“Es apestoso estar con weones que siguen activos en Tinder mientras están contigo”

“Es apestoso estar con weones que siguen activos en Tinder mientras están contigo”
“Es apestoso estar con weones que siguen activos en Tinder mientras están contigo”

Esta semana veremos el caso de Andrea, que quiere formalizar su relación con Claudio, quien solo le responde que no es capaz de lidiar con este nivel de intensidad y que tal vez lo mejor es que bajen un cambio.


Andrea vuelve a consulta cansada de esperar a Claudio. Llevan meses juntos, pero aún no son nada. ¿Cómo es eso? No son pareja, no son pololos... ¿Amigos? No, claramente lo que tienen no es una amistad, pero cuando Andrea le pide nombrar el tipo de vínculo que tienen, Claudio le responde que así como están… están bien. No echemos a perder lo que tenemos.

Después de la primera sesión, Andrea se da cuenta que lleva mucho tiempo engañándose así misma. Ella sí quiere ser algo de él. Quiere ser su pareja, formalizar su compromiso y ser suya. Lamentablemente, después de confrontarlo, Claudio le responde que no es capaz de lidiar con este nivel de intensidad y que tal vez lo mejor es que bajen un cambio.

“Es apestoso estar con weones que siguen activos en Tinder mientras están contigo”

Así arranca la segunda sesión. Andrea está furiosa y confiesa que le agrede cuando le dicen intensa, pues, a sus ojos, éste es el comodín de todos los hombres cuando ven amenazada su cómoda soltería. ¿Será así?

Para el psicoanalista Luciano Lutereau la queja de Andrea es propia de nuestros tiempos, pues las mujeres cada vez se sienten más avergonzadas por sentirse densas, intensas, culpables de no hacer lo suficiente o lo correcto como para que un varón se quede, las elija”.

Y tal como señala en El fin de la masculinidad, los hombres se defienden de vínculos y compromisos acusándolas de intensas, pues en estos tiempos de múltiples opciones y aplicaciones… ¿quién va a querer casarse con una? Así, en este capitalismo del amor que denuncia Lutereau, la “vida humana transcurre permanentemente en el conflicto entre narcisismo y erotismo”.

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Además, a juicio de este autor, la masculinidad del siglo XX ha cambiado, pues en esa época se esperaba que un hombre que seducía a una mujer cumpliera sus promesas. Abandonarla o no cumplir la palabra empeñada eran acciones repudiables y esta actitud avergonzaba tanto al hombre como a su familia… fenómeno que hoy -smartphones mediante- ha mutado en una preocupante incapacidad de los hombres para concretar. Sigamos con Lutereau:

“Otra situación bastante típica que ha traído la tecnología en las relaciones, es la queja, sobre todo en mujeres, por la falta de predisposición de los varones al encuentro. Es decir, mantienen conversaciones ya sea por Instagram, WhatsApp o cualquier otra, reaccionan a las imágenes y los posteos pero huyen a la posibilidad de encuentro”.

Y en esta incertidumbre navegan mujeres que, al igual que Andrea, están cansadas de armar y desarmar relaciones. Y cuando todo parece ir bien… cuando ya por fin parece que hay una base sólida para construir… viene la sacada de piso… No somos nada… No insistas… No me da para tanta intensidad… Y aunque para muchas y muchos este sea un nuevo fenómeno, para este psicoanalista transandino la intensidad femenina es el equivalente a las mujeres narcisistas de la época victoriana.

“La intensidad femenina no es una novedad de nuestra época, es más una continuación de lo que Freud llamó ‘mujeres narcisistas’, esas para las cuales el amor adquiere el carácter de una condición absoluta: quiero que ame, que me elija, ser su prioridad, que se sacrifique por mí, que me demuestre su amor, porque, si no, es un pelotudo, no me quiere”.

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Así, pese a que ya no vivimos en la época freudiana, muchas mujeres siguen queriendo que los hombres las quieran y muchos hombres se defienden de esta demanda sosteniendo no estar dispuestos a convertirse en la versión actualizada del príncipe azul, “ese hombre capaz de renunciar a su deseo por amor”. Príncipe que… nos recuerda Lutereau… ya no está disponible…

Vamos con Andrea:

Perdona Sebastián, llegué muy cargada, pero estoy chata de que cada vez que quiero dar un paso en una relación me acusan de intensa. Me duele, porque sí, he aprendido a aguantarme, a esperar, pues antes exigía formalizar las cosas. He sido muy paciente con Claudio, por eso me da tanta rabia, pues a él sí que no que le apliqué la fórmula escolar…

¿Cuál fórmula?

