“El fenómeno de El Niño, que ya ha llegado a las costas de nuestro país, generará un alza en la temperatura promedio océano, lo que conllevará a una mayor evaporación del agua, y por ende, un incremento en las precipitaciones en el territorio nacional”.
Así lo proyecta Francisco Correa, investigador del Instituto Iberoamericano de Desarrollo Sostenible de la Universidad Autónoma de Chile, en relación a las consecuencias que tiene y tendrá el fenómeno climático en nuestro país.
“Esto ocurrirá principalmente desde la zona norte a la zona centro sur. Las lluvias derivarán en un aumento de los caudales de los ríos, fenómeno que no es normal para la época de primavera y verano, con consecuencias económicas y sociales”, agrega Correa.
El Niño se fortalece y sería el más poderoso en más de 70 años
La opinión del investigador de la Universidad Autónoma de Chile coincide con el último informe climático de la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica (Noaa), institución que hace unos días reveló que el fenómeno de El Niño se potenciará en los próximos meses, lo que podría impactar de manera directa en el desarrollo de la primavera en Chile.
El informe señala que El Niño permanecerá al menos hasta enero-marzo de 2024, lo que también impactaría en el verano en el hemisferio sur, justamente, momento en el que alcanzaría su mayor apogeo.
El diagnóstico de la Noaa indica que El Niño continuaría intensificándose cada vez más, y le asigna un 96% de probabilidad de que efectivamente así ocurra. Incluso, podría alcanzar cifras que no se registran desde 1950, hace 73 años.
Ignacio Fuentes, académico de la Universidad de Las Américas, sostiene que en Chile El Niño conduce a años lluviosos, pero también “a un aumento en las temperaturas oceánicas y atmosféricas. En consecuencia, es de esperar que este 2023 sea uno de los años más calurosos registrados, con varias olas de calor”.
Como se prevé que El Niño siga activo durante este año, “es posible que más precipitaciones ocurran en los próximos meses”.
Fenómeno de El Niño: más precipitaciones de lo acostumbrado
Miguel Fernández, meteorólogo y académico de la Escuela de Ciencias del Mar de la Universidad Católica de Valparaíso, dice que el fenómeno de El Niño es un tanto complejo, y comenzó a desarrollarse bastante tarde, por lo que las precipitaciones recién comenzaron a registrarse en agosto, llegando a su peak máximo en octubre.
Al documento climático de la Noaa, se suma la Dirección Meteorológica de Chile (DMC), que a través de su pronóstico estacional para septiembre, octubre y noviembre, señala más precipitaciones de lo acostumbrado. “Esto implicaría que las lluvias acumuladas oscilarían para el período septiembre-octubre-noviembre (SON), entre el rango normal y sobre lo normal, es decir, que existen altas probabilidades de que durante estos tres meses se registren más de 17 mm de precipitación, ya que su rango normal oscila entre los 17 y 48 mm”, indica el documento.
La situación se repetiría en otras regiones del país, sobre todo en el tramo sur de la Región de Coquimbo aproximadamente y la Región del Maule, al igual que desde la Región de Los Ríos hasta la Región de Magallanes. Esto significa que en cada estación meteorológica dentro de estas áreas, la precipitación puede acumularse tanto dentro del rango normal como por encima de él para esta época, añade la DMC.
Fernando Santibáñez, bioclimatólogo y académico de la Facultad de Ciencias de la Naturaleza de la Universidad San Sebastián, establece que trae efectos positivos y negativos. “Los primeros, es que mejora considerablemente la recarga de agua de las cuencas, que ya vienen estresadas por 15 años de sequía. Esperamos una mejoría en los índices hidrológicos este año. Mientras que los segundos, son de varios tipos, como la amenaza a la seguridad humana, como algunos eventos que hemos visto, tales como inundaciones, avalanchas o deslizamientos de tierras, también se ve afectada la infraestructura, y la agricultura, con efectos inmediatos y de largo plazo”.
Fenómeno de El Niño poderoso: las consecuencias en Chile
Cristóbal Ramírez de Arellano, director de la carrera de Geología de la Universidad Andrés Bello, explica que con el cambio climático, el fenómeno de El Niño podría potenciarse, sin embargo, eso aún es materia de estudio.
Ramírez de Arellano sostiene que ha habido varios “Niños” que podemos recordar, como por ejemplo, los estragos que dejaron las lluvias en 1997, cuando ocurrió el aluvión en la Quebrada de Macul. “En general, en distintos lugares del planeta, El Niño genera, o bien fuertes lluvias e inundaciones, o grandes sequías, con las consiguientes repercusiones que esto trae para la agricultura, remediación de los “desastres” y, consecuentemente, la economía de cada país”.
En Chile, como hemos visto en las últimas semanas, las fuertes lluvias, que vienen después de varios años secos causados por La Niña, pueden causar distintos tipos de remociones en masa como lo ocurrido en Concón, los flujos de barro del Cajón del Maipo y muchos otros eventos que han ocurrido en distintas ciudades del país, sostiene el académico de la Unab.
“En lugares cordilleranos esto se agrava por el hecho de que El Niño también se asocia a temperaturas relativamente más altas, que hacen que la isoterma 0°C (la cota de altura que se encuentra a dicha temperatura) se encuentre unos cientos de metros más alta de lo normal, por lo tanto, llueve fuertemente, en lugares donde normalmente nevaría, arrastrando los detritos (la tierra) con mayor facilidad”, añade este último.
Dice que esto es lo mismo que ocurre con las lluvias de verano, tanto en Chile central como más al norte, con la influencia del invierno boliviano. “Hacia el sur el efecto puede ser inverso, disminuyendo las precipitaciones”,
Desde el punto de vista de la geología aplicada y las geociencias, lo que hoy sabemos es que la meteorología permite predecir con mucho tiempo estos eventos. Desde el año pasado se sabía que vendría un “Súper Niño”, desde la geología sabemos los tipos de remociones que pueden ocurrir y existen los mapas que lo señalan. Por lo tanto, lo importante es saber convivir con estas variaciones climáticas y estar preparados, considera Ramírez de Arellano.