Detectan otra reacción alérgica a la vacuna de Pfizer; una inmigrante permitió crear actuales inyecciones y hay 3.570 más posibilidades de contagiarse en Chile que en un avión: tres cosas que aprendimos del coronavirus esta semana

Enfermera tuvo un inesperado shock afiláctico, lo que hizo que médicos volvieran a recordar que personas con antecedentes de alergias graves deben procurar tomar precauciones antes de vacunarse. Además, un experto de la U. de Harvard calculó el riesgo de infectarse en un avión versus permanecer en Chile


1. Detectan otra reacción alérgica a vacuna

La semana pasada comenzó oficialmente la inoculación masiva de la primera vacuna en ser autorizada en el mundo. Se trata de la vacuna de Pfizer y el laboratori alemán BioNtech, la que comenzó a aplicarse en Gran Bretaña.

Sin embargo, autoridades del Servicio Nacional de Salud del Reino Unido (NHS), advirtieron que personas con antecedentes de reacciones alérgicas importantes no deberían recibir esta vacuna. Ello, luego que dos miembros del personal médico que fueron inoculados en ese país presentaran malestares tras el primer día de vacunaciones.

No fue la única. Este lunes comenzó también el proceso de inoculación en EE.UU. , donde se repitió lo de Gran Bretaña. Otra persona tuvo una reacción alérgica después de vacunarse. De acuerdo al New York Times, la persona, una enfermeda de Alaska, que se encuentra estable, tuvo la misma reacción adversa observada en los casos del Reino Unido la semana pasada; y también se resolvió tras la administración de epinefrina.

Según Lindy Jones, directora del departamento de emergencias donde se trató al paciente, éste no contaba con antecedentes de reacciones alérgicas.

La Administración de Drogas y Alimentos de EE.UU. (FDA) ha recomendado a personas con alergias que consulten con sus médicos para asegurarse de no ser alérgicos a ningún componente de la vacuna.

Al mismo tiempo, su par del Reino Unido señaló a principios de mes que cualquier persona con antecedentes de anafilaxia o reacciones alérgicas graves a un medicamento o alimento, no debería recibir la vacuna de Pfizer/BioNTech contra el coronavirus.

De acuerdo a lo dicho este domingo por los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) de Estados Unidos, personas que han experimentado reacciones graves a vacunas o medicamentos inyectables anteriores pueden recibir la vacuna Pfizer/BioNTech, pero deben discutir los riesgos con sus médicos y ser monitoreados durante 30 minutos después.

“Las personas que informan ese tipo de reacciones anafilácticas a otras vacunas o inyectables, aún pueden recibir la vacuna, pero deben recibir asesoramiento sobre los riesgos desconocidos de desarrollar una reacción alérgica grave y sopesar estos riesgos con el beneficio de la vacuna”, dijo Sarah Mbaeyi, funcionaria médica del Centro Nacional de Inmunización y Enfermedades Respiratorias de los CDC.

De acuerdo a Pfizer, la vacuna incluye una advertencia clara especificando que el tratamiento médico y la supervisión adecuados siempre deben estar disponibles en caso de anafilaxia.

Según la Dra. Ana María Agar, inmunóloga de Clínica Alemana, entrevistada por Qué Pasa, “la anafilaxia es una reacción que compromete diferentes partes del cuerpo, como el sistema cardiovascular -en el que se produce vasodilatación y cae la presión arterial-, y las vías respiratorias, donde se da edema y broncoconstricción, lo que puede derivar en una asfixia”.

“Asimismo, puede causar urticaria e hinchazón de párpados o labios. En casos extremos, la persona puede caer en un shock anafiláctico” explica.

Sin embargo, los científicos y médicos han sido claros en señalar que las reacciones alérgicas graves a las vacunas son extremadamente raras. Esto se reflejó durante el ensayo de Pfizer/BioNTech, que excluyó a las personas con antecedentes de anafilaxia. La FDA ha publicado datos que indican que el 0,63% de los participantes que recibieron la vacuna experimentaron reacciones adversas graves, en comparación con el 0,51% de las personas que recibieron un placebo.

2. Inmigrante permite crear actuales inyecciones

Nacida en Hungría, Katalin Kariko estaba obsesionada por investigar el Ácido Ribonucleico Mensajero (ARNm) en la Universidad de Pensilvania, Estado Unidos, pero su tozudez le costó su puesto en la facultad, que descartó su investigación, pues a su juicio, estaba en un callejón sin salida.

Sin embargo, Ahora, su trabajo pionero, que allanó el camino para las vacunas contra el Covid-19 de los laboratorios Pfizer/BioNTech y Moderna, podría ser lo que salve al mundo de una pandemia de 100 años.

