A través de largos años de estudio, el profesor Edmundo Acevedo Hinojosa se ha dedicado fervientemente a investigar las características del tamarugo, una especie de leguminosa cuyo árbol puede alcanzar los 25 metros de altura, y que crece en la conocida Pampa del Tamarugal, una extensa planicie a mil metros sobre nivel del mar, al este de Iquique en el norte de Chile.
En estos salares existen, entre cuatro y hasta 100 metros de profundidad, aguas subterráneas utilizadas por la planta para sobrevivir. Sin embargo, la explotación minera ha hecho que los tamarugos tengan que hacer un esfuerzo extra para poder obtener el agua.
“Nosotros en la Universidad de Chile vemos si la actividad del tamarugo es la correcta, si esta vivo y funcionando bien, y actuamos como un ‘semáforo': cuando la napa baja demasiado, prendemos una luz amarilla. Hasta ahora nunca hemos llegado a la luz roja”, cuenta. “Esto también es nuevo porque comenzamos a estudiarla hace muchos años y fuimos los primeros en el mundo en hacerlo”, señala el científico de 79 años.
Fue gracias a este trabajo y decenas de otars investigaciones, que el ingeniero agrónomo de la Universidad de Chile fue elegido este viernes por el Ministerio de Educación como Premio Nacional de Ciencias Aplicadas y Tecnológicas 2020.
El profesional, hoy retirado, fue elegido en honor a su trayectoria llena de aportes al conocimiento aplicado y al sector silvoagropecuario, donde además destacó en áreas como la captura de carbono en los suelos para disminuir el carbono en la atmósfera, buscando aminorar los efectos del cambio climático.
En su currículum figura con el título de ingeniero agrónomo en la Universidad de Chile en 1964, con doctorado en el M.S. Soil Science en la Universidad de California, y actualmente es Profesor Emérito de su misma alma máter, desde julio de 2019. Cuenta con decenas de asesorías internacionales, 120 publicaciones científicas, y diversos cargos y direcciones académicas desde fines de los años 60 hasta hoy.
Además, posee numerosos reconocimientos, como Premios a la actividad docente en la Universidad de Chile (1977, 1983 y 1996), Premio de la Sociedad Agronómica de Chile por el trabajo “Uso óptimo del agua bajo condiciones de escasez e incertidumbre” (1984), Premio al Mérito Agronómico de la Sociedad Agronómica de Chile (1994), Premio de la Sociedad Agronómica de Chile por el trabajo “Evaluación de la resistencia a estrés hídrico y estabilidad de rendimiento en genotipos de trigo” (2002), Premio Carlos Porter del Colegio de Ingenieros Agrónomos de Chile (2006), Medalla al Mérito Académico Rector Ruy Barbosa en la Universidad de Chile (2010), y Premio “Espiga de Oro” del Colegio de Ingenieros Agrónomos por sus aportes al sector silvoagropecuario y destacada trayectoria profesional (2016), entre otros.
“Debí pelear más fuerte”
En conversación con La Tercera desde su casa en Olmué, el nuevo Premio Nacional de Ciencias Aplicadas y Tecnológicas no esconde su alegría, aunque se toma el reconocimiento con mesura: “Supe lo del premio este mediodía cuando me llamó el ministro de Educación. Yo ya estoy retirado recientemente de la Universidad de Chile, así que me siento igual que siempre no más. Me retiré hace poco, y estoy viejo (ríe)”.
Acevedo señala que de su carrera hay tres aspectos destacables: “Uno tiene relación con mis estudios sobre la resistencia a la sequía en las plantas. Fui un descubridor del ajuste osmótico, es el único mecanismo realmente conocido que les da resistencia a la escasez de agua y que tiene variabilidad genética, es decir, se puede transmitir a otras plantas”.
“Otro punto interesante es la captura de carbono de la atmósfera en el suelo a través de la agricultura, área en la que he estado trabajando los últimos 20 años. Se trata de invertir el flujo de carbono, porque en agricultura el carbono del suelo se va a la atmósfera en grandes cantidades. Mis estudios consistieron en hacer que en vez de irse a la atmósfera, el suelo capturara carbono del aire”, cuenta.
En relación a lo anterior, el profesor Acevedo señala que “estamos en un punto desastroso en lo que tiene que ver con el cambio climático. Estoy totalmente en contra de la gente que dice que este efecto no existe. En Chile central estamos teniendo sequías absolutas, de hecho el año pasado no llovió ningún milímetro en mi zona de Olmué”.
En cuanto a las medidas tomadas por las autoridades chilenas, el científico señala que “debiesen haber más recursos. Sin embargo, valoro enormemente lo que se ha hecho con la energía en Chile, cómo el país se ha ido transformando en la parte eólica, solar, y estamos quemando menos carbono”.
Aún así, indica que sus estudios sobre el flujo de carbono del aire al suelo, “quizá debiesen haber ido a la parte práctica en terreno para que los agricultores lo trabajaran. Lo hicimos, pero no fuimos tan exitosos”, admite.
Además, puntualiza que “a pesar de los avances en energía, no se ha hecho prácticamente nada en el campo de la agricultura. Eso es en parte culpa mía, porque debería haber peleado más fuerte”.