Alcohol, papas fritas y pasteles: Estudio detecta cómo mujeres y hombres chilenos enfrentaron la angustia en pandemia

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Investigación examinó el efecto del impacto percibido de la crisis por Covid-19 en la ingesta de alimentos reconfortantes y alcohol. En ambos sexos detectaron que la mayor edad se vinculó a un alza en el consumo de alcohol. En tanto, los alimentos no saludables aumentaban a menor edad.


La pandemia y la amenaza de contagio de Sars-CoV-2 son un peligro para la salud. Los efectos del virus en el organismo, sus secuelas a largo plazo y el riesgo de muerte, lo comprueban. Pero también puede implicar un costo para la salud y el bienestar el cómo cada persona enfrenta la crisis sanitaria.

El impacto ha sido significativo en las poblaciones a nivel económico, en la salud, y a nivel interpersonal. Pero todavía no está claro cómo ha afectado en las conductas de riesgo para la salud, como el consumo de alimentos reconfortantes a lo largo del tiempo o el consumo de alcohol.

¿Por qué son un riesgo esas conductas? La elevada ingesta de alimentos no saludables pueden influir en sobrepeso u obesidad, caries dentales, alta presión, colesterol alto hasta aumentar el peligro de algunos cánceres, entre otras consecuencias. Y en el caso del alcohol, se vincula a presión arterial alta, enfermedad cardíaca, accidente cerebrovascular, enfermedad hepática y problemas digestivos, y también cáncer de mama, boca, garganta, esófago, laringe, hígado, colon y recto.

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Esa pregunta se planteó el estudio Covid-19 Perceived Impact and Psychological Variables as Predictors of Unhealthy Food and Alcohol Consumption Trajectories: The Role of Gender and Living with Children as Moderators, publicado en el International Journal of Environmental Research and Public Health y realizado por investigadoras de la Universidad de la Frontera y de la Universidad Católica del Norte.

La Dr. Francisca Román académica del Departamento de Psicología de la Universidad de La Frontera e investigadora del estudio, junto a la Dra. Paola Haeger de la Universidad Católica del Norte, directora alterna del proyecto, evaluaron el impacto de la pandemia en el aspecto económico, en el efecto que tuvo en las relaciones interpersonales y en la salud.

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El estudio examinó longitudinalmente el efecto del impacto percibido de Covid-19 en el consumo de alimentos reconfortantes y alcohol. La muestra consideró a 1.048 estudiantes y personal universitario (académico y no académicos) de dos universidades que completaron encuestas mensuales en línea durante la pandemia en cinco oleadas (julio a octubre de 2020).

Incluyeron preguntas sobre el impacto que percibían de lo experimentado en esos meses, es decir, fueron preguntas de auto reporte. Un aspecto muy relevante para saber cómo se vivió la experiencia. “Muchas investigaciones muestran que más que lo que les ocurre a las personas, lo que importa es cómo lo perciben más allá de que el impacto fuera más o menos grande”, aclara la Dr. Francisca Román académica del Departamento de Psicología de la Universidad de La Frontera.

El malestar emocional lo analizaron a través de la presencia de síntomas de depresión, ansiedad, estrés y soledad emocional, junto con preguntas sobre qué tan solo o sola se habían sentido. A ello sumaron predictores sociodemográficos como la edad y el género.

Con esos antecedentes se enfocaron en ver cuánto de todo eso influía en el consumo de alcohol y de alimentos no saludables. Estos últimos definidos como comidas fritas (carne frita, pescado, huevos, papas fritas), bebidas azucaradas (bebidas de cola o jugos), postres o dulces (helados, chocolate, caramelos, tartas, pasteles), bocadillos (patatas chips, barras de chocolate, galletas) y comida rápida (hamburguesas, pizzas, salchichas). Alimentos altamente procesados y ricos en grasas saturadas, azúcar y sodio. Los que además se consideran como reconfortantes.

La preferencia de ese tipo de alimentos en momentos de estrés o angustia, no es casual. A nivel bioquímico, aquellos con alto contenido de carbohidratos, sales, grasas y azúcares ha mostrado asociaciones de reducir esos estados mediante el aumento de la producción de serotonina, que afecta positivamente en el ánimo.

Diferentes predictores

¿Para todos los comportamientos eran iguales? No. “Encontramos que los predictores diferían para hombres y para mujeres, predictores que explicaban una asociación de disminución o aumento de consumo de alcohol y alimentos no saludables. También vimos predictores diferentes para mujeres que vivían con o sin niños”, destaca Román.

Entre los factores comunes entre hombres y mujeres en cuanto al consumo de alcohol, las investigadoras detectaron que la mayor edad estaba asociado a un alza en ese consumo a lo largo de todas las mediciones. “Lo que muestran es una asociación de aumento en el tiempo, a mayor edad se puede ver que hay tendencia a aumentar el consumo de alcohol, tanto en hombres como en mujeres”, resalta Román.

Los niveles de estrés y ansiedad para muchas personas fueron más altos de lo habitual debido a la crisis por coronavirus. Una copa de vino o simplemente abrir una cerveza fría, con la idea de “ayude” a relajarse fue más frecuente a mayor edad, según detectó el estudio.

Por otra parte, otro elemento común que hallaron las investigadoras fue que el consumo de alimentos no saludables aumentaba a menor edad. Es decir, indica Román, “a medida que aumentaba en edad podrían aumentar el consumo de alcohol en ese periodo de seguimiento, y a menor edad parecían tener mayores probabilidades de consumo de alimentos no saludables”.