Cuando era chica, después de salir un rato, te pedían pololeo o next. Y no había rollo, si no era él iba a ser otro. Era así de simple y la fórmula no fallaba, pero ya en la U empezó esta cosa tan masculina de que no quiero un compromiso ni algo serio. Vamos lento, para que etiquetarnos. Y créeme que no ando con el vestido de novia en la cartera, pero es apestoso estar con weones que siguen activos en Tinder mientras están contigo, que te mienten para salir de viaje con amigos, que se inventan amigas que nunca has visto ni escuchado cuando les pillas el WhatsApp llenos de corazones y emoticones que antes te llegaban a ti… Weones que no llegan a las citas, pero que no paran de mandarte mensajes. Chata Sebastián, estoy chata y pensé que con Claudio era distinto… bueno… él es distinto a todos los hombres que conocía… pero en esto… es igual.

¿Igual en qué?

A ver, lo que me gusta de Claudio es que es serio, sano, no es de andar webeando y está super enfocado en el trabajo y en sus carreras. No tiene Tinder, ni exes o minas que le escriban. Eso me encanta, pero me da entre pena y rabia que no haya sido capaz de hacerme un espacio en su vida. He sido yo la que se ha ido abriendo camino, conquistando lugares, días, horarios. Es muy cuadrado y está claro que después del Trail y el trabajo vengo yo, pero a ratos me gustaría sentirme más importante (silencio).

¿La más importante?

Pucha sí, suena patético y fui bien patética, pues lo anduve siguiendo para todos lados, me inscribí en su equipo de Trail, fuimos a entrenamientos y a carreras juntos … pero jamás quiso conocer a mis papás ni ir a ninguno de los carretes de mis amigas, siempre con la excusa de sus sagradas horas de sueño... Para colmo, en la oficina no se puede saber que estamos juntos y a ojos de todos somos amigos de gimnasio y en los carretes de la pega me ignora… y yo tengo que entender que tiene que ser así, pues no está dispuesto a poner en riesgo su trabajo… trabajo que le permite vivir su verdadera pasión.

¿El running?

Sí, para él todo es correr y mientras yo estoy acá quejándome, el entrena sin saber ni entender lo que me pasa. Y siendo super honesta, aparte de darme cuenta que tengo nulo amor propio, soy floja, pues no sabes la lata que me da estar sola y el pánico que me da volver al mercado de las relaciones. Solo por esto no he mandado a Claudio a la punta del cerro. Algunas amigas me dicen que lo deje. Otras que siga con él, pero que me abra a otras relaciones, pero me carga eso de salir con uno el jueves y otro el sábado. Ya casi tengo 30 años y juraba que a esta altura de la vida ya iba a estar más resuelta. No sé si casada y con hijos, pero sí al menos con una pareja.

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¿Y antes de Claudio?

Un desastre. En el colegio pololeé harto, pero eran cosas de cabra chica. Ya en la U tuve mi primer pololo serio. Fue lindo, pero lo pasé súper mal cuando me pateó porque no quería ser su única polola de la U. Ahí entré en un espiral malo. Pasaba de carretear harto y salir con varios, a encerrarme y no querer saber de nadie. Y ya trabajando tuve dos relaciones antes de Claudio… y fueron tóxicas. Eran muy pendejos, uno más que otro, pero al final me daba cuenta que con tal de no estar sola estiraba el chicle. Y no sé si todo esto se me está sumando a lo de Claudio, pero ya casi estoy en la parada de que odio a todos los hombres… de que todos son iguales… pero después se me pasa la rabia y me doy cuenta que si me quisiera más habría terminado con Claudio… y ahí me doy pena…

La demanda de Andrea, tal como sostiene Alexandra Kohan en Y sin embargo el amor, es siempre demanda de amor, es incondicional; pide la incondicionalidad del Otro, su presencia. La demanda pide más demanda, pide amor, pide signos del Otro”.

Andrea, como tantas clientas, quiere saber que “lo que tiene con Claudio” no es una cosa pasajera, sino un compromiso serio. Andrea añora la exclusividad y aunque no compite con otras, teme que nunca vaya a pasar del tercer lugar en la vida de Claudio… viviendo siempre después del Trail y el trabajo.

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Y aunque no sepamos que pasa con Claudio, es probable que se sienta interpretado con las siguientes palabras de Kohan: “la demanda pide el sacrificio del Otro y por eso es infernal, insaciable y, por momentos puede ser hasta insoportable, porque nada alcanza, sólo importa que el otro se muestre presente y dando signos de amor”.

Desde esta óptica, formalizar la relación con Andrea implicaría para Claudio arriesgar lo que ha construido, con tanto esfuerzo, en el running y el trabajo. Y no queda más que preguntarnos si Andrea podrá seguir esperándolo y si Claudio será capaz de hacer un sacrificio que salve la relación.

Continuará…

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