La astronomía y la ciencia a nivel mundial crecen a diario. Y Chile no se quiere quedar atrás. Es por eso que, considerando los desafíos espaciales que existen en la actualidad, nuestro país ya construye sus propios satélites. Y no solo los construye, los lanza al espacio.
Tal cual como lo lee. Durante esta jornada, Chile envió fuera de la Tierra tres nuevos satélites, pertenecientes a la Universidad de Chile. Con una transmisión en vivo desde la sede de la casa de estudio, ubicada en Beauchef 850, se pudo apreciar el exitoso lanzamiento de las naves nacionales.
Los tres equipos espaciales, Suchai-2, Suchai-3 y Plantsat, fueron enviados a bordo del cohete Falcon-9 de SpaceX, desde Cabo Cañaveral (Estados Unidos), la compañía aeroespacial del empresario sudafricano Elon Musk. La iniciativa, que forma parte del Programa Espacial de la Universidad de Chile, realizará experimentos biológicos, de sistemas de información y comunicación, y de física espacial, entre otros.
Tras una serie de pruebas y ajustes técnicos, finalmente el cohete logró despegar a las 13.24 (hora local). 10, 9, 8, 7, 6, 5, 4, 3, 2, 1, 0, se escuchó fuerte en la Universidad de Chile. La emoción y felicidad invadió por completo el lugar.
Se trata de una experiencia desarrollada por un grupo de civiles en el país, que continúa el trabajo comenzado con el nanosatélite Suchai-1 (lanzado en 2017), y que permitirá dar un salto en el Programa Espacial de la Universidad de Chile hacia tecnologías y medición de ambientes espaciales más sofisticados.
Marcos Díaz, académico del Departamento de Ingeniería Eléctrica de la FCFM-U. de Chile y coordinador del programa Suchai, agradeció la presencia del público y los investigadores durante al lanzamiento de la misión. “Estas nuevas misiones derivan del Suchai-1, luego comenzamos a desarrollar estos tres satélites más grandes. En cada uno de éstos, llevamos nuevas tecnologías, y que no tienen herencia de vuelo, queremos medir bien cuál será su funcionamiento”.
Uno de los satélites tendrán una cámara para observar la contaminación lumínica. Es nuestro primer ejercicio. Otro trabajará para el internet de las cosas, con sensores desde lugares remotos. “Finalmente, otro satélite realizará experimentos biológicos. Probaremos si puede mantenerse vida en el espacio, con microorganismos”, añade Díaz.
El lanzamiento contó con las presencia de ingenieros e investigadores a cargo de las misiones, así como también del actual ministro de Ciencia y Tecnología, Flavio Salazar, del rector de la Universidad de Chile, Ennio Vivaldi y Francisco Martínez, decano de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas.
Los tres satélites principales -aún clasificados en la categoría de nanosatélites- miden 10x10x30 cm y pesan alrededor de 3 kilos, el triple que Suchai-1. El aumento de sus volúmenes entrega ventajas para el desarrollo y transporte de experimentos e instrumentos más sofisticados, además de baterías y paneles solares más grandes, lo que se traducirá en mayor energía para la vida y uso de estos sistemas.
Díaz destacó que el programa es una muestra de lo que se puede hacer cuando las personas que dirigen los lugares e instituciones, tienen la visión para invertir a largo plazo en ciertas cosas. “El trabajo en equipo generalmente da buenos frutos”.
Debido a condiciones meteorológicas, la hora y día de despegue se mantuvieron según lo programado. Entre los equipos a bordo de los satélites Suchai 2 y 3, se encuentran magnetómetros -instrumentos para medir la intensidad del campo magnético-, una sonda Langmuir, para estudiar la ionósfera, contadores de partículas de radiación solar y una cámara para evaluar la contaminación lumínica nocturna en el norte de Chile.
Cesar Fuentes, astrónomo de la Universidad de Chile e investigador del centro astrofísica Cata y Phd en Astrofísica de la Universidad de Harvard, cree que el principal valor de este lanzamiento, “tiene que ver con la consolidación del ecosistema espacial basado en las universidades, y liderado por la Universidad de Chile, que ya logró lanzar el primer satélite hecho en casa, con tecnología chilena, con desarrollo de científicos y estudiantes nacionales (Suchai-1), y ahora con éstos que son bastante más complejos”.
