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Crisis de los 40: “Las tonteras de mi marido me están afectando mal”

Esta semana vamos con la historia de Catalina, una esposa que no entiende loas cosas que su marido está comenzando a hacer.

Crisis de los 40: “Las tonteras de mi marido me están afectando mal”

Esta semana, en el diván del líder, nos acompaña Catalina, cliente ficticia que ocupa la gerencia corporativa de una gran empresa. ¿Desafiada? Muy, pero para mi clienta su principal preocupación es su marido, a quien acusa de no superar la crisis de los cuarenta y de haber vuelto a la adolescencia.

¡Quiere ser instructor de yoga!

¿Será posible tal regresión? ¿Puede un cuarentón volver a comportarse como un adolescente?

Para el psicoanalista Luciano Lutereau, “la adolescencia concluye el día en que descubrimos que no todo es posible y dejamos de vivir en un mundo idealizado”. Así, desde esta óptica, Catalina no estaría tan perdida, pues siguiendo la línea de este analista transandino, “para entrar en una relación, es condición que un varón esté dispuesto a renunciar de algún modo al narcisismo de la fantasía”.

Vamos con Catalina.

Hola Sebastián. Estoy chata, pero lo que te quiero contar no tiene nada que ver con la pega. Perdona que traiga esto a la sesión, pero hoy no puedo pensar ni en los objetivos, ni en la estrategia, ni en mi equipo, pues las tonteras de mi marido me están afectando mal (silencio). Tu mejor que nadie sabes lo que me ha costado llegar acá. Me has acompañado estos últimos años y cachas los sacrificios y renuncias personales que he tenido que realizar para ocupar la gerencia corporativa de esta empresa y es por eso que me tiene podrida ver a Ismael embalado con el aquí y el ahora, el no hacer y la meditación trascendental.

¿Es instructor?

No, pero ese es su gran proyecto para este año. ¿Lo puedes creer? Después de trabajar diez años en una administradora de fondos, lo desvincularon. Pucha, pobre. Duro el golpe. Pero… ¿qué decide? ¡Formarse como instructor de yoga kundalini! Me da tanta rabia como cuando tuve que pelear con él para que se titulara, pues con su cuento de que todo es posible se mandó puras cagadas. Y ya, no quiero ser tan amarga, fracasar en los negocios puede ser una legítima forma de aprender… pero cuando el lindo aprende con tu plata… se transforma en abuso.

¿Cómo así?

Isma, desde la universidad, pasaba metido en emprendimientos. Y se embalaba tanto, que cuando estábamos en cuarto año dejó de ir a clases y me vino con el típico cuento de que Steve Jobs y Bill Gates no habían terminado sus estudios. Daba lo mismo que le pusiera otros ejemplos o que le mostrara que Gates estaba arrepentido y que recomendaba estudiar. Juraba que le había achuntado con una aplicación para temas inmobiliarios y por un par de años le creí. Cuento corto, justo cuando nos íbamos a casar me confiesa que tuvo fuertes pérdidas y que arrastra deudas que le impiden llegar al altar. ¡Casi lo mato! Y supongo que mi primera pega fue administrar su quiebra, repactar deudas y limpiarlo en el sistema. Todo esto mientras compraba el vestido de novia, elegía las flores y probaba las banqueteras.

Se casaron…

Sí, nos casamos y tuve que poner buena parte de mis ahorros y de mi sueldo para empezar de menos cero. También tuve que pedirle plata a mis papás, pues Ismael se moría antes de pedirle ayuda a los suyos. Y todo esto a cambio de que terminara la universidad y entrara a un trabajo formal (silencio). Mirando hacia atrás, esa fue nuestra verdadera luna de miel. Ismael retomó los estudios, se graduó y a los meses entró a una importante administradora de fondos. En ese período nacieron nuestras tres hijas. Fueron años duros, pero felices, pues con dos sueldos podíamos costear una buena vida, arrancarnos de vacaciones, pasar fines de semana fuera de Santiago o pololear en restaurantes mientras la nana cuidaba a las niñitas. Y todo este castillo de naipes se vino abajo con la fusión de la administradora de fondos donde trabajaba Ismael, pues muchos cargos quedaron duplicados… Y el Isma era el más liviano.

¿Cómo así?

Mira, mi marido es muy guapo, simpático, hábil socialmente. Años atrás te habría dicho encantador, pero ya no lo soporto, pues sin pega es eso, solo eso. En esos diez años nunca aprovechó de seguir perfeccionándose. Tuvo miles de oportunidades, incluso nos matriculamos en el mismo MBA, pero se salió con el argumento de que mejor partía yo y cuando terminara empezaba él. ¿Suena sensato no? Bueno, se perdió la plata de esa matrícula, ya que tras ver cómo me partía el lomo entre la pega, la casa y las clases, decidió que eso no era para él. Y claro, entre el tenis, yoga y pilates no tenía tiempo (silencio). Te prometo que al principio me reía, pero en la interna lo admiraba. Se atrevía a ser distinto, pero cuando dejó el tenis y pilates para dedicarse 100% al yoga me preocupé, pues ya venía haciendo cambios importantes en la dieta. Dejó el copete, la carne y empezó a hablar raro.

¿Namaste?

Se puso demasiado sensible, atento a las energías, las vibras y las calorías. De repente se fascinó con los jugos verdes, los ayunos intermitentes y los retiros de silencio, pero como seguía rindiendo en la pega, lo solté. Incluso llegué a pensar que yo estaba mal y que él había logrado el equilibrio, pues ni cagando dejo los puchos, la carne y el chardonnay (silencio). Ahí empezaron las típicas diferencias que terminan en peleas y ofendidas de lado y lado. Y mis hijas obviamente tomaron el bando del papá. Y cuando cumplimos cuarenta, éramos dos personas con pocas cosas en común. Él año a año más regio y pendejo y yo más seria y cansada… además de obligada a pincharme la cara y pagar tratamientos caros para estar a la altura…

¿Y qué pasó?

Quedó sin pega, y en vez de deprimirse o urgirse, lo vio como una oportunidad para dedicarse a sus verdaderas pasiones. La salud, el wellness, el yoga. Sebastián, todo el rato estaba feliz, sonriente, positivo. Y las niñas, felices de tener al papá en la casa, de que él las llevara y pasara a buscar al colegio, de que cocinara webadas sanas. Así que la bruja se tuvo que quedar callada todo un año, hasta que Ismael se comió toda su indemnización en sus leseras y me pidió plata para formarse como instructor. ¡Y me volví loca! Fue como volver a casarme con ese weon de 25 que, sin título y muchos emprendimientos, se endeudó hasta las masas. El mismo pelotudo que rescaté para poder casarme, pues no iba a cancelar mi matrimonio por sus pendejadas. Pero Sebastián, la gente no cambia. Siempre fue así este weon, lindo, soñador, optimista… y yo… la bruja. Y es tan adolescente, que de verdad cree que va a vivir del prana.

Para Luciano Lutereau el matrimonio, a veces, es lo opuesto a vivir un amor, pues “una pareja puede surgir de una expectativa de seguridad” y es probable que Catalina haya preferido casarse con Ismael a enfrentar el vértigo de quedarse sin pareja a pocos pasos del altar.

Sí, Catalina, sabiendo perfectamente con quien se casaba, no echó pie atrás después de la confesión del prometido, pues siguiendo a Lutereau, “no son pocas personas las que en terapia cuentan que después de una decepción juvenil, formaron una pareja con la que casarse y tener hijos, pero para ya no sufrir”.

Continuará…

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