“Develando Terra Incógnita. Una búsqueda arqueológica de las primeras ocupaciones humanas en los salares de Infieles y Pedernales (3000-4100 msnm, 25°-26°S), Región de Atacama, Chile”. Así se titula la investigación que evaluó áreas con potenciales lugares habitados por seres humanos durante la transición Pleistoceno-Holoceno, hace más de 10.000 años.

El estudio estuvo a cargo de los científicos Patricio López, doctor en Arqueología e investigador del Museo de Historia Natural y Cultural del Desierto de Atacama, Carlos Carrasco, miembro del Colegio de Arqueólogos, Rodrigo Loyola del Instituto de Arqueología y Antropología de la Universidad Católica del Norte y Valentina Flores, doctora en Geología y académica del Departamento de Geología de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas de la Universidad de Chile.

La investigación, publicada en la revista científica InterSecciones, muestra los resultados de las prospecciones superficiales para conocer las primeras ocupaciones humanas en los salares de Infieles y Pedernales, entre otros, en cotas de altitud de 3.000 a 4.100 msnm.

Científicos en terreno. La investigación tiene una duración de cuatro años. Crédito: Valentina Flores.

Flores señala que por la complejidad del tema y sus diferentes aristas, “la investigación se abordó con un enfoque multidisciplinario. Por eso, el equipo de investigación está compuesto por científicos de diferentes áreas como arqueología, paleoecología y geología. En las campañas de terreno como en reuniones posteriores es muy interesante la conversación que se genera a partir de los diferentes puntos de vista, y entre todos vamos interpretando las evidencias, cada uno desde su disciplina y armando teorías”.

López explica que es un proyecto Fondecyt financiado por ANID (Agencia Nacional de Investigación y Desarrollo) y cuyo principal objetivo es el identificar las primeras ocupaciones humanas en las tierras altas de la Región de Atacama. “Para esto escogimos los salares más australes del continente como Pedernales, Infieles y Maricunga, junto a la laguna Negro Francisco, los que presentan características similares en cuanto a clima, geomorfología, vegetación y fauna. Son ambientes un tanto inexplorados arqueológicamente, aunque hay referencias recogidas décadas atrás en Infieles y en años recientes en el resto de las cuencas sobre todo por Estudios de Impacto Ambiental”.

Esta escasez de estudios se debe a que son áreas complejas de trabajar por las condiciones climáticas adversas durante la mayor parte del año, la menor presión atmosférica y topografía. “Estas condiciones adversas son precisamente las que hacían suponer que los ambientes de altura fueron áreas “evitadas” u ocupadas marginalmente durante el poblamiento inicial del continente americano, aspecto que ha sido cuestionado con diversos estudios realizados en las últimas décadas en Perú, Bolivia, Chile y Argentina”, agrega López.

Debido a que nuestro principal objetivo involucra el estudio de ocupaciones humanas del Pleistoceno final y Holoceno Temprano (aproximadamente entre los 12.000 a 9.000 años antes del presente), “la investigación implica la recolección de datos paleoclimáticos, geológicos, así como antecedentes sobre la ecología isotópica de plantas, animales y fuentes de agua de los diversos microambientes que conforman cada cuenca”, añade López.

El estudio se realiza en zonas que conectan directamente al norte árido con el semiárido, y forma parte de un programa de evaluación de áreas. Las prospecciones fueron dirigidas a sectores específicos como terrazas fluviales, abanicos aluviales, humedales y playas de salares.

La investigación aún sigue en curso. “Es un proyecto de cuatro años, de los cuales llevamos tres, aunque con un año sin avances debido a la pandemia. No asistimos durante estos últimos meses debido a que nuestro trabajo involucra el contacto con las comunidades locales, por lo que evitamos asistir a terreno previo a nuestra vacunación para proteger a estas comunidades y a nosotros evidentemente. Con la pandemia todos los protocolos cambian por lo que estamos en proceso de ajuste para asistir a campañas minimizando en lo posible el riesgo de contagio”, explica López.

