La situación es crítica en el país. Independiente de la causa, ya sea sequía, cambio climático, disminución de caudales, falta de precipitaciones, fenómenos cíclicos y naturales, desviación de cursos de agua o avance inmobiliario, el resultado siempre es el mismo. Cada día son más los ríos, lagos, ciudades y pueblos en el territorio nacional que se suman a la lista de víctimas por escasez hídrica.
La laguna Aculeo fue la primera, luego el río Cauquenes y el lago Peñuelas. Durante el último año, sorpresa ha causado la situación del lago Caburgua, que ha visto una disminución considerable de su caudal y de su playa durante la última década. Y ahora dos nuevos lugares hn recrudecido su “crítico estado” hídrico: se trata de La Ligua y Papudo, ubicados en la Región de Valparaíso.
Ambas localidades se han visto seriamente afectadas por la escasez hídrica y desabastecimiento de agua, situación que fue denunciada tras un seminario ciudadano costero, realizado por el Centro de Investigación para la Gestión Integrada del Riesgo de Desastres (CIGIDEN), el Observatorio de la Costa, el Instituto Milenio en Socio-ecología Costera SECOS y los Comités Ambientales Comunales (CAC) de Papudo y La Ligua, considerando la sequía y el mal uso de agua potable rural en el sector, además de la extensión de proyectos urbanos, los que están afectando y destruyendo ecosistemas costeros.
Carolina Martínez, investigadora principal del CIGIDEN y precursora de una nueva Ley de Costas para Chile, señala que “tenemos la necesidad de impulsar nuevas formas de gobernanza costera, que estén centradas en la protección de nuestros ecosistemas, nuestro patrimonio natural y cultural”.
La situación en Papudo y La Ligua afecta tanto a personas, como a la flora y fauna. Bosques costeros, plantas geófitas y arbustos de alto endemismo, fauna marina y terrestre como colonias de pingüinos de Humboldt, delfines y ballenas, están presentes en la zona, y deben lidiar con los problemas que generan la sequía y crisis climática.
Raúl Cordero, climatólogo de la Universidad de Santiago, establece que el principal efecto negativo del cambio climático es la pérdida de precipitaciones en buena parte de Chile, hecho que acrecienta el problema hídrico. “Desde los años 80 a la fecha la zona central y la zona centro-sur del país han perdido aproximadamente un tercio de sus precipitaciones. Esta baja en el promedio viene acompañada de un alza en la frecuencia de inviernos hiperáridos, es decir, aquellos en los que el déficit de precipitaciones es superior a 60%. Ese fue el caso del invierno de 2019, y el de 2021″.
Cordero explica que durante este año, en la zona central las precipitaciones solamente fueron mejores que las registradas en los inviernos de 1968 y 1998. “El problema de este último invierno es que se da apenas dos años después del invierno hiperárido de 2019, en el marco de un período de 13 años en el que las precipitaciones han estado bajo valores típicos”.
Martínez, doctora en geografía y académica de la Universidad Católica, considera que se ha producido una degradación de ecosistemas de alto valor natural que se incrementa año a año. “Los seminarios ciudadanos costeros que hemos realizado durante 2021, buscan mostrar las problemáticas de las comunidades de la zona y conocer las perspectivas sobre la importancia de una nueva Ley de Costas para Chile, cuyo objetivo es una transformación sostenible de nuestro patrimonio costero”.
Ecosistema costero afectado
Desafortunadamente, ni la situación actual, ni las perspectivas futuras son alentadoras. “Los modelos climáticos prevén que la tendencia a la baja en precipitaciones observada en las últimas décadas se mantenga al menos hasta mediados de siglo, lo que básicamente significa que en los próximos años podríamos tener que enfrentar frecuentes inviernos secos”, añade Cordero.
Leonardo Olivares, coordinador del Núcleo Territorial Papudo- La Ligua, cree que el problema comenzó en 1996, con el plan regulador intercomunal, que generó grandes zonas de extensión urbana para loteos y urbanizaciones en sitios de alto valor ambiental, “como la zona boscosa de Zapallar, de Papudo, las dunas de Longotoma y gran parte del borde costero de estas comunas”.
La baja en los promedios de lluvias anuales hace además que cada año que pasa, las probabilidades de que vuelvan los años lluviosos que teníamos en el pasado, sean más escasas. “Las lluvias que eran normales en la década de los 80 o los 90, es algo muy difícil que personas de mediana edad, lleguemos a volver a vivir”, señala Cordero.
Olivares concuerda en que las principales amenazas y riesgos en el escenario actual de cambio climático, “son la escasez hídrica, con el desabastecimiento de agua potable que implica un alto gasto público y privado en pagos a camiones aljibe. A estos se suman los incendios forestales, olas de calor, marejadas e inundaciones”.
Jackeline Torres, presidenta del CAC de La Ligua, a quien se sumó su par de Papudo, Mario Piña, añade nuevos antecedentes. Considera que los actuales problemas que sufre la comuna se deben a “la aparición de microbasurales, posterior a épocas estivales, la mala administración del agua potable rural (APR), la extracción de algas, la amenaza inmobiliaria y la construcción de un megapuerto, que causan hoy un enorme daño a los ecosistemas costeros”.
Estos escenarios negativos en materia medioambiental, hacen que sea urgente adoptar algunas medidas de adaptación para sobrellevar el estrés hídrico exacerbado por el cambio climático. “Éstas van a requerir reformas en nuestra institucionalidad relativa al agua (la reforma en trámite al Código de Aguas es insuficiente), así como mayor y mejor infraestructura, quizás apelando a plantas desaladoras o embalses, que nos permitan garantizar el abastecimiento de agua frente a una sucesión de inviernos hiperáridos, similares o peores, a los registradas en la última década”, argumenta el climatólogo de la Usach.