Hermanas, fiestas y adicciones: relaciones tóxicas en pandemia (2ª parte)
Las mujeres, primero que nada, queremos vivir sin miedo (Isabel Allende).
Pese a que ya somos más de cinco millones los vacunados, aumentan los contagios, casi no hay camas UCI, vuelven las temidas cuarentenas y lamentamos la partida de Tomás Vidiella. Cambio la radio. Continúan los debates sobre el destino del General Baquedano, el actor Luis Gnecco es internado en la UCI por covid y Alexa Guarachi, junto a la croata Darija Jurik, se llevan la corona del Dubai Duty Free Tennis Championship 2021.
En el tenis masculino, Cristián Garín se lleva el ATP de Santiago, Maite Alberdi se convierte en la primera cineasta chilena en ser nominada a un Oscar, las jugadoras de Universidad de Chile avanzan a semifinales de la Copa Libertadores y Silvina Moschini, “Mujer de la década” del Women Economic Forum y CEO y fundadora de SheWorks, declara a días del 8M que “aunque está de moda el liderazgo femenino, aún resulta antipático ver a mujeres líderes”.
Apago la radio, me bajo rápido del auto y entro a mi casa para conectar con Sofía, una cliente que la semana pasada apareció en mi consulta tras una difícil separación. Lleva meses conviviendo con sus hermanas y aunque sabe que ha tomado la decisión correcta, no puede dejar de pensar en Thiago, su ex.
No sé si estoy psicopateada o qué, pero esta semana, en vez de pensar todo el rato en Thiago, he pensado en la sesión pasada, en lo que te dije, en lo que verdaderamente quería decir y lo que no debí decirte. Supongo que en tus categorías eso me hace una obsesiva… ¿no? Mi psicóloga una vez me dijo que rumiaba. Que palabra más denigrante. Pero sí. En esa época mi cabeza no paraba…
¿En qué estaba tu cabeza?
Ufff…. estaba furiosa con el mundo, con los hombres, con la universidad, con el sistema, con el patriarcado, con mi familia y conmigo misma. En la U me agarraba con mis compañeros y profesores y supongo que después hice lo mismo en la pega con mis jefes. La verdad, el único que se salvaba de mis odios era Thiago. Era mi excepción a la regla, por eso me cuesta tanto.
¿Qué te cuesta?
Odiarlo y cuando por fin lo logro, me baja la culpa. Te juro que nunca me había sentido culpable por odiar. No sé, a ratos me siento de patio, pero sé que no estoy loca, o loca loca, pero sí que estoy muy mal. Sacar a Thiago de mi vida me obliga a pensar demasiado. ¡Y no quiero más! De partida, vivir con mis hermanas me tiene pa’ la cagada. Antes de venirme a Santiago, antes del aborto…. éramos inseparables. Yo soy la mayor y con la Jose apenas tenemos un año de diferencia. Después viene la Caro. Dos años menor. Siempre estuvo detrás de nosotras… No sé, es freakeante vivir con tus hermanas después de diez años. Diez años en que si bien no perdimos del todo la conexión, ya las evitaba al máximo.
¿Por qué?
De puro weona, traumada y prejuiciosa. No quería estar en contacto con nadie ni nada de mi pasado. De hecho, nunca he ido más al sur de Rancagua. La sola idea de ir a la casa de mis viejos me patea. También dejé de ver y hablar con mis amigas del colegio, incluso con las que se vinieron a Santiago. Pero no quiero hablar de mi familia y mis amigas del pasado...
¿Quieres hablar de Thiago?
Puta la webada… ¿me estai agarrando pa’l weveo o estai siendo empático? Te aviso al tiro que las dos te salieron mal. Pero sí, soy una enfermita, necesito hablar con alguien de mi ex, pues ya te podrás imaginar lo que piensan en mi familia…
Ni idea
Thiago es diez años mayor que yo, nunca fue a la universidad y no pondría las manos al fuego respecto a su escolaridad. Es hijo de un divo del rock argentino; un hijo, por lo que entiendo, no muy reconocido. Tiene hermanos y hermanas repartidos por distintos lados, pero salvo por cosas muy puntuales, casi no tienen contacto. A su vieja le manda plata todos los meses. Hablan de tanto en tanto, pero hace más de diez años que no se ven. Pero no te creas que conversamos de estas cosas. Se nota que arrastra algo muy heavy.
¿Qué se le nota?
Pese a que hace todo lo posible por ser un obrero de la industria musical, tiene algo especial. Él partió allá, desde muy niño, enrollando cables, trasladando equipos, afinando instrumentos, siempre trabajando para otros músicos. Tendrías que ver cómo manipula los cables y los equipos. Cómo los dobla, cómo las guarda, cómo se sube a un escenario y controla todo. Es un genio, pero lo último que se me ocurriría es decirle algo así. Te liquida con la mirada. Y aunque nunca fue a la universidad, es un gran conversador. Ha escuchado a divos, genios y chantas de la música.