El Plantsat contiene una planta análoga de las utilizadas para alimentación y generación de oxígeno (tillandsia o clavel del aire), que no requiere sustrato para sobrevivir, y contenedores con organismos extremófilos, que pueden ser útiles para purificar el agua, degradar residuos o con usos en una potencial minería espacial. Su objetivo es determinar si estos organismos biológicos toleran el ambiente espacial, la microgravedad y la radiación.
En el ámbito del desarrollo tecnológico, los satélites probarán modelos de comunicación moderna, software de vuelo, predicción y optimización del uso de baterías en el espacio, sistemas de cámaras más sofisticadas y la utilización de un modelo de internet de las cosas en el espacio, entre otros.
Fuentes añade que los satélites responderán preguntas que son atingentes a las necesidades del país, “usando esta tecnología, desarrollando más capacidades que eventualmente debieran dar origen a un ecosistema tecnológico de punta, que pueda aprovechar las ventajas estratégicas que tiene Chile como país austral. Y el acceso al Pacífico, entre otros, que son razones geopolíticas por las cuales nuestro país, está llamado a tener un rol importante en el uso del espacio”.
El Programa Espacial de la Universidad de Chile cuenta con la participación de científicos de distintas disciplinas provenientes tanto de la FCFM como de la Facultad de Ciencias de esta casa de estudios e instituciones nacionales de investigación, entre ellas, la U. de Santiago, de Valparaíso, de Antofagasta, PUC de Valparaíso, la Comisión Chilena de Energía Nuclear (CCHEN), Biociencia, CINNDA y SIRIO. Además de colaboradores internacionales de la Embry-Riddle Aeronautical University, TU Delft y Rubin Observatory.
Una de las misiones de los Suchai, explica Fuentes, es monitorear la contaminación lumínica en el país, que afecta este recurso natural con el que cuenta Chile, que son los cielos, los más limpios y útiles para la astronomía del mundo. “Ese monitoreo va en beneficio directo de la astronomía nacional. Este recurso ha sido aprovechado por las universidades e instituciones de investigación para que la astronomía, junto a otras ciencias, sean de las más destacadas y desarrolladas de la región, y tengan impacto mundial”.
Fuentes reconoce que le gustaría que este impacto sea mayor aún, “y tuviera más inversión, y al mismo tiempo se desarrollen capacidades que ayuden a otras actividades del país. El rol de la astronomía va a ir mutando a medida que aparezcan nuevos telescopios espaciales, y Chile tiene que aprovechar de ganar esas capacidades para seguir trabajando en esta área, que ha sido de mucha importancia y lo seguirá siendo”.
Suchai-1, el inicio de una era
La historia de los satélites nacionales se remonta a 2017, cuando la misma Universidad de Chile, envió al espacio el Suchai-1, el primer satélite construido en suelo nacional. El nanosatélite, lanzado en la India, tenía como objetivo realizar una serie de experimentos, entre ellos el de observar el comportamiento de baterías en contextos extremos o evaluar cómo se comporta la electrónica en el ambiente hostil del espacio.
“Si el proyecto Suchai-1 logra su misión, el Programa Espacial de la Universidad de Chile dará un paso transcendental en el desarrollo de la investigación espacial y tecnológica satelital e instrumental desarrollada en Chile, avanzando en post de un programa espacial nacional”, señalaba la institución académica en ese momento.
Su trabajo espacial fue más que exitoso, solo el 5% de los nanosatélites logra permanecer más de un año en el espacio: uno de ellos fue el Suchai, y esa fue una de las marcas que dejó la primera experiencia chilena en la fabricación de estos dispositivos. Tras 457 días de operación, el nanosatélite Suchai-1, el primero construido en el país y desarrollado por estudiantes y académicos de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas (FCFM) de la U. de Chile, concluyó su misión, demostrando la factibilidad de realizar ciencia espacial a bajo costo.
El principal aporte es la demostración de que es posible realizar misiones espaciales en Chile y con presupuestos acorde con la realidad del país. “Esto ha permitido preparar un número importante de personas en el tema que puedan aprovechar las ventajas que tiene el país en el ámbito espacial”, explicaba el académico Marcos Díaz, líder del proyecto, al momento del lanzamiento.
Una vez finalizada esta primera etapa, los astrónomos y científicos a cargo, comenzaron a trabajar en las versiones 2 y 3 del satélite. Ese objetivo se cumplió exitosamente hoy.