Aunque históricamente y por su cercanía, los esfuerzos de los astrónomos por encontrar el más mínimo rastro de vida se han dirigido a Marte, es posible que el planeta rojo no sea el único al que debamos mirar con atención. Porque según un nuevo descubrimiento, nuestro vecino más cercano al Sol, Venus, podría albergar vida microbiana en sus nubes.

La atmósfera de Venus es un verdadero infierno. Se caracteriza por ser densa y venenosa, debido a la presencia entre otros de nitrógeno y dióxido de carbono, vientos de hasta 350 Km/h, gran actividad eléctrica y una temperatura de 450 grados. Aún así, entre 40 a 60 Km sobre la superficie, la atmósfera del planeta se vuelve más tranquila, con unos 30 grados en promedio y una presión muy similar a la de la Tierra. Si bien esto no es apto para humanos, sí lo podría ser para algunos microorganismos. Y es ahí donde aparece la fosfina.

La fosfina es una molécula que en la Tierra se conoce muy bien. Puede ser producida industrialmente, o por procesos biológicos derivados de bacterias. Por décadas los científicos han intentado determinar si en las nubes altas y tóxicas de Venus, es posible que exista vida microbiana capaz de soportar los altos grados de ácido sulfúrico. Para los científicos, la alternativa serían los extremófilos, microorganismos capaces de vivir en condiciones extremas muy diferentes a la mayoría de las formas de vida en la Tierra, incluyendo la resistencia a la acidez y radiación espacial.

ilustración artística que muestra la superficie y la atmósfera de Venus, así como moléculas de fosfina. Estas moléculas flotan en las nubes de Venus arrastradas por el viento a altitudes de 55 a 80 km, absorbiendo algunas de las ondas milimétricas que se producen en altitudes más bajas. (Imagen: ESO)

El origen

Las primeras pistas surgieron tras las observaciones realizadas con el telescopio James Clerk Maxwell (JCMT), operado por el Observatorio de Asia Oriental, en Hawaii, y luego confirmadas gracias a 45 antenas del Atacama Large Millimeter/submillimeter Array (ALMA) en Chile, telescopio del Observatorio Europeo Austral (ESO). Ambas instalaciones observaron Venus en una longitud de onda de aproximadamente 1 milímetro, mucho más largo de lo que el ojo humano puede ver; solo los telescopios a gran altura pueden detectarlo de manera efectiva.

Según el estudio, publicado hoy en Nature y firmado por científicos de las universidades de Cardiff, Manchester, Cambridge y el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), la fosfina fue detectada en las nubes de Venus en una pequeña concentración de sólo unas veinte moléculas por cada mil millones. Tras observar estos marcadores, los científicos calcularon la posibilidad que estas moléculas pudiesen provenir de procesos naturales no biológicos en el planeta. Algunas ideas incluían la luz del Sol, minerales lanzados hacia arriba desde la superficie, volcanes o relámpagos, pero ninguno de estos podría producir nada cerca de ellos. Se descubrió que estas fuentes no biológicas producen como máximo una diezmilésima parte de la cantidad de fosfina que vieron los telescopios.

Itziar de Gregorio, jefa de la oficina de ciencias del Observatorio Europeo Austral (ESO) en Chile, al que pertenece ALMA, indica que “lo interesante es saber cuál es el origen de esta fosfina: uno que implica la existencia de vida, y otro que no. En este estudio revisaron si las concentraciones de esta molécula se pueden primero, explicar a través de procesos no biológicos. Llegaron a la conclusión que ni las reacciones producidas por fotoquímica o procesos geológicos ni meteoros pueden relacionarse con estas concentraciones. De momento, la única posibilidad que habría, es que existan microorganismos que ayudasen a producir tal cantidad de fosfina”, sostiene.

Clara Sousa Silva, del Instituto de Tecnología de Massachusetts en EE.UU. y una de las autoras del estudio, ha investigado la fosfina como un gas de “firma biológica” de vida que no usa oxígeno en planetas alrededor de otras estrellas, porque la química normal produce muy poco de ella. “El descubrimiento plantea muchas preguntas, como cómo podría sobrevivir cualquier organismo en estas condiciones. En la Tierra, algunos microbios pueden hacer frente a aproximadamente un 5% de ácido en su entorno, pero las nubes de Venus están casi completamente compuestas de ácido”, señala.

Impresión artística que representa a Venus, nuestro vecino del Sistema Solar, donde los científicos han confirmado la detección de moléculas de fosfina, cuya representación se muestra en el recuadro. Las moléculas fueron detectadas en las nubes altas del planeta. (Imagen: ESO)

El gran laboratorio

¿Entonces, qué tipo de microorganismos pueden sobrevivir a estas condiciones? Itziar de Gregorio dice que una pista puede encontrarse en el estudio de los microorganismos extremófilos realizado en la Tierra, en sitios como el desierto de Atacama, o un río en el sur de España donde también se han descubierto microorganismos capaces de sobrevivir a concentraciones altas de acidez, radiación ultravioleta o altas temperaturas.

“Sabemos que existen estos microorganismos. Se cree que fueron los primeros que hubo cuando la Tierra se formó, y por analogía parece una teoría muy plausible que esta fosfina pueda ser producida por ellos”, afirma.

Sin embargo, la científica también es cuidadosa al asegurar que el descubrimiento implique la existencia de vida: “Hay que tener mucho cuidado. Esto no significa que se haya detectado vida en otros planetas. Por un lado, es verdad que existe la posibilidad de un origen biológico que hay que seguir investigando, y por otro lado puede ser que efectivamente la fosfina haya sido producida por procesos fotoquímicos o geológicos que desconozcamos. Hay que desarrollar más los modelos que puedan explicar estas concentraciones en la atmósfera de Venus”, dice.

Aún así, las perspectivas son buenas. “Si bien se ha encontrado fosfina en las atmósferas de planetas gaseosos como Júpiter y Saturno, los procesos de producción son muy distintos a los planetas rocosos como la Tierra o Venus. La fosfina existe en el Sistema Solar, pero es la primera vez que se detecta en un planeta rocoso”, explica de Gregorio.

Para ello, asevera que tendremos que esperar al envío de sondas que puedan analizar la composición atmosférica y superficie del planeta. “Las agencias espaciales de todo el mundo están pensando en seguir la exploración de nuestro Sistema Solar, porque es el laboratorio más cercano que tenemos para hacer este tipo de estudios y descubrimientos sobre la vida fuera de la Tierra”, sostiene.

En una conferencia dictada este mediodía hora de Chile, los científicos mencionaron que “aunque no conocemos la vía bioquímica exacta que crea la fosfina, esperamos que nuestro trabajo motive ese avance. Creemos que la E. coli quien puede producirla en la Tierra”.

“Realmente tendríamos que estar seguros de haber descartado todo antes de poder decir que definitivamente hay vida. Estamos diciendo que hay algo realmente desconocido y que podría ser vida. Nosotros, el equipo, hemos descartado rigurosamente todas las formas de química en las que hemos pensado o especulado”, mencionan.

“Estamos publicando este resultado y esperamos que genere más trabajo, pero la única forma en que realmente podemos saber si hay vida o no es ir allí”, dijeron los investigadores.