A las 15:11 horas del domingo 22 de mayo de 1960, la ciudad de Valdivia entraría en los libros mundiales de historia como el protagonista del terremoto más grande jamás registrado en la época moderna. Con una magnitud de 9.5, epicentro en Traiguén y por 14 largos minutos, los habitantes de la zona no sólo sufrieron los estragos del movimiento sísmico, sino además un violento tsunami que afectó diversas localidades del Océano Pacífico, incluyendo a Hawaii y Japón, con un saldo de 20 mil personas fallecidas y cerca de 2 millones de damnificados.
Sin embargo, la información aún es imprecisa y la tecnología con la que se cuenta hoy para establecer causas y efectos de este tipo de fenómenos, no es la misma que hace 60 años. Es por ello que un equipo de ingenieros, arquitectos y oceanógrafos chilenos, busca descifrar las principales lecciones científicas que dejó el evento telúrico.
El ingeniero civil oceánico, doctor en ingeniería ambiental y académico de la Universidad de Valparaíso, Patricio Winckler, cuenta que “en ese tiempo la red sismológica era precaria y sólo se obtuvieron seis registros del tsunami en estaciones ubicadas al norte de la zona afectada. Tampoco se contaba con GPS, satélites, modelos computacionales o protocolos de levantamiento que hoy permiten tener una radiografía detallada de los tsunamis en sólo semanas”.
"Fuimos a rescatar el impacto del tsunami en la zona primaria del terremoto, que en su momento no se hizo de una forma muy comprensiva. El evento estaba bien caracterizado con algunas mediciones de campo, en los años 70 se llegó a la conclusión que era el terremoto más grande de la historia y recién luego de 40 años, el servicio sismológico le puso una distribución a esa ruptura".
"Dado que no existen registros sísmicos ni mediciones de tsunami frente a la zona de ruptura del evento de 1960, el uso de datos proporcionados por testigos aún vivos en terreno, mediciones con dron e instrumentos topográficos y simulaciones numéricas, permiten caracterizar cómo fue el tsunami en toda la región. Esto implica conocer -aun con cierto grado de error-, el tiempo de arribo, la altura, la velocidad y cantidad de olas que llegaron a cada localidad", indica.
Cabos sueltos
"Tenemos al terremoto más grande de la historia, un enorme tsunami que mató a 138 personas en Japón y no hay estudios extensivos sobre el tema", añade Winckler. "En 2017 fui a la Universidad de Tokio, al Instituto de Investigación de Terremotos, donde pude revisar registros muy detallados del tsunami. Ellos tienen muy bien delimitado hasta dónde llego la ola, los impactos que tuvo, etc, y nosotros que estuvimos al frente no tenemos esos relatos".
Desde 2016, Winckler lidera una investigación que se enfoca en los sobrevivientes que aún habitan las costas entre Puerto Saavedra y Chiloé. “Son octogenarios que han heredado el testimonio a sus nietos como fotos de un Chile precario. Entrevistamos a 31 de ellos, porque ahí está la clave para reconstruir cómo fue el tsunami y terremoto del 60”, indica.
"Por eso, nuestra investigación, aún en curso, lo que busca es tapar ese forado entrevistando sobrevivientes de la zona", agrega. "Hicimos un barrido preliminar buscado sobrevivientes y nos dimos cuenta que con el tiempo las historias de difuminan y que los relatos familiares y generacionales se empiezan a mezclar. Al final es difícil de llegar a la información cuantitativa, pero aquí incluso pudimos llevar a esta personas a terreno par que nos mostraran qué había pasado".
"El único recurso disponible son los testimonios de las personas que vivieron el tsunami y ahora se están muriendo", sostiene.
Reconstruir la historia
De acuerdo al académico, entre las conclusiones preliminares se descubrió que “el tsunami no llega de la misma forma y al mismo tiempo a todas las costas de Chile, porque depende de la configuración local de cada costa. En algunos lugares la primera ola fue la más fuerte, pero en otros no, siendo las ondas secundarias que se propagan a lo largo de la costa, como lo vimos el 2010”.
“Los nuevos antecedentes permiten visualizar impactos del tsunami en muchas localidades costeras ubicadas entre el Golfo de Arauco y Chiloé, hasta ahora invisibilizadas por la escasa información disponible”.
“Las inundaciones máximas que registramos son del orden de los 27 metros en Bahía Mansa, las cuales tendieron a resonar su amplitud. Por ejemplo, Maullín es plano, por lo que la ola no llega muy arriba, pero sí entra varios kilómetros. La respuesta del tsunami en diferentes tipos de zonas es muy variable, depende si es una bahía, un acantilado o una desembocadura, donde los tsunamis entran con fuerza, como ocurrió en Valdivia”, puntualiza.
Además, Winckler asevera que en la actualidad, es necesario enseñar más sobre estos fenómenos. "La señalización de tsunamis dede complementarse con campañas de educación intensiva para las comunidades costeras y campañas de información durante la época estival. Asimismo y quizá más importante, se debe incorporar el riesgo de estos eventos en la planificación de los futuros asentamientos costeros -como el uso de áreas verdes en zonas inundables- y adoptar medidas de mitigación donde las ciudades ya se hayan consolidado".
"Es vital considerar los riesgos costeros al momento de planificar el crecimiento de las ciudades. Por eso estamos promoviendo una Ley de Costas, que ponga mayores restricciones que las actuales para las zonas de expansión urbana, donde se considere que la costa es una zona de interacción con sus propias dinámicas y propiedades de amortiguación que no se pueden obviar”, añade.