Durante más de 170 años, la subducción de la placa de Nazca bajo la placa Sudamericana estuvo retenida sin poder liberar energía acumulada a través de un evento sísmico. Debido a esto, se acumuló una diferencia de hasta 10 metros entre el desplazamiento esperado de las placas y el real.
Ante dicha situación, un grupo de sismólogos, entre ellos, Sergio Barrientos, director del Centro Sismológico Nacional, publicaron un estudio en junio de 2009, titulado “Acumulación de deformaciones intersísmicas medidas por GPS en la brecha sísmica entre Constitución y Concepción en Chile”, señalando la posibilidad de que un terremoto de magnitud entre 8 y 8,5 pueda ocurrir “en un futuro cercano”. Este futuro cercano que consideraban Barrientos y compañía, llegó ochos meses después, el 27 de febrero de 2010.
Conocido como 27F, a las 3.34 de la madrugada un terremoto de magnitud de 8,8 MW, con epicentro frente a las costas de la Región del Biobío (actual Región de Ñuble), sacudió al territorio nacional. Con una profundidad de 30,1 kilómetros bajo la corteza terrestre. El sismo tuvo una duración de cuatro minutos en las zonas cercanas al epicentro, y más de dos minutos en Santiago.
El evento fue de tal magnitud, el tercero más fuerte de la historia en Chile, que afectó al 80% del país, un total de 13 millones de personas. Incluso, fue percibido en otros países de la región, como Argentina y Brasil. Además, fue acompañado de un maremoto, el que aumentó la catástrofe y las víctimas fatales (525 en total), arrasando con ciudades y pueblos del sur de Chile, tales como Constitución, Curanipe o Iloca.
Todo lo que sucedió finalmente fue anticipado por este grupo de sismólogos. El revelador documento establecía que el área de Concepción–Constitución en el centro sur de Chile es muy probablemente una brecha sísmica madura, ya que no ha ocurrido allí un gran terremoto de subducción desde 1835.
En esta zona se llevaron a cabo tres campañas de mediciones del sistema de posicionamiento global (GPS): en 1996, 1999 y 2002. “Observamos una red de alrededor de 40 sitios, incluyendo dos transectos este-oeste que van desde la zona costera hasta la frontera con Argentina y un perfil norte-sur a lo largo de la costa”, estableció el documento.
Nuestras mediciones, argumentaban los investigadores en el estudio, son consistentes con la velocidad angular relativa de Nazca/América del Sur, que predice una convergencia de 68 mm/año orientada 79°N en la fosa chilena cerca de 36°S. Con respecto a América del Sur añade, las velocidades horizontales disminuyen de 45 mm/año en la costa a 10 mm/año en la cordillera. Las velocidades verticales exhiben un patrón coherente con valores negativos de alrededor de 10 mm/año en la costa y ligeramente positivos o cercanos a cero en el valle central o la cordillera.
Añadía que las velocidades horizontales tienen incertidumbres formales en el rango de 1 a 3 mm/año y las velocidades verticales alrededor de 3 a 6 mm/año. La deformación de la superficie en esta área del centro sur de Chile es consistente con una carga elástica totalmente acoplada en la interfaz de subducción en profundidad.
Finalmente, anticipó la investigación, un movimiento de convergencia de alrededor de 68 mm/año representa más de 10 m de desplazamiento acumulado desde el último gran evento de subducción entre placas en esta área hace más de 170 años (terremoto de 1835 descrito por Darwin). Por lo tanto, en el peor de los casos, el área ya tiene potencial para un terremoto de una magnitud de 8 a 8,5, en caso de que ocurra en un futuro cercano, concluyó el estudio.