10, 9, 8, 7, 6, 5, 4, 3, 2, 1. ¡Feliz año! Con ese conteo y posterior frase se celebra la llegada de un nuevo año. Se trata de una de las fechas más celebradas a nivel mundial, instancia marcada por festejos, alegría, bailes, fuegos artificiales y más.
Si bien actualmente gran parte del planeta celebra el Año Nuevo el 1 de enero, debido a que es el primer día del año del calendario gregoriano moderno, esto no siempre fue así. Por ejemplo, en la Antigua Roma, bajo el calendario juliano, la festividad era en otra fecha, el 1 de marzo correspondía al cambio de año. Incluso en otras culturas era en septiembre o a mediados de enero.
En Chile particularmente, la celebración de “Nochevieja” está marcada por el uso de cotillón, vestimentas especiales, cábalas y distintas tradiciones, varias de las cuales se han traspasado de generación en generación, las que deben cumplirse al pie de la letra, para así tener un buen año. Para muchos es considerada una verdadera fiesta nacional.
“La bullanga de Navidad”: así se celebraba el Año Nuevo antes en Chile
En relación a su valor social y/o cultural en el país, Raúl La Torre, historiador y coordinador de Extensión Cultural de la Universidad de los Andes, explica que desde el período colonial las fiestas de fin de año fueron ganando popularidad en Chile. La “bullanga de Navidad”, como era llamada esta celebración, se extendía por varios días, culminaba en Año Nuevo, pero con características bastante distintas a las de hoy.
“Tenía similitudes a las celebraciones que después derivaron a lo que conocemos en las fiestas patrias, pero con aromas propios del verano, me refiero a que las frutas, las hierbas aromáticas y los licores fríos, eran algo que lo hacían distinta de otra fiesta popular. La gran diferencia, y que se ha mantenido en el tiempo, es la connotación pública y privada de la fiesta”, señala La Torre.
Mientras que la Navidad sigue siendo hasta hoy una fiesta de característica más familiar, privada y, en algunos casos, con una fuerte reminiscencia a lo religioso; “la fiesta de fin de año suele contener expresiones hacia lo externo, lo comunitario, inclusive público”, agrega este último.
Desde inicios del siglo XX la fiesta de Año Nuevo ha ido ganando las formas que hoy podemos ver, acrecentado por diversas costumbres foráneas que llegan a nosotros a través de los medios de comunicación. “En Chile, como en buena parte del mundo, el fin de año tiene un trasfondo esperanzador, de un nuevo comienzo y ese sentimiento tiene tintes de alegría, nostalgia y vivencia en comunidad”, explica La Torre.
“Esto último es muy interesante, porque se entiende que este nuevo comienzo implica al otro, una invitación a poner el hombro es un proyecto colectivo, de ahí que surja espontáneamente esta necesidad de ampliar el número de personas para esperar los primeros minutos del año siguiente”, establece el historiador.
Con la próxima llegada del año nuevo, “se van asomando ideas sobre 365 nuevas oportunidades y todo lo relacionado a los nuevos comienzos y celebrar, como si esto fuera el ritual oficial para que todo lo que deseamos de nosotros mismos y del resto se cumpla. A través de los grandes abrazos, de las copas levantadas y los fuegos artificiales, estamos de alguna forma disponiéndonos a esperar lo mejor”, establece Sergio Miranda, académico de la carrera de Psicología de la Universidad de las Américas (sede Viña del Mar).
También, de manera implícita, añade Mirada, “hay una idea o casi ley de que hay pensamientos que no debiesen salir a la luz. Es esa parte de nosotros que se replantea sobre las situaciones más duras, es el ‘’otro lado’' donde se visualiza el año en su totalidad. Se parte por revisar su rapidez, el paso de los días y semanas, de lo cual no tenemos control y visualizamos a las personas que estuvieron involucradas. Agrego un pequeño recordatorio: es necesario tener presente siempre quiénes son y qué significan para nosotros nuestros seres queridos, desde el amor”.
