Colegios cerrando el año escolar, avalancha de ofertas en vuelos y hoteles all inclusive y solicitud de feriados legales en los trabajos. La señal es inequívoca; las vacaciones están a la vuelta de la esquina.
Por lo mismo, es importante anticiparse y tener en consideración algunas recomendaciones sobre todo si se trata de su salud y la de su familia. Gonzalo Blanco, jefe de la Unidad de Pacientes Internacionales de Clínica Las Condes, señala que “las llamadas enfermedades del viajero normalmente están asociadas a infecciones bacterianas, víricas, fúngicas y parasitarias que se pueden adquirir a la hora de viajar.”
Este tipo de patologías van variando de acuerdo con el destino y, cada zona geográfica, tiene sus propios riesgos. Pero si se trata de enumerar las más características, estas son las tres enfermedades más frecuentes en turistas y viajeros en vacaciones, según Blanco.
1. Diarrea del viajero
Es la afección más frecuente entre los turistas, (hasta un 40% de los que viajan a regiones tropicales). Se produce habitualmente por bacterias que se adquieren a través de los alimentos o bebidas contaminadas. Aunque no suele ser grave, puede obligar a modificar el viaje previsto, siendo más vulnerables en general los niños, personas de edad avanzada, y viajeros con inmunidad deprimida por diversas causas (aquellos que padecen enfermedades crónicas).
2. JetLag
Con las fronteras nuevamente abiertas tras la pandemia, se retomaron los vuelos a destinos lejanos pudiendo desplazarnos grandes distancias en muy poco tiempo, lo que provoca el paso de varios husos horarios. A esto se agregan esperas en los aeropuertos, las horas de vuelo, la llegada a un ambiente desconocido, cambios de clima y alimentación entre otras cosas.
Por estas razones el pasajero puede sufrir con alguna facilidad estrés, náuseas, diarreas o estreñimiento, fatiga e insomnio, siendo variable la duración de estas molestias, según cada individuo, habitualmente pasajeras en unas cuantas horas.
3. Mal de Altura o Mal Agudo de Montaña
Las grandes alturas provocan alteraciones por la falta de oxígeno, variaciones de la temperatura y realización de actividad física. Es aconsejable que aquellos viajeros que padecen una enfermedad crónica consulten con su médico antes de realizar el viaje. El denominado Mal de altura suele aparecer por sobre los 3.000 metros en ascensos graduales, o por encima de los 2.500 metros en personas que pasan directamente del nivel del mar a grandes altitudes (lo más habitual).
Los síntomas más frecuentes de esta última patología aparecen entre las 4 y 8 horas de la llegada y son: dolor de cabeza, insomnio, mareos, náuseas, falta de apetito y cansancio. Desaparecerán gradualmente con el descenso y analgésicos comunes, pero pueden durar varios días. En ocasiones, estos síntomas pueden ser de gran intensidad, con complicaciones cardiopulmonares que constituyen una urgencia médica, que necesitará consulta médica y el descenso inmediato de la altura. No es infrecuente que se presente en turistas que por actividades recreativas suben a la cordillera.
Además de seguros de salud que ofrecen las agencias de viajes o en los mismos aeropuertos, es importante tomar ciertas precauciones. Blanco detalla que hay que tener cuidado con los alimentos y bebidas, tomando algunas medidas básicas de higiene sugeridas, como lavarse las manos con frecuencia, sobre todo antes y después de comer, al manipular alimentos y al ir al baño, el agua corriente no en todos los sitios ofrece garantías de seguridad, siendo un elemento que puede desencadenar diarreas severas, por lo que es aconsejable beber agua embotellada o debidamente tratada. Las bebidas calientes y refrescos envasados son más seguros.
Adicionalmente, no usar cubos de hielo que no hayan sido preparados con agua segura, prestar atención a la repostería y a los helados, que pueden ser origen de enfermedades, consumir solo leche y derivados lácteos pasteurizados.
Tener cuidado con los quesos frescos, evitar consumir pescado y mariscos crudos, en algunos países se ofrecen ciertas especies que pueden contener potentes toxinas, que incluso cocinados, pueden provocar graves trastornos digestivos, tratar de ingerir comidas suficientemente cocidas y servidas calientes, tener cuidado con las salsas y preparados que contengan huevos crudos, no comer las frutas crudas y, en lo posible, pelarlas personalmente e intentar en determinados sitios, rechazar la comida ofrecida por vendedores ambulantes.
En el caso de pasajeros con enfermedades crónicas, independientemente de la enfermedad, debería tener en cuenta las siguientes sugerencias: Llevar una identificación accesible que permita conocer la enfermedad que padece, control con su médico de cabecera previo al viaje, llevar medicación suficiente para la duración del viaje y hacer un breve resumen, en lo posible en el idioma nativo del país al cual viaja, explicando diagnóstico y tratamiento.