Katalin Kariko
Katalin Kariko. Foto: AFP

“Esto es simplemente increíble”, dijo a la agencia AFP en una videollamada desde su casa en la ciudad de Filadelfia, agregando que no estaba acostumbrada a la atención después de trabajar durante años en la oscuridad. Para ella, este contexto demuestra por qué “es importante que la ciencia deba apoyarse en muchos niveles”.

Kariko, de 65 años, pasó gran parte de la década de 1990 escribiendo solicitudes de subvención para financiar sus investigaciones sobre el “ácido ribonucleico mensajero”, moléculas genéticas que le dicen a las células qué proteínas producir, esenciales para mantener nuestros cuerpos vivos y saludables.

Ella creía que el ARNm era la clave para tratar enfermedades en las que tener más proteínas del tipo correcto puede ayudar, como en la reparación del cerebro después de un accidente cerebrovascular.

Pero la Universidad de Pensilvania, donde Kariko estaba en camino de obtener una cátedra, decidió desvincularse del proyecto después de que se acumularan los rechazos de subvenciones. “Estaba lista para un ascenso, y luego me degradaron y esperaban que saliera por la puerta”, dijo Kariko.

Kariko aún no tenía la tarjeta verde para permanecer legalmente en el mercado laboral y necesitaba un trabajo para renovar su visado. También sabía que no podría enviar a su hija a la universidad sin el considerable descuento para el personal del centro.

Así, decidió persistir como investigadora de nivel inferior, arreglándoselas con un salario exiguo.

Fue un punto bajo en su vida y carrera. Sin embargo, “pensé ... ya sabes, la mesa (del laboratorio) está aquí, solo tengo que hacer mejores experimentos”. La experiencia dio forma a su filosofía para lidiar con la adversidad en todos los aspectos de la vida. “Hay que pensar bien y después tienes que decir ‘¿Qué puedo hacer?’ Así no desperdicias tu vida”, explicó en una nota a AFP.

Esa determinación es sello de su familia: su hija Susan Francia acabó yendo a la Universidad de Pensilvania, donde obtuvo una maestría y ganó medallas de oro con el equipo olímpico de remo de EE.UU. en 2008 y 2012.

Dentro del cuerpo, el ARNm entrega a las células las instrucciones almacenadas en el ADN, las moléculas que transportan todo nuestro código genético.

A fines de la década de 1980, gran parte de la comunidad científica se centró en el uso de ADN para administrar terapia génica, pero Kariko creía que el ARNm también era prometedor, ya que la mayoría de las enfermedades no son hereditarias y no necesitan soluciones que alteren permanentemente nuestra genética.

Sin embargo, primero tuvo que superar un problema importante: en experimentos con animales, el ARNm sintético causaba una respuesta inflamatoria masiva cuando el sistema inmunológico detectaba un elemento invasor y se apresuraba a combatirlo.

Kariko, junto con su colaborador principal Drew Weissman, descubrieron que uno de los cuatro bloques de construcción del ARNm sintético estaba fallando, y pudieron superar el problema intercambiándolo por una versión modificada.

Luego de ello publicaron un artículo sobre el avance en 2005. Ya en 2015, encontraron una nueva forma de administrar ARNm a ratones, utilizando una capa grasa llamada “nanopartículas lipídicas” que evitan que el ARNm se degrade y ayudan a colocarlo dentro de la parte correcta de las células.

Esas dos innovaciones fueron claves para las vacunas contra el Covid-19 desarrolladas por Pfizer y su socio alemán BioNTech, donde Kariko es ahora vicepresidenta senior, así como para las inyecciones producidas por Moderna.

Ambas funcionan dando a las células humanas las instrucciones para producir una proteína de superficie del coronavirus, que simula una infección y entrena al sistema inmunológico para cuando se encuentre con el virus real.

Aunque no quiere darle demasiada importancia, como mujer nacida en el extranjero en un campo dominado por los hombres, ocasionalmente se sentía subestimada, diciendo que la gente se acercaba después de las conferencias y preguntaba: “¿Quién es su supervisor?”.

“Siempre estaban pensando, ‘esa mujer con acento, debe haber alguien detrás de ella que sea más inteligente o algo así’”, dijo.

Hoy no es difícil imaginar que el comité del Premio Nobel recompense a Kariko y a sus colegas investigadores del ARNm.

Y así recuerda parte de las conversaciones telefónicas con su madre: “‘Nunca en mi vida recibo subvenciones (federales), no soy nadie, ni siquiera una facultad’”, se reía Kariko. A lo que su madre respondía: “¡Pero trabajas tan duro!”

