A medida que la cifra de muertes por coronavirus aumenta y hoy se contabilizan 380 mil muertos, los científicos de todo el mundo siguen compitiendo para encontrar una vacuna lo antes posible.
Con más de 100 ensayos en curso, los expertos esperan que al menos uno de ellos sea suficientemente efectivo y seguro como para alcanzar el objetivo promedio de 18 meses. Al día de hoy, seis laboratorios llevan la delantera en su elaboración.
Pero hay un largo proceso antes que algún fármaco pueda ser inoculado en un ser humano. Además de la obtención de fondos, investigación y desarrollo, recién comienza el período de pruebas en laboratorio y en humanos, esperando resultados positivos y el visto bueno por parte de las autoridades sanitarias internacionales. Eso, sin contar el tiempo que le tomará a la industria farmacéutica la elaboración de las millones de dosis.
Y los tiempos pueden ser más largos de lo previsto. De acuerdo a una estimación realizada por The New York Times, tomando todos los factores anteriores, en el peor de los escenarios una vacuna podría estar recién en mayo de 2036.
Las tres fases
Sofía Salas, docente investigadora del Centro de Bioética, Facultad de Medicina de la Clínica Alemana-Universidad del Desarrollo, afirma que “es importante considerar que las vacunas no sirven para tratar una infección, sino que permite preparar al organismo para cuando se encuentre con el agente infeccioso. Protege a la persona que se vacuna, pero también a la población, por la inmunidad de rebaño”.
“Luego de desarrolladas las etapas exploratorias y los primeros estudios pre-clínicos, comienzan las pruebas en humanos. Lo importante de los ensayos con vacunas es que a diferencia de los otros ensayos clínicos que se hacen con pacientes que tienen la condición, en las vacunas los participantes son voluntarios sanos. Por estos mismos motivos, el nivel de seguridad debe ser muy alto”.
Según la especialista, en la Fase I, pequeños grupos de voluntarios sanos (en su mayoría jóvenes sin ninguna enfermedad), reciben la vacuna, lo que permite evaluar temas relacionados con seguridad y la capacidad de producir reacción inmunológica. “Es la primera prueba en humanos. También se pueden evaluar en esta fase las dosis requeridas, esquema de inmunización y forma de administrar”, señala.
“Estos voluntarios en general son personas no expuestas al riesgo de contagiarse. Luego de estas primeras pruebas (Fase 1a), en algunos casos se hacen en ensayos similares (Fase 1b), en personas igualmente sanas y no expuestas al riesgo, pero con grupos más amplios para ver diferencias en dosis, seguridad o esquema de vacunación. Estos ensayos son de etiqueta abierta, no randomizados”, afirma.
Ya en la Fase II, se prueba la vacuna en un pequeño grupo de sujetos, lo más parecidos a los candidatos a recibir la vacuna cuando esté lista, como similar grupo etario y condición física. Sólo se sigue a esta etapa si los resultados de la fase anterior son adecuados en términos de seguridad e inmunogenicidad.
Salas cuenta que “su diseño entrega información útil respecto de seguridad, eficacia e inmunogenicidad. Permite evaluar cómo otros factores (edad, género, raza, etc) influyen en la respuesta. Pueden ser cientos a miles de sujetos los que participan en esta etapa”.
Finalmente, en la Fase III la vacuna es administrada a miles de personas, en distintos lugares del mundo (multicéntrico), con el objeto de evaluar eficacia y seguridad. Una vez terminada con éxito esta etapa, la vacuna se registra y puede ir a una Fase IV, en la que se registran los efectos de la vacuna en la administración ya en ambiente fuera de un ensayo clínico. “Esto permite pesquisar eventos adversos poco frecuentes, aunque no siempre se hace un ensayo Fase IV para vacunas”, agrega la docente.
“La medida de la eficacia de una vacuna se define por el porcentaje de reducción de la incidencia -de la enfermedad o de la infección- entre la población vacunada. Lo importante de esta etapa es que se prueba en las condiciones más reales posibles. Esta etapa es más larga, y puede llevar un año antes de tener resultados confiables”.
Riesgos
La Dra. Salas menciona que en su conjunto, estos ensayos pretenden establecer parámetros como seguridad (que no tengan eventos adversos serios), lo que en general se ve en los ensayos Fase I; eficacia para prevenir la enfermedad y que corresponde a ensayos Fase II, en condiciones muy controladas, en personas saludables, para evaluar la respuesta inmune como por ejemplo, medir el desarrollo de anticuerpos.
Si la etapa anterior es satisfactoria, se comienzan ensayos Fase III en la población objetivo. Como referencia, cuando se probó la vacuna para la influenza (cuyo objetivo eran ancianos y menores de edad), se probaron en niños grandes primero y tras ver los buenos resultados se optó por ampliar los rangos de edad.
El otro parámetro es la efectividad, que describe la protección a través de la implementación de un programa de vacunación y refleja el comportamiento de la vacuna en “el mundo real”, fuera de la fase de ensayos.
“Es importante señalar que a más precoz la Fase, es mayor el riesgo, especialmente en Fase I. No obstante, no se parte de cero, sino que se ven las respuestas de vacunas anteriores para virus similares”, puntualiza Salas.
“Si bien algunas no alcanzaron a mostrar su eficacia (en caso que la epidemia haya desaparecido), sí se conoce el perfil de seguridad. Todos estos ensayos requieren de revisión y aprobación por parte de un Comité de Ética, que evalúa una serie de aspectos. Entre estos está cómo serán reclutado los sujetos, qué incentivos se les dará, que exista real voluntariedad, que se haya minimizado el riesgo potencial, etc”.
“En tiempos de SARS-Cov-2 existe gran apuro por obtener la vacuna en forma acelerada”, sentencia.