China, Estados Unidos e India son los tres países que más contaminan por sus emisiones de dióxido de carbono (CO2). No es casualidad, ya que son las tres naciones más industrializadas. Solo en 2021, Estados Unidos emitió 4.752,079 megatoneladas de este material contaminante.
Solo en 2019, según cifras del Banco Mundial, cada estadounidense emitió 14,44 toneladas de CO2 a la atmósfera, convirtiéndose en los habitantes más contaminadores de todo el planeta.
En Chile, si bien la escala es otra, también existen cifras preocupantes. Según el Inventario Nacional de la Calidad del Aire, el que caracterizó las emisiones provenientes de los sectores vehicular, industrial, energético, minero y residencial a lo largo del país, en Chile el sector residencial es responsable de más del 90% de las emisiones, así como también produce el 81% del monóxido de carbono y el 87% de los Compuestos Orgánicos Volátiles, un grupo de gases asociados a la destrucción de la capa de ozono y al cambio climático.
Al documento desarrollado por la Universidad de Chile, Universidad Federico Santa María y el Centro de Ciencia del Clima y la Resiliencia (CR)2, ahora se suma un estudio elaborado por la consultora Deloitte, llamado “El Futuro de la Energía”, el que analiza la contaminación, emisión de CO2, descabornización y desarrollo de la energía en Chile, y de paso, plantea algunas rutas a seguir.
La investigación muestra que nuestro país supera el promedio global de emisiones per cápita, y muy por sobre el promedio de Centro y Sudamérica.
El estudio de Deloitte señala que la principal forma de reducir las emisiones es convertir la actual matriz energética a una mayoritaria o completamente renovable. Chile ha aumentado sus emisiones totales de CO2 desde 1990 en 270%, aunque entre 2015 y 2019 las emisiones disminuyeron 1,7%. El análisis por unidad del PIB indica que las emisiones cayeron 3,16% en el mismo periodo, mientras que el análisis per cápita indica que las emisiones cayeron 8,7% entre 2015 y 2020.
Christian Scholz, senior manager de Transformación de Operaciones en Energía y Utilities de Deloitte, señala que para bajar este triste índice, la descarbonización tiene un papel fundamental. Dice que para reducir la huella de carbono en todos los sectores, este es un paso clave para el avance del país hacia un futuro consciente ambientalmente.
Scholz considera que esto provoca que cambiemos la forma en la que generamos nuestra energía y, simultáneamente, la manera en que la consumimos, lo cual a su vez trae desafíos en la operación e interacción de los nuevos actores y de las nuevas tecnologías que permitirán que todo esto puede llevarse a cabo de manera segura y económica.
La generación 100% renovable necesita de sistemas de almacenamiento para ser viable, indica la investigación, los cuales aún tienen altos costos de inversión y podría conllevar un aumento en los costos que sería traspasado a los usuarios. Además, será necesario considerar el almacenamiento como una pieza fundamental de la generación eléctrica y que consecuentemente sea compensado monetariamente como tal, lo que implicaría un cambio importante al marco legal que rige el sistema actualmente, establece el documento.
Actualmente, el sistema no tiene la flexibilidad para inyectar y descargar energía, debido en parte a la saturación de las redes de transmisión en el sur del país, y por otra parte a las reglas aplicadas por el Coordinador Energético para regular el sistema, indica el informe. Añade que el 77,4% de las emisiones son generadas por el sector energético.
Efectos sobre el cambio climático
Scholz establece que la mayor impacto corresponde al impacto que tienen las centrales de carbón en el medioambiente, el cual no solo se ve reflejado en los efectos sobre el cambio climático, sino que también afecta directamente la salud de las personas que, por ejemplo, viven en las cercanías de este tipo de centrales.
“La descarbonización es, tal vez, el paso más importante en la transición hacia una economía global baja en emisiones. La transición hacia una matriz de generación eléctrica sostenible y abundante es el objetivo que, como sociedad, debiéramos perseguir. Esto sumado a los muchos beneficios ambientales y económicos que conlleva la salida de las centrales a carbón”, agrega.
Señala que “la descarbonización es algo en lo que debemos ocuparnos enseguida, ya que retrasarla podría llegar a tener consecuencias importantes e irreversibles, particularmente en lo que corresponde al calentamiento global y cambio climático, por lo que es fundamental actuar rápido, de manera eficaz y sin perder de vista jamás la continuidad, seguridad y calidad del suministro de la energía eléctrica”.
La descarbonización es una prioridad para Chile, cuya importancia queda reflejada en el compromiso de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en un 30% por unidad de Producto Interno Bruto (PIB) al año 2030 en comparación con el año 2007 declarado en el Acuerdo Climático de París de 2015.
La matriz energética actual en Chile se compone de centrales generadoras de múltiples tecnologías. “Entre estas centrales han destacado últimamente las renovables, como por ejemplo las solares y eólicas, por ser tecnologías limpias e impulsoras del futuro energético del país. Sin embargo, aún existen muchas centrales que utilizan combustibles fósiles como fuentes primarias de energía, tales como el carbón, gas y diésel, conocidas como termoeléctricas”, explica Scholtz.
“Durante el proceso de combustión, se producen gases de efecto invernadero de manera muy similar a lo que ocurre en el interior de un motor de auto. Estos gases terminan siendo liberados hacia el ambiente”, dice el Senior Manager de Transformación de Operaciones en Energía y Utilities de Deloitte.
De entre todas las centrales termoeléctricas existentes, las carboneras son aquellas cuyas emisiones son las más altas, especialmente las unidades generadoras más antiguas. “Por otro lado, si bien las centrales a gas no son libres de emisiones, estas son mucho menores, convirtiéndolas en un recurso indispensable para llevar a cabo la transición energética hacia un sistema eléctrico más limpio”, explica.
Scholz revela que los desafíos planteados por el retiro de las centrales a carbón no son menores, “ya que el Sistema Eléctrico Nacional todavía no estaría preparado para operar principalmente con energías renovables sin arriesgar la seguridad y calidad del suministro en la operación, dado que las centrales de carbón solían ser centrales basales en el despacho técnico-económico del día a día, teniendo que ser reemplazadas por tecnologías alternativas”.
A pesar de que estas tecnologías son mayoritariamente de origen renovable, y por ende libres de emisiones, la variabilidad de los recursos primarios como el viento y el sol es particularmente complicada en la operación del sistema durante los períodos correspondientes al atardecer y parte de la noche. “Esto se debe a que esos períodos de tiempo concentran alta demanda, pero ya no se cuenta con la energía aportada por las centrales solares”, adiciona.
Es por esto que Scholz afirma que es de suma importancia tomar medidas concretas en aspectos como la reconversión de las centrales termoeléctricas a carbón, que permitan su funcionamiento con combustibles primarios limpios, el desarrollo del hidrógeno verde como alternativa en procesos donde actualmente predominan los hidrocarburos, y por sobre todo el almacenamiento energético, que es absolutamente clave en la gestión y distribución de generación renovable de fuentes primarias variables en distintos bloques horarios.
“Para todo lo anterior, es fundamental impulsar políticas públicas oportunas, como la Ley de Almacenamiento y Electromovilidad, que permitan integrar nuevas tecnologías y entreguen herramientas clave para operar el sistema eléctrico de manera segura y económica”, explica Scholz.