3. Hay 3.570 más probabilidades de contagiarse en Chile que en un avión

Las aerolíneas han sido una de las industrias más golpeadas por la crisis sanitaria. Según cifras publicadas por el sitio statista.com, para octubre el número de vuelos programados en todo el mundo se redujo 45,8% en comparación a la misma fecha de 2019. Si en 2019 se realizaron cerca de 38,9 millones de vuelos, debido a la pandemia de coronavirus, la cifra cayó a 16,4 millones en 2020.

La reducción no solo se entiende por las cuarentenas y otro tipo de restricciones, sino también por el temor a volar en este contexto. Muchas personas temen contagiarse en el interior de un avión, dado lo limitado del espacio.

Países como Irlanda por ejemplo, desaconsejaron a sus habitantes los viajes aéreos en Navidad debido a que “el riesgo de viajes no esenciales fuera del país es simplemente demasiado alto en este momento”, citando un estudio que detectó casos positivos de Sars-CoV-2 en pasajeros y sus contactos en un vuelo a Irlanda que duró siete horas y media, y en el que solo iban 49 pasajeros en un avión de 283 asientos.

Sin embargo, en un informe de octubre de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) de EE.UU. señala que “la mayoría de los virus y otros gérmenes no se propagan fácilmente en los vuelos debido a la forma en que el aire circula y se filtra en los aviones”.

Sin embargo, para Ramón Sánchez, investigador principal de Desarrollo de Ecosistemas de Innovación y Sostenibilidad, del Departamento de Salud Ambiental de la Universidad de Harvard, entrevistado por Qué Pasa, volar es seguro. “Nuestras investigaciones muestran que el viajar en avión es muy seguro si se siguen las medidas de prevención adecuadas como el uso universal de mascarillas en la cabina del avión, la limpieza regular de superficies de contacto frecuente que realizan las aerolíneas y el mantenimiento adecuado de los sistemas de ventilación con filtros de alto rendimiento utilizados en aviación”, dijo.

A pesar de la disminución del tráfico aéreo global, en el 2020 poco más de 300 millones de personas han viajado por avión. Pero de ellas, señaló Sánchez, “solamente se han reportado menos de 1.200 infecciones probables de Covid-19 que ocurrieron en vuelo o relacionadas con aeropuertos y la mayoría de dichas infecciones ocurrieron en marzo y abril del 2020, antes del requerimiento de uso universal de mascarillas en vuelos comerciales”.

Incluso, agregó, si ese número fuera el doble y fueran 2.500 infecciones, el especialista dijo que se tendría una tasa acumulada anual de 0,83 infecciones por cada 100.000 viajeros aéreos. Esto es muy poco en términos relativos, aseguró. “Si se compara con la tasa acumulada anual de infecciones de Covid-19 en Chile que es de aproximadamente 2.963 infecciones por cada 100.000 habitantes, el riesgo de infección por volar sería entonces 3.570 veces menor que el promedio del riesgo nacional de infección por vivir en Chile”.

France: Air France Flight
Foto: Reuters

Las mascarillas y la limpieza en conjunto, añade Sánchez, reducen la exposición potencial al virus Sars-CoV-2 entre un 92 y 98%, “si acaso hubiera una persona infectada en la cabina del avión”.

Adicionalmente, los sistemas de ventilación con filtros de alto rendimiento (HEPA por sus siglas en inglés) esencialmente eliminan cualquier concentración potencial del virus que pudiera quedar en el aire, resaltó Sánchez, “por lo cual el riesgo del viaje en avión es muy reducido”.

En el estudio de Harvard se especifica que la ventilación de la aeronave ofrece una protección mejorada para diluir y eliminar los contagios transportados por el aire en comparación con otros espacios interiores con ventilación mecánica convencional. Es sustancialmente mejor, asegura, que las situaciones residenciales.

En un avión (con las medidas adecuadas) nivel de ventilación contrarresta eficazmente la proximidad a la que estarán sujetos los viajeros durante los vuelos. “El nivel de ventilación proporcionado en la aeronave a bordo reduciría sustancialmente la oportunidad de transmisión de partículas infecciosas, cuando se combina con el cumplimiento constante de las políticas de uso de mascarillas”, detalla la investigación.

“No compartir una mesa para comer con alguien que no viva en el mismo domicilio, no quitarse la mascarilla más tiempo del necesario para consumir alimentos o bebidas en un restaurante o durante el vuelo, no aglomerarse al entrar o salir del avión sin guardar la distancia física adecuada, etc.”, son algunas de las recomendaciones que entregó Sánchez.

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