En mayo de 2021, se espera que tres rovers o robots exploradores enviados desde la Tierra se encuentren circulando por el suelo de Marte, buscando vestigios que den cuenta si existe o alguna vez hubo vida en el planeta rojo.

Esto, porque al rover Curiosity de la Nasa -aún operativo-, se sumarán el recién lanzado Perseverance, que arribará el 18 de febrero de 2021, y la misión china Tianwen-1, que arribará al suelo marciano tres meses después.

Sin embargo, la posibilidad de encontrar vida tal como la conocemos, además de ser compleja por la naturaleza de la misión, también incluye un añadido extra: ¿qué ocurre si encontramos un microorganismo que ya haya sido puesto allí por el mismo robot, o uno anterior -de forma involuntaria-, desde la Tierra?

Asegurarse de que las naves espaciales estén lo más limpias y libres de contaminación posible antes de salir de la Tierra es uno de los requisitos del artículo IX del Tratado del Espacio Ultraterrestre de 1967, que exige que todos los países que exploran el espacio “eviten la contaminación dañina resultante de la introducción de materia extraterrestre“.

En respuesta, la Nasa desarrolló su propia política y procedimiento que describe los requisitos de limpieza para las naves espaciales, protegiendo tanto a otros cuerpos del Sistema Solar, como a la Tierra de la vida extraterrestre que pueda ser devuelta por las misiones espaciales que regresan.

Aún así, primero debemos saber si existe algún microbio que pueda sobrevivir a las complejas condiciones espaciales, ya sea para sobrevivir el viaje, o bien desarrollarse en alguna inhóspita superficie extraterrestre.

Súper microbios

Los extremófilos son microorganismos capaces de vivir en condiciones extremas, muy diferentes a la mayoría de las formas de vida en la Tierra. Existen al menos 15 clases y se extienden por todo el mundo, cada uno con una clasificación correspondiente a su nicho ambiental.

Sin embargo, estas clasificaciones no son exclusivas, ya que muchos extremófilos tienen múltiples categorías al mismo tiempo. A éstos se les llama poliextremófilos.

Uno de ellos es la bacteria Deinococcus radiodurans, microorganismo que en 2011 se descubrió era muy resistente a la radiación, debido a su extraordinaria capacidad para reparar su ADN cuando se daña.

Pero esta bacteria puede hacer más que eso. Este jueves, un estudio reveló que este microorganismo no sólo puede resistir a la radiación, sino que hacerlo en el espacio exterior, y por hasta tres años.

La radiación a causa del viento solar y de los rayos cósmicos es un enorme problema para los astronautas. Uno de ellos recibe mayores dosis en un año que un trabajador a cargo de las reparaciones tras un accidente nuclear (como los famosos “liquidadores” de Chernobyl en 1986), exposición que puede conducir a graves formas de cáncer.

En el estudio, la bacteria sobrevivió en el espacio durante un estudio realizado a bordo de la Estación Espacial Internacional, sugiriendo que formas de vida simples podrían viajar de un planeta a otro.

“Sabía que sobreviviría tras diversos estudios en laboratorio, pero cuando volvió con vida, me sentí aliviado”, dijo Akihiko Yamagishi, autor del estudio y profesor emérito en la Universidad de Tokio.

“Si las bacterias pueden sobrevivir en el espacio, también pueden ser transferidas de un planeta a otro”, agrega.

Pero además, el científico apunta que estos tipos de vida tienen el potencial de sobrevivir a un viaje por el espacio desde la Tierra a Marte. Esto se condice con la teoría de la panspermia, según la cual microorganismos podrían transportar vida entre planetas, y haber iniciado la vida en la Tierra.

“No sabemos de dónde surgió la vida. Si surgió vida en la Tierra, es posible que haya sido transferida a Marte”, afirma.

“Alternativamente, si surgió vida en Marte, podría haber sido transferida a la Tierra, lo que significa que somos descendientes de la vida marciana. “Y si el viaje es posible, entonces aumenta la probabilidad de encontrar vida en planetas fuera de nuestro Sistema Solar”, asegura Yamagishi.

Felices en Marte

Thomas Puzia, profesor del Instituto de astrofísica UC, conoce de las capacidades de los poliextremófilos. Cuenta que pueden sobrevivir en entornos sin agua ni alimentación, y exponerse a la radiación, incluso de reactores nucleares. Por ello, no parece asombrado por el estudio japonés.

“No es una sorpresa gigante que hayan logrado esto. Sin embargo, el experimento sí es algo más fundamentado que lo que se sabía anteriormente”, dice.

-¿Existe la posibilidad que podamos contaminar otros planetas?

