Alza de casos Covid-19: No construimos los aprendizajes correctos
El alza de casos de Covid-19 en el país en los meses más fríos del año era algo previsible. Las bajas temperaturas conspiran con el distanciamiento de las personas y nos impulsan a permanecer en espacios cerrados, condiciones que facilitan la transmisión de este virus y también de otros, como el influenza o el virus respiratorio sincicial. Los establecimientos educacionales han vuelto a clases presenciales y en la mayoría de los lugares de trabajo se minimizaron los espacios de virtualidad.
Pero a ello además se debe sumar un factor, sobre el que debemos ser autocríticos: el relajo. Prueba de esto son las menores tasas de vacunación de las dosis de refuerzo respecto a las primeras. Y a esto también contribuyeron los medios de comunicación, cuya agenda dio paso a otros sucesos nacionales e internacionales relevantes, por lo cual el Sars-CoV-2 perdió terreno como el gran protagonista de portadas y noticiarios.
La tormenta perfecta se completa con las pobres acciones de comunicación de riesgo por parte de las autoridades sanitarias. Son ellas las responsables de mantener el tema como primera prioridad en la salud pública. El Covid-19 sigue siendo un problema vigente y la pandemia, aunque no lo queramos, no ha terminado. Las cifras de infectados diarios por sobre los 10 mil casos así lo refleja. Pareciera que no hemos aprendido lo suficiente sobre la importancia de educar y concientizar. Todos pagamos las consecuencias.
Es cierto que el desgaste y el cansancio surgen como consecuencias no deseadas, pero naturales, a más de dos años del inicio de la pandemia. Pero si hemos llegado hasta aquí –más de 58 mil en Chile y 6.3 millones en todo el mundo no tuvieron la misma fortuna– es en gran medida por el cumplimiento de las medidas preventivas, como el uso de mascarilla, el control de aforos en espacios cerrados, el apego a acciones básicas de higiene o privilegiar instancias virtuales por sobre las presenciales.
Aprender a convivir con el virus, una frase que antecedió el extremo relajo de la población, no implica olvidarse de él. Por el contrario: demanda incorporar la prevención del contagio como parte de nuestras acciones cotidianas. La mascarilla, enemigo de muchos, posiblemente sea el mejor elemento protector en espacios como el transporte público, en especial en invierno. Todos los virus, no solo el nuevo coronavirus, están ganando terreno por estos meses.
Basta con un breve recorrido por nuestros hospitales para cerciorarse de ello.
Va a ser difícil, y quizás imposible, que las personas vuelvan a asumir su autocuidado con la misma energía que lo hicieron durante el primer año de esta emergencia global. Poco a poco, sin embargo, el tránsito hacia los meses más cálidos irá disminuyendo la saturación del sistema sanitario. Por ahora, las consecuencias del relajo se materializan en un aumento exponencial de los casos –cuyas consecuencias de largo plazo son ya un tema de preocupación– y medidas como, por ejemplo, adelantar y aumentar el descanso escolar.
Pero, una vez más, los aprendizajes de este invierno deben permanecer en todos: ciudadanos, medios de comunicación, autoridades. La protección es individual, pero también colectiva. Controlar los impactos de este virus es una tarea comunitaria, que demanda empatía y solidaridad. Debemos tomar los aprendizajes correctos, para lo que queda de invierno y también para los que vendrán.
*Viróloga Instituto de Ciencias Biomédicas (ICBM), Facultad de Medicina Universidad de Chile.
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