Tradiciones y símbolos: así se ha vivido el año nuevo en Chile en los últimos 100 años
Al inicio del nuevo año una de las tradiciones es darse un abrazos con los seres queridos, así como también con quienes se encuentren cerca, si se trata de un evento masivo. En cuanto a las cábalas, rituales o tradiciones, existen varias: comer lentejas o uvas, dar una vuelta a la casa con una maleta o ocupar ropa interior amarilla, a lo que se agrega el hito del primer bebé del año.
Fernando Maureira, académico de Antropología de la Universidad Austral de Chile, señala que todo grupo humano organizado requiere, para su continuidad en el tiempo, dotarse de elementos materiales y también de un mundo de sentidos y significados, que sustente la relación entre el pasado-presente y futuro.
“Las tradiciones constituyen parte de ese mundo simbólico, siendo estas expresiones sociales y colectivas, que configuran un imaginario compartido, en el cual el individuo sea capaz de trascender a su propia acción y generar mancomunidad con los demás miembros de su grupo”, indica Maureira.
Los sonidos y colores han mantenido su vigencia desde mediados del siglo pasado hasta nuestros días: la cumbia chilena -una específicamente que nos viene a la memoria-, el escuchar el himno a medianoche, la cuenta regresiva, el copar lugares públicos o hitos representativos de la ciudad, los colores amarillo o blanco; las diversas cábalas o supersticiones, entre otros, revela La Torre.
La tradición es entonces un fenómeno cultural y consiste en formas de conducta social y ritual transmitidas de una generación a otra. “De esta manera reproduce prácticas, creencias, las que, aunque están enraizadas en el pasado, poseen la capacidad de actualizarse continuamente. Precisamente este es un rasgo característico de las tradiciones, su condición de proceso activo, por el cual la variación la hace perdurable en el tiempo, esto en razón que su reiteración permite incorporar elementos propios de las personas que las practican, como de los grupos de los cuales estos forman parte”, añade Maureira.
Así se ha vivido el año nuevo en Chile en los últimos 100 años: 12 apóstoles
Por esto las tradiciones de Navidad y Año Nuevo son cada vez mas amplias y reconocidas, “hace algunos años estas tradiciones se enmarcaban en ámbitos domésticos y usualmente restringidos a la familia, en la actualidad estas son cada vez más públicas y diversas”, agrega Maureira.
“Todas ellas son la base sobre la que se pueden ir agregando año a año algún fenómeno novedoso o alguna moda”, sostiene coordinador de Extensión Cultural de la Universidad de los Andes.
Maureira establece que dados los procesos de transformación se la sociedad post moderna, las tradiciones y los ritos y acciones asociadas a ella, son el medio de producir integración en un mundo en el cual, las personas deben reintegrarse. Las tradiciones de fin de año son la expresión de ser parte de un nuevo ciclo de vida, para lo cual se abandona lo viejo y se reconfigura lo nuevo.
“Las tradiciones que recreamos en Chile, poseen una raigambre judeo-cristiana, por esta razón comemos 12 uvas, estas simbolizan los 12 meses del año y la abundancia esperada, la que recoge a las 12 tribus de Israel y a los 12 apóstoles cristianos. Comemos lentejas al filo de las campanadas que anuncian el nuevo año. Otras tradiciones se relacionan con dejar atrás lo malo y mirar con esperanza los nuevo y su abundancia, se quemas muñecos, papeles en los cuales se ha escrito todo lo malo que nos a pasado en el año, se visten ropas nuevas asociadas al simbolismo de los colores, el amarillo asociado a felicidad, alegría y amistad, el rojo de la abundancia monetaria, el blanco a la pureza”, sostiene el académico de la Universidad Austral.
Finalmente, considera Maureira, señalar que nuestras tradiciones, son el resultado de un proceso continuo de incorporación y reinterpretación de festividades que nos llegan cotidianamente, a las cuales incorporamos y abandonamos, nada asegura que nuestras tradiciones se mantengan tal y como las desarrollamos hoy, si podemos estar seguros que otras las reemplazaran.