Hace más de una década que Chile, y principalmente la zona central del país, se ha visto afectado por una megasequía sin precedentes. El fenómeno motivado por la ausencia permanente de precipitaciones, a lo que se suman constantes olas de calor y altas temperaturas, ha repercutido fuertemente en los ciudadanos y en el medioambiente.
Las cifras, estadísticas y hechos lo confirman. Un 76% de la superficie chilena está afectada por sequía y un 53% de las comunas están bajo decreto de escasez hídrica, una herramienta que permite, entre otras cosas, dar más atribuciones a los organismos del Estado, particularmente a la Dirección General de Aguas, para poder intervenir en el caso de que tengan que administrar los recursos hídricos frente a una situación como la actual.
Mientras que una serie de lagos, lagunas y ríos definitivamente se “secaron”, quedando sin agua en su caudal. Es el caso de Aculeo, Caburgua, Cauquenes y Peñuelas, entre otros.
Y tras el primer mes de 2022, la situación no parece cambiar, menos mejorar. Prueba de esto son las bajas precipitaciones registradas en Santiago, lo que confirman una situación que es desalentadora. Durante enero, la Dirección Meteorológica de Chile, en su estación de monitoreo ubicada en Quinta Normal, solo percibió 2 milímetros de agua en la capital. En enero del año pasado, la misma estación registraba 40 mm.
Esta “nueva normalidad” en la que vivirá Chile fue analizada recientemente en el informe “Megasequía: Diagnóstico, impactos y propuestas” del Centro de Estudios Públicos (CEP) revelando el panorama climático actual del país y señalando que, si no se buscan soluciones oportunas, las condiciones del país se volverían adversas para todos los sectores productivos del territorio, afectando a la totalidad de la población.
Raúl Cordero, climatólogo de la Universidad de Santiago, se suma al análisis, aunque pone una cuota de esperanza. “En Santiago es normal que no llueva en verano, y en la zona centro-sur ha sido un mes bueno con lluvias normales o sobre lo normal”, señala.
Si bien las cifras no son alentadoras, supera lo ocurrido en 2020 (al igual que en 2019), cuando no cayó una sola gota de lluvia, “fue un verano extraordinariamente seco en la zona centro-sur, pero este verano ha sido mejor”, explica el climatólogo.
Por el contrario, en el sur del país, por segundo año consecutivo, se registraron alzas, superando lo ocurrido en 2020. Durante enero de ese año, en Temuco se percibieron 18,1 mm, mientras que en 2022, la cifra ascendió a 51,6 mm. Similar situación en Valdivia, hace dos años la estadística de la DMC indica 10,0 mm de agua caída, este año se anotaron 68,2 mm. En Osorno en 2022 cayeron 80,6 mm durante enero, en el mismo mes pero de 2020, solo 31,2 mm.
Este fenómeno fue generado por una nueva área de baja presión, además de contar con viento sur, el que hizo que las temperaturas presentaran un descenso importante.
Los 80 mm registrados en Osorno en enero, “compensan los déficit registrados en esa zona durante diciembre, por lo que afortunadamente se disiparon los temores de que el centro-sur del país comenzara con un bimestre tan seco como en 2020. En términos de lluvias (exceptuando la Patagonia), hemos tenido un mejor comienzo de año. Esa es la buena noticia”, explica el climatólogo.
Incidencia del Fenómeno de la Niña y el cambio climático
Lo ocurrido, principalmente en la zona central, se debe en gran parte al Fenómeno de la Niña. “El verano ha estado, y continuará marcado por la Niña. Este enfriamiento en la temperatura superficial del mar frente a las costas de Ecuador y Perú condiciona las temperaturas y precipitaciones en la costa del Pacífico de América, incluido Chile. Debido a La Niña también existe falta de precipitaciones en la Patagonia”, añade Cordero.
A lo que se suman altas temperaturas, tal como lo indica el pronóstico estacional de la DMC para enero, febrero y marzo. En enero, durante los últimos años, la media aritmética ha bordeado los 30°C. “El verano será con máximas más cálidas de lo normal”, señala.
El cambio climático para la zona central del país también incide bajas precipitaciones. “La influencia combinada de éste y la Niña explica el invierno hiperárido 2021 que en la zona central fue el más seco desde 1998. Por lo tanto, aunque la Niña se disipara en los próximos meses, debido a la influencia persistente del cambio climático, las probabilidades de que tengamos inviernos de abundantes precipitaciones disminuyen cada año”, argumenta el propio Cordero.
En la Patagonia también ha sido un verano seco y de elevadas temperaturas. “Eso explica porque ha sido tan difícil controlar el incendio desatado en Tierra del Fuego hace pocos días, que ya ha consumido vario cientos de hectáreas. El incendio forestal en Torres del Paine del verano 2011-12 fue durante La Niña, así que no es enteramente sorpresivo que durante este verano se registren incendios forestales, tanto en la Patagonia chilena como en Argentina”, señala Cordero.
Hasta hoy (viernes), el registro de Conaf indica que el incendio ha consumido más de 1.235 hectáreas, y aún se mantiene activo con una intensidad y propagación media a baja en todos sus sectores.
El mismo Fenómeno de la Niña también condicionará las precipitaciones en la zona central durante el próximo invierno. Cordero explica que “si persistiese más allá del otoño y se extendiera hacia el invierno, los probabilidades de que este sea el año final de la larga e intensa sequías que afecta la zona central serían bajas”.
La Agencia Norteamericana de la Atmósfera y el Océano (Noaa), estima que hay un 50% de probabilidades de que la Niña se remita antes del inicio del invierno austral. “Si ese pronóstico se confirmara mejorarían los chances de que durante el próximo invierno las precipitaciones en la zona central sean mejores que las del año hiperárido 2021″, añade el académico de la Usach.