Desde 2010, Chile vive la más extrema sequía desde que hay registros. El fenómeno se extiende desde de Coquimbo a La Araucanía, afectando principalmente en la zona central.
La falta de agua ha sido tan dramática, que muchos especialistas la han bautizado como “megasequía”. En su paso por el país, ya ha cobrado una serie de víctimas, como Petorca, Aculeo o Caburgua.
La situación ha sido tan extrema, que que como ha ocurrido en otros países, muchos temen que algunas ciudades lleguen al temido “Día Cero”. En muchos lugares del país ya existe racionamiento.
En Santiago, una de las víctimas más sensibles son los ríos Mapocho y Maipo, cuyos cauces se han visto drásticamente reducidos en los últimos años.
Juan Eduardo Johnson, ingeniero civil hidráulico y magíster en Ciencias de la Ingeniería de la Universidad Católica, explica que una forma de medir la drástica reducción del caudal del Mapocho, pes observar “el punto de descarga del canal San Carlos (frente al Costanera Center), obra que terminó de construirse en 1825 con la finalidad de trasladar agua desde la cuenca del río Maipo al río Mapocho, para abastecer a Santiago. En este se puede observar cuánta agua trae actualmente el río versus el aporte que genera el canal”.
El canal San Carlos hoy tiene el rol de “suministrar agua al río Mapocho para que mantenga su flujo, ya que sin este afluente en temporada de sequía la cantidad de agua sería aún más escasa, y por tanto, afectaría todas las contribuciones ecosistémicas y de biodiversidad del río, aguas abajo de la ciudad”, añade el académico.
Raúl Cordero, climatólogo de la Universidad de Santiago, señala que debemos entender que la sequía, que afecta a la zona central hace más de una década, y que entre otras consecuencias genera una baja en el caudal de ríos como el Maipo y el Mapocho, “se da en un contexto de pérdida de precipitaciones que comenzó mucho antes, en la década de los 80. La zona central comenzó a perder precipitaciones hace cuatro décadas. Las lluvias han estado disminuyendo alrededor de 7% cada diez años”.
En el río Maipo, señala Johnson, el alto nivel de intervención que existe en su cuenca (cursos de agua, extracciones y descargas), puede desvirtuar un poco el análisis de cuánta agua ha perdido, por eso dice que un punto idóneo para evaluar la situación, “es aguas arriba de la Toma Independiente, que puede verse desde el puente Las Vertientes, en la comuna de San José de Maipo”.
Dicho punto es clave, agrega, puesto que capta alrededor del 70% del agua que abastece la ciudad de Santiago. “Además, se emplazan los estanques de Pirque, obra construida por Aguas Andinas para el almacenamiento de agua en caso de escasez, permitiendo tener una reserva para abastecer a la población de la capital”.
La situación no tiene para cuándo mejorar. Durante las últimas cuatro décadas hemos perdido ya un tercio de precipitaciones anuales, advierte Cordero. “Y esta pérdida promedio enmascara años en los que las precipitaciones han sido mucho más bajas, por ejemplo 2021, que cerró con un déficit en la zona central de dos tercios″, añade.
Bajo cualquier escenario climático, argumenta el climatólogo, “la zona central continuará perdiendo precipitaciones al menos durante las próximas tres décadas. Hay cierta incertidumbre relativa a la magnitud de esas pérdidas, pero no respecto a la tendencia. Lo anterior significa que debemos adaptarnos, considerando un estrés hídrico todavía superior al actual”.
Johnson señala que no obstante, dada la escasez hídrica que afecta a la región, “los cauces superficiales han disminuido sus flujos mínimos, requiriéndose la construcción de pozos (cada vez más profundos) para complementar el abastecimiento requerido mediante la extracción de aguas subterráneas”.
Cordero establece que en el corto plazo además, la situación no es particularmente alentadora. Al menos en los próximos meses se proyectan bajas precipitaciones en la zona central debido a la persistencia del Fenómeno de la Niña. “Este enfriamiento de la temperatura superficial del Pacífico Tropical se asocia, justamente, a bajas precipitaciones en esta zona de Chile”.
En la última proyección de la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica de EE.UU. (NOAA), se mantuvieron altas (superiores al 70%) las probabilidades de que La Niña persista al menos hasta la primera mitad del invierno. “Eso significa que las probabilidades de que este sea el año final de la larga e intensa sequía que nos afecta, no son muy altas”, explica Cordero.