El trabajo arqueológico que estamos llevando a cabo involucra la prospección pedestre la cual está dirigida a ciertos sectores de cada cuenca y que estudiamos y analizamos previamente mediante información geológica y paleoambiental. “Además, evaluamos variables tradicionales para una prospección arqueológica como accesibilidad y visibilidad de las evidencias en superficie o en perfiles estratigráficos que estén disponibles por la elaboración de caminos o canales. Luego, dividimos las zonas seleccionadas en cuadrantes, en los cuales trazamos una serie de transectas que recorremos a pie registrando todas las evidencias arqueológicas prehispánicas como históricas. Esta zona es muy rica en información histórica y antropolóigica debido a que las comunidades Collas la han utilizado -y siguen utilizando- sobre todo para actividades ganaderas y mineras”, revela el investigador.

Fragmento de punta de proyectil pedunculada encontrado en el lugar. Crédito: Valentina Flores.

Posterior a la prospección y luego de identificar evidencias que sean de interés a nuestro objetivo de investigación, realizamos pequeñas excavaciones de 1 metro por 1 metro con el fin de identificar cómo las evidencias superficiales se comportan estratigráficamente. “Esto nos permite obtener muestras para fecharlas mediante Carbono 14, técnica que implica una serie de requisitos para que las fechas sean confiables, una de ellas, que las muestras datadas estén asociadas directamente a una ocupación humana. En la actualidad, nos encontramos en esta fase de sondeo, la cual retomaremos durante los meses de primavera y verano. En el caso del extenso campamento de Pedernales, logramos dar con una ocupación de aproximadamente 10.000 años con fogones extendidos, una alta frecuencia de desechos de talla en piedra, huesos de vicuñas y cáscaras de huevo posiblemente de parina. Estas evidencias se encuentran aún en estudio, pero a partir de un fragmento de punta de proyectil pedunculada recuperada del nivel más temprano, es posible señalar que estamos en presencia de la ocupación más temprana de las tierras alta de la Región de Atacama”, dice López.

Dispersión humana temprana

La geología tiene mucho que aportar en temas arqueológicos, ya que nos permite conocer el entorno en el que se formó un sitio arqueológico y los cambios que ha experimentado. “En particular, la integración de información sedimentológica, estratigráfica y geomorfológica nos permite saber en qué orden, bajo qué condiciones se formó el registro arqueológico y qué procesos posteriores lo han afectado. De esta manera, comprendiendo bien la dinámica del paisaje podemos saber, por ejemplo, si la ausencia de sitios arqueológicos en una zona se debe a que efectivamente no hubo ocupaciones humanas, o se relaciona a problemas de visibilidad porque estos sitios han sido cubiertos o fueron erosionados naturalmente”, señala Flores.

La investigación (aún en desarrollo) concluye que los ambientes de altura de la Cordillera de Los Andes brindaron una serie de recursos que pudieron haber favorecido la dispersión humana temprana a lo largo del desierto de Atacama. Las tierras altas constituyen un espacio de tránsito entre ambas vertientes, que representan un área de concentración de recursos que fueron explotados estacionalmente dentro de sistemas de asentamientos.

Los ambientes de altura de la Cordillera de Los Andes brindaron una serie de recursos que pudieron haber favorecido la dispersión humana temprana. Crédito: Valentina Flores.

Algunos factores relevantes, identificados durante la investigación, son la oscilación térmica, la cobertura de nieve, la radiación solar, ciclos de congelamiento y descongelamiento de suelos y erosión. En el salar de Infieles, se determinaron 41 registros arqueológicos, 17 de ellos corresponden a evidencias prehispánicas, en Pedernales, se totalizaron 117 registros, de los cuales 67 son prehispánicos. Además, se encontraron restos de diferentes tipos de implementos, como puntas de proyectiles (gráfica anterior).

