercado laboral. Esa es la preocupación. Nos gustaría que se estuvieran discutiendo cosas de futuro y con una mirada propositiva sobre el empleo.
¿Y la negociación ramal no es una conversación de futuro?
-Yo creo que es una mirada de hace 100 años. Hoy el diálogo entre los sindicatos y los empresarios ocurre dentro de las empresas. Y ojalá que la discusión tenga ese foco de futuro en las negociaciones que vengan por delante.
La filósofa Lucy Oporto sostuvo hace unas semanas que ella no le creía nada a los cambios de posición y de opinión del Presidente Boric. Yo le pregunté lo mismo a usted en octubre del año pasado y dijo que sí le creía. A siete meses de eso, ¿le sigue creyendo al Presidente Boric?
-A mí no me toca juzgar si creo o no, me toca trabajar con el gobierno de turno y vamos a poner todo lo que esté disponible para que se manifiesten las preocupaciones de los empresarios y las logremos resolver en un periodo de tiempo prudente. Aquí, más que nada, hay un tema de actitud y de diálogo. Yo creo que las frases descalificativas no contribuyen a nada y esperaría que en un futuro todas las buenas intenciones que ha manifestado el gobierno se bajen a la cancha y las podamos ver en proyectos de ley reales.
En ese sentido, ¿cómo analiza los roces que ha tenido el Mandatario con el sector empresarial en los últimos dos meses, donde se ha referido a personas y sectores con nombre y apellido?
-El lenguaje descalificativo no aporta a construir una sociedad que confía. Hoy quienes estamos en cargos de liderazgo tenemos una misión de decir las cosas con convicción, manifestar en qué estamos de acuerdo y en qué no, pero hacerlo de una forma educada, cordial, es una señal de fortaleza.
¿Y el sector empresarial, o una parte de él, no ha sido “aportillador” del gobierno, como se queja el Presidente?
-El haber llegado a un acuerdo en el tema de 40 horas, en el sueldo mínimo de $500 mil, el haber resuelto el royalty minero, el estar abiertos a una discusión de un 6% adicional para las pensiones, son aportes concretos y reales que el empresariado ha puesto sobre la mesa. Y eso equivale a casi cuatro puntos del PIB. Por ende, yo diría que hay un empresariado que está disponible, que está dispuesto a construir juntos. Entonces, saldría de los dimes y diretes y pasemos a la evidencia que está sobre la mesa.
Ya con más de la mitad de su período cumplido, ¿este gobierno ha sido más o menos de lo que usted esperaba?
-Parada en febrero del 2022, yo creo que muchos de los que estamos en el mundo empresarial veíamos un pronóstico más oscuro del que vemos hoy. Si bien el tema de la inseguridad pública no estaba tan de manifiesto, teníamos un mayor pesimismo porque en el programa de gobierno no aparecía el tema del crecimiento.
Si eso es así, y además se cerró el capítulo constitucional, ¿por qué la inversión privada sigue paralizada y no despega?
-A la hora de invertir, cualquier empresario toma en consideración dos principales factores: el riesgo y el retorno de su inversión. En un país donde el riesgo es alto, porque tenemos un sistema político bastante fragmentado, a veces reglas del juego poco estables y una inseguridad pública que cada vez aumenta más..., es un factor que uno toma en consideración. Pero además, cuando el retorno de tu inversión tampoco es una variable atractiva, al tener tasas impositivas tan altas, obviamente esas dos cosas te condicionan el querer invertir. ¿Qué podría resolver esas trabas? Hay que resolver el tema tributario y volver a ser competitivos con un menor impuesto a las empresas, ojalá con las mismas reglas que les ponemos a los inversionistas extranjeros. Hay que agilizar los procesos de permisos. Y hay que despejar la variable de la inseguridad. En la Alianza del Pacífico este año nos toca la presidencia pro tempore y hemos hecho una alianza con el BID para medir el impacto económico que tiene el crimen organizado en los países miembros.
Entonces, ¿la inseguridad pública y el crimen organizado ya están lastrando hoy la inversión en Chile?