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El estudio determino que mayor edad estaba asociado a un alza en el consumo de alcohol a lo largo de todas las mediciones.

Para los hombres el consumo de alcohol se vinculó con el mayor impacto percibido de la pandemia en el ámbito económico. “Al percibir un impacto más alto en esa área mostraron mayor nivel de consumo de alcohol, cosa que no aparece en las mujeres, lo que puede explicarse porque culturalmente se asigna una mayor carga o relevancia a que los hombres sean capaces de tener el sustento económico en la familia”, señala Román.

Mujeres a cargo de niños

En las mujeres analizadas, al observar el comportamiento en relación con comida con alto contenido de carbohidratos, sales, grasas y azúcares, detectaron que como grupo eso se daba en mayor medida cuando reportaban un mayor efecto de la pandemia en el área de las relaciones interpersonales.

“Vimos cuál era el impacto percibido en las relaciones, si era alto, moderado, bajo, y vimos que a mayor impacto percibido se asocia con mayor nivel de consumo de alimentos no saludables”, dice Román.

Esos antecedentes se podría interpretar añade la investigadora como que las mujeres percibían en 2020 que la pandemia estaba afectando las posibilidades de ver a otros, de encontrarse con familiares o amigos, o que veían con preocupación la distancia no podría resolverse, entre otras razones. “Muchas cosas que estaban afectando las relaciones, y eso entonces estaba asociado a consumo de alimentos no saludables”, aclara.

La pandemia ha sido transversal. Pero el modo en que se vive no es igual. Si para hombres y mujeres ha resultado diferente el cómo se enfrenta, para una mujer también lo será si vive o con niños. Y se trata necesariamente de mujeres con hijos, dice Román, pueden ser niños a cargo que pueden ser sobrinos o hermanos pequeños.

Al mirar los grupos de mujeres que viven con o sin niños, en las primeras aparece un impacto en las relaciones interpersonales asociado al aumento en alimentos no saludables. En mujeres sin niños, en cambio lo que se aprecia es que es la ansiedad la vinculada a consumo de alimentos no saludables, “son predictores que explican este aumento en estos dos grupos de mujeres”, dice Román.

Si para hombres y mujeres ha resultado diferente el cómo se enfrenta, para una mujer también lo será si vive o con niños, dice el estudio.

Distintas realidades

Los resultados obtenidos son una base fundamental para avanzar en la comprensión de cómo el consumo de alimentos y alcohol ha cambiado longitudinalmente durante la pandemia, señala el estudio, identificando qué variables juegan un papel en la explicación de dicho cambio y, finalmente, si estos predictores actúan de la misma manera para mujeres frente a hombres y mujeres que viven con o sin hijos.

La investigación se realizó con estudiantes y funcionaros de dos universidades chilenas, explica Román. En el caso de los jóvenes, distintas investigaciones en pandemia han mostrado que tienen el mayor nivel de malestar emocional comparado con otros grupos, “es un grupo especial dentro de la población, y el grupo de funcionarios universitarios han tenido que adaptarse de forma remota, pero también con muchos ajustes para compatibilizar vida familiar y laboral, pero no expuestos a perdidas de trabajo o disminución de ingreso como otros grupos” En ese sentido, dice los resultados son aplicables a otros grupos con similares características.

El sentirse afectados por un evento como una pandemia tiene que ver con el modo en cómo enfrentamos al estrés. Y el impacto en salud mental también también se relaciona en qué se hace frente a ese malestar emocional.

Alternativas hay muchas, indica Román. “Hay formas que se conocen que son más activas, como practicar deportes, pero hay otras formas que ayudan a tener un nivel de satisfacción inmediato como son comer cosas dulces, que dan gratificación inmediata, pero que tienen a largo plazo consecuencias para la salud”.

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Comer alimentos dulces, altos en grasas, etc., es una forma que ayuda a tener un nivel de satisfacción inmediata.

Por eso, agrega si queremos pensar en cómo cuidar a estos grupos parece ser importante tener en cuenta que en los hombres y mujeres hay distintos predictores. “No se pueden pensar como un solo grupo a la hora de, por ejemplo, disminuir el consumo de alcohol o alimentos no saludables”, dice Román.

Si se mira al interior de las mujeres también hay diferencias entre las que viven con niños y las que viven sin niños, ejemplifica Román. “Mirar cada grupo y ver cómo cada cual está reaccionando diferente a todos los estresores de la pandemia. Una pandemia que sigue en la medida que no sepamos con certidumbre cuándo va a terminar, todavía hay restricciones o está el temor de que en una de esas viene un siguiente brote”, dice.

Ahora que sabemos cómo se viven las crisis mundiales derivadas de un virus, es necesario considerar entonces, indica Román dar herramientas que permitan entender el nivel de estrés al que estamos sometidos y todos los ajustes para enfrentar estas viviencias.

“Especialmente en algunos grupos, como mujeres que tenían que trabajar, hacer tareas domésticas y cuidar niños, para ellas la carga fue muy alta y probablemente lo siga siendo. Ser consciente de esa carga, no minimizarla, buscar forma de ayudas, establecer límites, conversar con otros, en la medida de lo posible buscar fuentes de apoyo, estar en contacto y conversar sobre lo que estamos sintiendo”, subraya la especialista.

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