Durante nuestro primer año de investigación, prospectamos las cuencas de Infieles y Pedernales, “siendo esta última la que nos ha aportado información afín al objetivo principal de investigación, puesto que registramos un extenso campamento en una quebrada que conecta directamente el salar con la cuenca del río Salado. Este campamento, posee evidencias superficiales como grandes puntas de proyectil pedunculadas, preformas de litos geométricos y múltiples artefactos en piedra que guardan similitud con las registradas en la costa del norte árido y semiárido chileno, y asignadas al denominado Complejo Cultural Huentelauquén”, establece el académico.

Este complejo cultural ha sido fechado en 11.500 a 9.000 años antes del presente, lo que nos hace suponer fechas similares, aunque rondando los 10.000 años para el hallazgo de Pedernales. “Otras evidencias arqueológicas superficiales en distintos puntos del salar, y que no hemos sondeado aún, nos indican que estas ocupaciones no necesariamente son las más antiguas, lo cual nos habla a favor de distintos grupos que están habitando estos salares australes desde a lo menos 11.000 años atrás, posiblemente en verano, y subsistiendo a partir de la caza de vicuñas y recolección de huevos y especies vegetales comestibles”, añade López.

Ambas cuencas, son enclaves relevantes para entender el poblamiento inicial de las tierras altas por su carácter transicional entre las manifestaciones culturales del norte árido y semiárido, así como la costa del Pacífico y de la vertiente atlántica de los Andes. La variabilidad del registro arqueológico se discute en el marco de la secuencia prehispánica e histórica regional, y en particular, en el contexto de las primeras ocupaciones humanas en ambos salares.

El estudio considera científicos de diferentes áreas como arqueología, paleoecología y geología. Crédito: Valentina Flores.

López cree que esta investigación complementa la información obtenida por otros colegas como Lautaro Núñez, Isabel Cartajena y Calogero Santoro que están trabajando más al norte de nuestra área. “Un aspecto novedoso de nuestra investigación es el registrar en el salar de Pedernales evidencias del Holoceno Temprano que aparecen profusamente en la costa y en parte en los valles centrales del norte árido y semiárido, y de las que teníamos escasa información para zonas cordilleranas. Esta información nos permitirá reconstruir cómo estas poblaciones ocupaban estos espacios y entender sus motivaciones para llegar y ocupar las tierras altas de Atacama, considerando que la costa es un ambiente muy favorable para el asentamiento humano. Esto puede estar relacionado a presiones por cambios ambientales acaecidos durante el Holoceno Temprano y que están en proceso de estudio”.

Nos permite también valorar zonas extremas y su rol durante el proceso de colonización de nuestro continente, y atestiguar que más que áreas marginales, fueron y siguen siendo zonas claves para el asentamiento humano, sobre todo para grupos que aún utilizan los pasos naturales para el uso de pastos para el ganado, la explotación minera a microescala y la obtención de diversos recursos. “Esto, pensado para momentos prehispánicos, fue igual de complejo, desde las poblaciones humanas iniciales que estudiamos en nuestro proyecto hasta la llegada del Inca, cuyo camino posiblemente cruzaba por la zona. En este sentido, sistemas ecológicos como los salares, vistos sesgadamente como espacios prácticamente vacíos y como fuentes casi inagotables de recursos mineros, son áreas de una importancia vital para la arqueología, antropología, geología, paleoambiente, biología, microbiología y una serie de disciplinas que están haciendo grandes esfuerzos para comprender múltiples fenómenos que hoy son claves, incluso en nuestra propia subsistencia”, señala López.

Por lo mismo, “la protección de estos ambientes y de las comunidades que los habita, junto a sus “archivos” de información es una obligación que tenemos que asumir y en donde el desarrollo de proyectos científicos debe ir de la mano con las necesidades e intereses de las comunidades locales y de una comprensión sistémica, multi e interdisciplinaria de fenómenos como los cambios climáticos y las adaptaciones humanas”, finaliza el investigador.