-Sí. Hoy ya está sucediendo. Sin seguridad no va a haber inversión y un país que no invierte es un país que está hipotecando el futuro. En ese sentido, nos preocupa como sector empresarial que estamos viendo una cultura de doble estándar. ¿A qué me refiero? Hay una fiscalización constante a las empresas que hacen la pega. Y, por otro lado, tenemos una manga ancha para el comercio informal y callejero. Nadie fiscaliza, ni el SII ni la Dirección del Trabajo, a todo el mercado negro que pasa por delante de nuestros ojos todos los días. Y si uno hace un doble click, hoy la informalidad esconde crimen organizado. Entonces, al no fiscalizar, le estamos dando manga ancha al crimen organizado para operar en este país.
Usted ha insistido en la necesidad de reducir el tributo a las empresas, pero el proyecto de impuesto a la renta donde eso se incorporaría sigue aplazado…
-Lo primero, la Sofofa no es un colegislador, pero creo que tenemos una ventana de oportunidad antes de las próximas elecciones. El ministro Marcel ha acogido de buena fe el tema de la rebaja, que nosotros con la CPC hemos propuesto que sea del 27% al 23%. No hacerlo es hipotecar la inversión y el crecimiento en Chile. Es una de las variables más relevantes si queremos volver a crecer al 4%.
Cuenta pública: “Las señales para reactivar la inversión no son suficientes”
El Presidente Boric en su cuenta pública hizo un balance positivo de la situación del país y habló de una economía normalizada. ¿Lo comparte?
-Valoramos que se haya puesto énfasis en materia de seguridad y crecimiento. Sin duda, es una buena noticia constatar que el país crecerá algo más este año, pero tal como el Presidente dijo, no podemos acostumbrarnos a crecer sólo al 2%. Tenemos un rezago todavía muy grande en materia de empleo, ya que necesitamos 230 mil nuevos puestos de trabajo para recuperar la tasa de ocupación prepandemia y en materia de inversión estamos retrocediendo. Por eso que hablar de una economía normalizada me parece algo prematuro.
También realizó un llamado, sobre todo al mundo privado local, a ser más optimistas respecto del futuro del país. ¿Hubo algo en el discurso que, a su juicio, aliente ese mayor optimismo?
-Valoramos los anuncios en materia de impulso a la economía digital, menor burocracia en permisología y mejoras en los sistemas de notarías y registros.
Ahora bien, necesitamos medidas concretas que permitan al menos duplicar nuestro crecimiento económico. Como ya lo habíamos señalado, nos preocupan anuncios como la negociación ramal. Por otra parte, creemos que las señales para reactivar la inversión no son suficientes. Al menos, igualar las condiciones que tienen los inversionistas extranjeros en materia impositiva sería algo concreto que aceleraría la inversión. Los empresarios chilenos queremos invertir en Chile y generar valor, y para ello necesitamos avanzar en mayor flexibilidad, y no en normativas que rigidizan el mercado laboral; en seguridad para poder operar y hacer empresa; y en certeza jurídica.
El Mandatario insistió en que se rebela ante la noción de que el crecimiento promedio de las próximas décadas en Chile sea del 2%y habló de que estábamos en una etapa de aceleración de la economía. ¿Lo ven posible?
-Hemos visto brotes incipientes en lo que va del año, lo que siempre es buena noticia y lo valoramos. Pero para que esto se sostenga en el tiempo y dé frutos, debemos ser capaces de contar con medidas que incentiven de manera concreta la inversión privada. Hemos perdido demasiado tiempo buscando aumentar la carga de los que ya pagan altos niveles de impuestos y pasamos completamente por alto la enorme evasión que tenemos debido a la creciente informalidad. Hoy en Chile la evasión del IVA alcanza al 18,4%, casi el triple de lo que tienen los países de la Unión Europea. Chile necesita más inversión y más crecimiento. No es el momento de subir impuestos.
¿Echó de menos algo en las palabras y anuncios del Presidente?
La informalidad laboral ha ido en aumento, en especial la de mujeres. Eso es un punto que echamos de menos. Faltó una mirada de futuro que incorpore los cambios estructurales que están viviendo las empresas hoy con la irrupción de la inteligencia artificial y la robótica, elementos que afectarán profundamente al empleo. Seguimos anclados con una mirada del pasado, más que construir un marco regulatorio que sirva para el siglo XXI.