Investigadores crean un mapa global de vida no descubierta
Según estimaciones científicas conservadoras, solo se ha descrito formalmente entre el 10 y el 20 por ciento de las especies de la tierra. En un esfuerzo por ayudar a encontrar algunas de estas especies perdidas, académicos de la Universidad de Yale recopilaron datos exhaustivos que incluían la ubicación, el rango geográfico, las fechas de descubrimiento histórico y otras características ambientales y biológicas de alrededor de 32,000 vertebrados terrestres conocidos.
Menos de una década después de presentar el “Mapa de la vida”, una base de datos global que marca la distribución de especies conocidas en todo el planeta, los investigadores han lanzado un proyecto ambicioso y quizás incluso más importante: crear un mapa de dónde la vida aún no ha sido descubierta.
Para Walter Jetz, profesor de ecología y biología evolutiva en Yale que encabezó el proyecto “Mapa de la vida”, el nuevo esfuerzo es un imperativo moral que puede ayudar a respaldar el descubrimiento y la preservación de la biodiversidad en todo el mundo.
“Al ritmo actual del cambio ambiental global, no hay duda de que muchas especies se extinguirán antes de que nos enteremos de su existencia y tengamos la oportunidad de considerar su destino”, indicó Jetz. “Siento que tal ignorancia es imperdonable, y le debemos a las generaciones futuras cerrar rápidamente estas brechas de conocimiento”, agregó.
El nuevo mapa de especies no descubiertas se publicó en marzo en la revista Nature Ecology & Evolution. Sin embargo, existe una versión navegable en línea.
El autor principal Mario Moura, ex asociado postdoctoral de Yale en el laboratorio de Jetz y ahora profesor en la Universidad Federal de Paraiba, explicó que el nuevo estudio cambia el enfoque de preguntas como “¿Cuántas especies no descubiertas existen?” a otras más exhaustivas, como “¿Dónde están ubicadas y cuáles?”
Moura sostuvo que las especies conocidas son las “unidades de trabajo” en muchos enfoques de conservación, por lo que las especies desconocidas generalmente quedan fuera de la planificación, gestión y toma de decisiones de la conservación. “Encontrar las piezas faltantes del rompecabezas de la biodiversidad de la Tierra es, por lo tanto, crucial para mejorar la conservación de la biodiversidad en todo el mundo”, añadió el investigador.
Especies aún sin descubrir
Su análisis les permitió extrapolar dónde y qué tipos de especies desconocidas de los cuatro grupos principales de vertebrados tienen más probabilidades de identificarse todavía.
Analizaron once factores clave que permitieron al equipo predecir mejor los lugares donde podrían ubicarse especies no descubiertas. De acuerdo a los investigadores, es más probable que ya se hayan descubierto animales grandes con amplios rangos geográficos en áreas pobladas. Al igual que es factible que los nuevos descubrimientos de tales especies sean raros en el futuro. Sin embargo, es posible que los animales más pequeños con rangos limitados que viven en regiones más inaccesibles hayan evitado la detección hasta ahora.
“Las posibilidades de ser descubierto y descrito temprano no son iguales entre las especies”, dijo Moura. Por ejemplo, el emú, un ave de gran tamaño en Australia, fue descubierto en 1790 poco después de que comenzaran las descripciones taxonómicas de las especies. Sin embargo, la pequeña y esquiva especie de ranas Brachycephalus guarani no se descubrió en Brasil hasta 2012, lo que sugiere que aún quedan por encontrar más anfibios de este tipo.
Moura y Jetz muestran que las posibilidades de que se descubran nuevas especies varían ampliamente en todo el mundo. Su investigación sugiere que Brasil, Indonesia, Madagascar y Colombia tienen las mayores oportunidades para identificar nuevas especies en general, con una cuarta parte de todos los descubrimientos potenciales. Es más probable que aparezcan especies no identificadas de anfibios y reptiles en las regiones neotropicales y los bosques indo-malayos.
Moura y Jetz también se centraron en otra variable clave para descubrir especies perdidas: el número de taxónomos que las buscan.
“Tendemos a descubrir lo ‘obvio’ primero y lo ‘oscuro’ después”, afirmó Moura. “Necesitamos más fondos para que los taxonomistas encuentren las especies restantes”.
Pero la distribución global de taxonomistas es muy desigual y un mapa de vida no descubierta puede ayudar a enfocar nuevos esfuerzos, señaló Jetz. El investigador sostuvo que etse trabajo será cada vez más importante a medida que las naciones de todo el mundo se reúnan para negociar un nuevo Marco Global de Biodiversidad bajo el Convenio de Diversidad Biológica a finales de este año y se comprometan a detener la pérdida de biodiversidad.
“Una distribución más uniforme de los recursos taxonómicos puede acelerar el descubrimiento de especies y limitar el número de extinciones ‘desconocidas para siempre’”, mencionó Jetz.
Con socios en todo el mundo, Jetz y sus colegas planean expandir su mapa de vida no descubierta a especies de plantas, marinas e invertebrados en los próximos años. Dicha información ayudará a los gobiernos y las instituciones científicas a lidiar con dónde concentrar los esfuerzos para documentar y preservar la biodiversidad.
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