Silencio y largo suspiro…
Todavía lo puedo ver en la cama estirando un brazo a mi velador para sacar alguno de mis libros al azar. Me acuerdo que quedó fascinado con un librito de la Alejandra Pizarnik. Lo leyó y releyó por meses, pero de ahí se podía pasar años sin tocar otro libro. En fin, me fui para otro lado. Como te decía, para mi familia, sobretodo para mis viejos, es muy difícil entender a un hombre así, tan libre, sin estructuras. Un hombre que puede ser sensible y silenciosamente brutal. Alguien sociable y encantador en la noche… en su pega… pero apenas se apagan las luces se transforma en un ser solitario. Hosco. Arisco. Y aunque me hacía sentir especial que solo a mí me tolerara en su vida, temo que si yo no me hubiera topado con él diez años atrás, su vida habría sido prácticamente igual sin mí. Él no me pedía nada y al principio era perfecto. Sobre todo después del aborto, pues yo sentía que no tenía nada para dar. Pero tampoco le podía pedir ninguna cosa. Fuera de las atenciones que me podía dar en su trabajo o en esas noches en que no salía porque estaba reventado, no me podía acompañar. Estaba sola.
¿Y qué tiene que ver tu familia en todo esto?
Nada, no es posible conectar a Thiago con nada que no sea su trabajo. No es un hombre de familia, tampoco de amigos… ni una pareja realmente. Millones de conocidos sí. Y tiene un séquito de admiradoras con menos suerte que yo. Y claro, soy una estúpida, pensé que encuarentenados y sin eventos podría estar más con él. Me ilusioné con que llegaría a conocerlo más y ser pareja. Pero nada, estando encerrada solo conocí su peor cara; todas sus adicciones y estrategias para desconectarse de mí, del mundo, de él.
De repente Sofía se pone a llorar y tras disculparse, me pide la espere un par de minutos. Apaga la cámara y el micrófono.
Disculpa Sebastián. Me iba a dar una crisis, así que corrí al baño a ponerme una sublingual. Patética, pero puta que son efectivas estas pastillitas, el problema es que ahora me angustio cuando no las llevo en el bolsillo o la mochila. La buena noticia es que ya no dependo de Thiago, sino de un laboratorio farmacéutico. La raja. Y no me digas que me trato mal, que soy agria, negativa o amarga, porque sí, me trato como el pico y cuando me da la webada, soy más garabatera que la chucha y esto ya de pendeja pateaba a mi viejo.
¿Qué le pateaba?
Mi lengua filosa. Y cuando se me acaba la maldad fría, lanzo mierda con ventilador. Sin filtros. He dejado a muchos peinados y mi boquita de señorita me ha salvado de depravados y frescos de raja. Pero claro, también me ha traído problemas, pues cuando me caliento ya no mido y a mi viejo varias veces lo dejé planchado. El pobre intentaba acercarse, sin cachar que mientras más buena onda era, más hiriente me ponía. Y no me preguntis porqué chucha me pongo así, porque ya me estai cabreando con tus preguntitas...
Silencio…
Sorry… na’ que ver lo último que te dije. Me dan bronca los hombres como mi viejo, viejos weones que creen que todo lo han hecho bien en la vida. Buen hijo, buen marido, buen hermano, amigo, buen papá, buen doctor. El hijo de puta es como un hobbit, más fome que la chucha. Y en su diminuto mundo provinciano, él soñaba con que sus hijas estudiaran en Santiago, volvieran con un cartón bajo el brazo y se casaran con hombres que se arrimaran a su parrilla. Mi mamá, siempre a su lado, le sigue el juego y le da el amén en todo. Es cierto, no han hecho nada malo, pero puta que son lateros. Fueron comprensivos cuando dejé de pescarlos, cuando la Jose se separó al año de casada y aceptaron que la Caro es lesbiana. ¡No hay nada que reprocharle y eso es lo que más odio! ¡Odio que haya gente así, hombres perfectos, matrimonios perfectos, familias perfectas! ¡Si esa wea es mentira! Y es tan fuerte la webada, que cuando caché que estaba embarazada… me dio tanto miedo que esta maravillosa familia se cayera a pedazos, que solo atiné a arrancarme porque ¡no podía hacerle esto a mis papás! ¿Cachai la webada enferma y retorcida?
Voy entendiendo…
Puta que eris lento… pero tu torpeza me ha ayudado. He podido sacar harta rabia pa’ afuera, webada que no podía hacer con mi psicóloga, porque la weona también era buena.
¿Eso significa que yo soy malo?
Eres hombre y hasta Thiago, que era mi única excepción, terminó siendo malo. Y no sé si todos los hombres son malos o si una los vuelve malos cuando te hacen sufrir. Puede ser. Lamentablemente en este momento ya no te odio tanto porque me has ayudado, pero en muchos momentos sí. Por ser hombre, por ser coach, por escucharme… por parecerte a mi papá. Lo bueno es que te pago… bueno… la Jose te paga… eso ya no te hace tan buena persona ¿no? Te pagan por escuchar. Cacha la webada retorcida… pero supongo que te odiaría más si me escucharas por lo tela que eres o que aceptaras todos mis golpes con una sonrisa de resignación… como lo hace mi viejo… mientras para sus adentros se pregunta “señor… que hicimos mal… en que fallamos como papás”. Tu al menos me preguntas webadas… y a la hora me cortas para atender a otro weon o weona que te paga igual que yo. Y haces tus buenas lucas. Y eso ya me permite volver a odiarte.
Continuará…
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