El 25 de enero pasado, Gladys (69) fue una de tantas pacientes que llegaron a la Posta Central con diagnóstico de Covid-19, tras una semana de fiebre y problemas al respirar. El mismo día de su arribo fue intubada y derivada a la Unidad de Cuidados Intensivos, donde estaría los próximos ocho días. Al despertar, no recordaba cómo llegó a la Posta.
“Sólo recuerdo ver una pieza blanca entera. No recuerdo haber sido intubada, pero sí haber recibido muchas inyecciones en el brazo. El coronavirus me afectó mucho emocionalmente, ojalá nunca me hubiese dado esto”, cuenra Gladys, costurera, madre de cinco hijos y vecina de Villa Francia en Maipú.
Milena Köhnenkampf, terapeuta ocupacional de la Posta Central que acompaña a Gladys en su proceso de recuperación, explica que la paciente sufría de delirium, síndrome que afecta a uno de cada cuatro pacientes hospitalizados, y que plantea un gran desafío para los equipos médicos. “Ella no lograba mantener la conexión con el medio, tenía pensamientos desorganizados, con alucinaciones visuales y auditivas, y se comportaba de forma agresiva”, señala.
La Dra. Alejandra Maturana, jefa de la Unidad de Neurología del Hospital de Urgencia Asistencia Pública (HUAP), afirma que este síndrome “es fluctuante, y con frecuencia afecta a pacientes de mayor edad. La Organización Mundial de la Salud ha recomendado una especial prevención y tratamiento, ya que si no se resuelve, el paciente tendrá menos probabilidad de recuperación”.
Según la Organización Panamericana de la Salud, este tipo de síndrome es habitual en estos casos y pudo verse hace casi 20 años, con el primer brote de SARS -primo genético del actual Sars-Cov-2- en Asia. “El primer impacto de una epidemia es la crisis misma. No obstante, la población en general y las personas suelen presentar temor, ansiedad, angustia y depresión. En el año 2003, al inicio del brote de SARS, se informaron problemas de salud mental, que incluyeron depresión persistente, ansiedad, ataques de pánico, excitación psicomotora, síntomas psicóticos, delirium e incluso tendencias suicidas”, indica el organismo.
De hecho, un estudio publicado en julio de 2020 en la revista científica Brain también advirtió sobre casos de delirium vinculados a la pandemia. De 43 pacientes analizados , 10 de ellos presentaron psicosis (de ellos nueve hicieron recuperación total o parcial solo con apoyo), 12 presentaron síntomas relacionados con síndrome inflamatorio del sistema nervioso central (encefalitis y encefalomielitis), ocho tuvieron accidentes cerebrovasculares, ocho síndrome de Guillain Barre y otros cinco, trastornos cerebrales que no pudieron clasificar.
Causas y apoyo
Actualmente existen diversos estudios que señalan que la presencia de delirium durante la hospitalización predispone a los pacientes a padecer daño cognitivo, por lo que su correcto manejo es absolutamente concluyente. En el Hospital de Urgencia Asistencia Pública se han descrito alteraciones neurológicas como dolor muscular, mareo, cefalea, fatiga y anosmia que están en seguimiento tanto por neurólogos y psiquiatras. Además, medicamentos como la melatonina o de la familia agonista alfa -2 (como por ejemplo la dexmedetomidina, usada como ansiolítico, analgésico y sedante) y antipsicóticos de baja potencia han ayudado a controlar el comportamiento de los pacientes.
Según datos de la Mayo Clinic de EE.UU., “el delirio puede deberse a uno o más factores contribuyentes, como una enfermedad grave o crónica, cambios en el equilibrio metabólico (como bajo sodio), medicamentos, infección, cirugía, o intoxicación o abstinencia por alcohol o drogas. Por lo general, sus signos y síntomas comienzan durante unas horas o unos días. Suelen fluctuar durante el día, y puede haber períodos de ausencia de síntomas. Éstos tienden a empeorar durante la noche cuando está oscuro y las cosas no se ven tan familiares”.
La Dra. Carolina Rivera, jefa del Servicio de Medicina Física y Rehabilitación de la Posta Central, afirma que el delirium retrasa el inicio de la rehabilitación y prolonga la estadía hospitalaria, por lo que prevenir esta condición es fundamental. “Las estrategias son bien variadas. Van desde la movilización precoz, hasta la obtención de un código de comunicación efectivo, el retiro de las sondas nasoenterales, el retiro de las sondas urinarias y el manejo del dolor. Además, hay otras formas como mantener la comunicación familiar a través de tablets o celulares, carteles de orientación y en lo posible mantener una mayor iluminación durante el día para respetar los ritmos circadianos”.