Seguramente ya lo hicimos (ríe), sin duda que llevamos algunas cosas antes. Pero no es seguro que vayan a desarrollarse en un nuevo medioambiente de manera productiva. Salvo los poliextremófilos, otras bacterias morirían, pero hay otras bajo la corteza que pueden sobrevivir en ambientes amigables y establecerse.

El peligro se relaciona a la búsqueda de evidencia de vida fuera de la Tierra y el análisis por contaminación. Sólo la detección de una biosfera con propiedades totalmente distintas de nuestro planeta va a comprobar una evolución fuera de la Tierra.

Desde mi perspectiva hay cada vez más evidencia sobre la existencia de moléculas probióticas en todo el espacio. Se forman en granos de polvo en discos protoplanetarios y también en el espacio interestelar, por iluminación de distintos tipos de estrellas durante su formación. Ahí es donde se forman los ingredientes básicos en todas partes del universo.

-La idea de panspermia, ¿parece viable según el estudio?

Es una posibilidad real, pero también es la consecuencia de una cadena de millones de procesos anteriores para llegar a este organismo en particular. Para desarrollarla hay un tiempo de evolución de 4,5 mil millones de años hasta llegar a ese organismo.

En la panspermia hay múltiples capas. Si formamos una biosfera que pueda desarrollar una forma de evolución como la Tierra hace mil millones de años, quizá haya una posibilidad de llevar estos organismos vía un meteorito.

Sin embargo, es mucho mas factible que hayamos formado la protobiología en el espacio con una base molecular de por ejemplo, aminoácidos. Estas moléculas son fundamentales para iniciar el proceso de evolución, y ya existen en el espacio.

Este proceso es mucho más obvio, universal y pasa en cualquier tipo de galaxia o ambiente, que llevar una célula de un planeta por impacto. Es posible, pero el mecanismo de ’protopanspermia’ es mucho más probable. Hay que ver que las biosferas evolucionan durante la vida de una estrella, se forma un sistema planetario, el sol que tenemos hoy es 20% más brillante que al inicio del Sistema Solar y la zona habitable cambió.

La evolución cósmica o química interestelar lleva al sistema en general a un nivel de posibilidades de desarrollar una evolución simple y básica, que es muy probable en cualquier lado de cualquier galaxia. La panspermia es posible, pero lo más probable es que hayamos generado la base para la evolución en cualquier otro sitio.

-¿Se tomaban las precauciones a los viajes a la Luna en los años ’60 o ’70?

“¡No! (ríe). Habitualmente, todos (las agencias espaciales) dicen que son limpios y esterilizados, pero cada proceso tiene una posibilidad de contaminación residual. No podemos garantizar que todo es perfecto”.

“Sólo imaginemos las cápsulas que llevaron a las misiones Apolo a la Luna, dentro no tenían ningún tipo de esterilización. Los astronautas vivieron allí, entraron, salieron, e hicieron sus necesidades biológicas. ¿Cómo podemos hablar de esterilización perfecta si las cajas con esos residuos están aún allá?”

“Hay muchas vías por las que se puede contaminar el ambiente de otros planetas. Asegurar que todo está muy limpio es muy poco lógico”.

¿Qué pasaría entonces si el robot encuentra rastros de vida en Marte?

La única posibilidad de comprobar 100% que haya alguna iniciación de evolución distinta a la Tierra, es encontrar algún organismo que no exista aquí: con una química distinta, ADN diferente, estructura molecular distinta a la nuestra. Pero si encontramos una bacteria conocida, las cosas se complican. Quizás la sonda Viking contaminó en su momento la superficie con bacterias, éstas se multiplicaron y ahora viven felices en Marte.

El tema es muy complejo, porque buscamos organismos que tienen la capacidad de sobrevivir en condiciones extremas. Nos enfocamos en la evolución extrema en la Tierra, pero deberíamos abrir nuestra mente para buscar cualquier cosa.

El rover Perseverance incluye experimentos que van a buscar vida en base a lo que conocemos en la Tierra, claramente la posibilidad de una bioquímica similar allá es alta, pero al mismo tiempo nos exponemos a falsos positivos. Buscar evidencia de vida en otros mundos y comprobarla 100% como algo distinto, que evolucionó desde el principio en otro mundo es muy difícil.

-Por eso buscan fósiles bacterianos

Exactamente. En general hay que estudiar todo, entender mucho mejor y con más detalles las químicas y biodinámicas que sean posibles en las superficies de otros planetas, como las lunas de Júpiter o Saturno que tienen mucha agua. Este tipo de investigaciones tiene que ir por múltiples ángulos de análisis. Si entendemos una parte entendemos más la posibilidad de contaminación en otro lugar, y viceversa. Hay que empujar por cualquier vector y entender el universo de la mejor forma posible.