La verdadera historia del odio entre Elon Musk y Bill Gates

La verdadera historia del odio entre Elon Musk y Bill Gates
La verdadera historia del odio entre Elon Musk y Bill Gates

Si está en juego nuestra supervivencia a largo plazo, tenemos una responsabilidad básica para con nuestra especie: aventurarnos hacia otros mundos (Carl Sagan).


Esta semana, en el diván del líder, seguimos con Elon Musk, sujeto que, para muchas y para muchos, es sinónimo de egolatría, narcisismo y tiranía… mientras para otras y otros no es más que una suerte de remake de lo que fue Steve Jobs, Bill Gates y otros excéntricos emprendedores que oscilan entre la genialidad y la locura.

Pero más allá de los juicios o prejuicios sobre este líder empresarial, es increíble el interés que despiertan cada uno de sus proyectos. Ya sean autos eléctricos, sistemas de pago, redes sociales, viajes espaciales, autos que se manejan sin piloto o conquistar Marte, lo cierto es que el fundador de Neuralink ha sabido tomarse la agenda de nuestra civilización.

Escuchemos a Musk

“Tenemos aquí esta delicada vela de la conciencia parpadeando y puede que sea el único caso, por lo que es esencial que la preservemos. Si somos capaces de ir a otros planetas, el tiempo de vida probable de la conciencia humana va a ser mucho mayor que si permanecemos atrapados en un planeta que podría sufrir el impacto de un asteroide o destruir una civilización”.

La verdadera historia del odio entre Elon Musk y Bill Gates

A Bill Gates, famoso por su extrema racionalidad, frontalidad y sarcasmo, le cuesta tomarse en serio la misión planetaria de Musk: “Yo no veo lo de Marte (…) El está obsesionado con Marte. Le dejé que me explicara sus ideas sobre el tema, que son realmente peculiares. Es un planteamiento bastante loco en el que, si se produce una guerra nuclear en la Tierra y hay gente en Marte, pues esa gente volverá a la Tierra y seguirá viva después de que todos los demás nos hayamos matado unos a otros”.

Bill Gates no solo cuestionó las ideas galácticas del Iron Man de Silicon Valley, sino que las encontró tontas y poco rentables. Como se podrán imaginar, el choque de egos era inevitable, pues tal como sostiene Isaacson, el biógrafo de Musk, ambos gozan de un aplomo intelectual rayano en la arrogancia”.

Pero el verdadero choque de titanes se produjo cuando el padre de Microsoft -debido a la baja en las ventas de autos eléctricos en pandemia- vendió al descubierto acciones de Tesla sin consultarlo previamente con Musk, decisión que para este misionero de los autos eléctricos fue una declaración de guerra.

Escuchemos a Isaacson:

“Los vendedores al descubierto integraban su más acérrimo círculo del infierno. Gates le pidió disculpas, pero eso no apaciguó a Musk -dice Gates- (…) fue muy grosero conmigo, pero es tan grosero con tantas personas que no puedes tomártelo demasiado personalmente”.

Es paradójico, pues la nueva estrella del espacio admiró profundamente a Gates por su rudeza, pero no pudo perdonar que un filántropo, preocupado del cambio climático, vendiera las acciones de Tesla para ganar dinero. Para Musk era incomprensible que una persona inteligente y comprometida con la humanidad sacara su dinero de la empresa que más estaba contribuyendo a salvar el mundo.

De ahí en adelante, pese a los esfuerzos de Gates por hacer las paces con el dueño de SpaceX, el estilo hardcore de Musk solo se endureció. Aparte de cuestionar su filantropía y sus buenas intenciones -patrañas-, el dueño de Tesla se dedicó a ridiculizar y humillar a Gates a través de las redes sociales.

Lamentablemente estos daños colaterales entre titanes son solo una pequeña muestra de lo que pasa al interior de las empresas de estos líderes que solo aceptan la perfección como respuesta y que se mueven por los pasillos de sus imperios como verdaderas super estrellas que logran… lo que los demás… no lograron.

Isaacson, también autor de la biografía Jobs, señala que para líderes como Musk, Gates o Bezos -a quien prologó su biografía- es común destruir ideas, contrincantes y a miembros de sus equipos cuando no quedan satisfechos con los resultados. Para Isaacson la frase que mejor ilustra a estos personajes es esa es la idiotez más grande que he oído en mi vida”.

Esta brutal sinceridad puede ser enervante y ofensiva para muchos, pero no pocos reconocen que es una herramienta eficaz para conformar equipos de solo “A players”. Sí, son líderes empresariales brutales, tal como lo han sido destacadas estrellas deportivas de la talla de Tiger Woods o Michael Jordan, íconos deportivos que llevaron sus carreras y a sus equipos a transformarse en leyendas porque nunca se cansaron de ganar.

Tal como señala Tim S. Grover en Relentless, lo que diferencia a jugadores de la talla de Kobe Bryant o Novak Djokovic es que ellos no descansan con un campeonato. Tampoco con dos. Los quieren todos. No pueden parar.

Wimbledon
Novak Djokovic.

¿Y cómo logran ser imparables? Según Grover, siendo verdaderos depredadores. Deportistas que no se dejan domesticar, pues escuchan y siguen sus instintos. Son realistas, ambiciosos, insaciables y están dispuestos a hacer lo que otros no harían para ganar, pues ellos abrazan su oscuridad y la usan para impulsar sus carreras.

¿Feroz?

Para muchos y para muchas esta extrema competitividad del mundo deportivo es nociva, incomprensible y seriamente cuestionable. ¿Todo vale? ¿Cuáles son los límites? ¿Qué pasa con los otros y otras que quedan en el camino? Y más inquietante aún ¿Aplica esta lógica al mundo de las empresas? ¿A la educación?

Aparentemente… sí… pues para ganar y seguir ganando… tanto en una cancha, un aula u oficina… casi todo vale si quieres alcanzar la gloria y es precisamente por ello que Isaacson señala que son los macho alfa los que terminan apoderándose de las organizaciones.

Escuchemos a Isaacson: “uno de los problemas fundamentales de las startups (…) es quién debería estar al mando. Unas veces gana el macho alfa, como cuando Steve Jobs marginó a Steve Wozniak y cuando Bill Gates hizo otro tanto con Paul Allen”.

Isaacson recuerda que cuando escribía la biografía de Steve Jobs entrevistó a su socio Steve Wozniak y éste le sugirió la gran pregunta… “¿tenía que ser tan malvado? ¿Tan rudo y cruel? ¿Tan adicto al drama?”

Isaacson le devuelve sus preguntas a Wozniak y él asegura que de haber liderado Apple habría sido más amable y se habría preocupado de construir un ambiente más familiar y de cultivar las relaciones…

¿Una manzana feliz?

Suena lindo, pero tras escuchar sus propias palabras, Woz concluye que si él hubiera dirigido la empresa “nunca hubiésemos fabricado el Macintosh”. Y a nosotros, décadas después, no nos queda más que preguntarnos qué habría pasado con los autos eléctricos de no ser por la insistencia del fundador de Tesla o con los viajes espaciales de no ser por Jeff Bezos, Richard Branson y Elon Musk.

Así, a la luz de los hechos parece que es necesario que existan líderes malvados, rudos, crueles y adictos al drama para que las cosas pasen, pues antes de la locura y la genialidad de estos sujetos, los autos eléctricos y los viajes al espacio estuvieron al borde de la extinción.

Continuará…

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