Este año, y particularmente este invierno, han sido extremadamente lluviosos en parte importante del país. Por ejemplo, en Santiago, este invierno de 2023 anotó más de 200 mm, transformándose en el más lluvioso desde 2005, es decir, en 18 años. Por primera vez desde que comenzó la megasequía, la capital tiene un año normal de lluvias.
Y eso no fue todo, ya que la situación continúo de igual manera durante septiembre y el inicio de la primavera. El noveno mes del año, se ubicó como el más lluvioso en los últimos 23 años en la capital, y el cuarto con más precipitaciones desde que existe registro (77 mm), según la Dirección Meteorológica de Chile (DMC).
Estas cifras históricas, han significado un verdadero alivio para diferentes cursos de agua en el país, desde lagos, lagunas, ríos, esteros y humedales, que han visto como el agua que habían visto desaparecer por completo en la última década, poco a poco comenzó a volver. Si bien los casos más conocidos y emblemáticos son el de la laguna de Aculeo o el lago Peñuelas y Rapel, existen otros que también recuperaron su caudal original debido a las recientes precipitaciones.
Es el caso de la laguna El Peral en El Tabo, que en 2022 se encontraba seca, pero luego de las últimas lluvias registradas, recuperó parte importante de su agua.
También es posible mencionar los casos de las cascadas San Jerónimo de Algarrobo o las Lagunas de Llolleo en San Antonio, también conocida popularmente como Ojos del mar, que alcanzan cerca de 15 hectáreas.
Se trata de cuerpos de agua que históricamente se caracterizaron por disponer de grandes recursos hídricos, pero que durante los últimos años, y década, habían visto disminuir o desaparecer su caudal debido a la megasequía principalmente.
Tras el último invierno lluvioso registrado en la zona central, los últimos registros indican que habrían recuperado parte importante de su agua. Aunque, no sería para siempre.
Raúl Cordero, climatólogo de la Universidad de Santiago, señala que era esperable, que después de tener uno de los inviernos más lluviosos de las últimas dos décadas, se registrara una recuperación parcial de los cuerpos de agua que largos 14 años de sequía, habían hecho desaparecer. “Sin embargo, es preciso subrayar que se trata de una recuperación parcial. Para que estos cuerpos de agua se recuperen, se requieren varios años consecutivos de superávit de precipitaciones”.
“La única manera de recuperar estos cuerpos de agua, es que se registren precipitaciones superiores o cercanas a valores típicos durante varios años consecutivos. Es poco probable que ese sea el escenario”, complementa Cordero.
Pablo Rojas, investigador del Instituto Iberoamericano de Desarrollo Sostenible (IIDS) de la Universidad Autónoma, coincide con Cordero. “La recuperación de los cuerpos de agua después de una década de megasequía era esperada en cierta medida con las últimas lluvias. Las precipitaciones permitieron recuperar niveles de lagos y embalses, así como acumular nieve para el verano. Aunque las lluvias han sido beneficiosas, no necesariamente garantizan una solución a largo plazo, ya que el cambio climático continúa desafiando la disponibilidad de agua”.
Cordero añade que aunque sean los cuerpos de agua en superficie los que más llaman la atención, uno de los problemas de los 14 años consecutivos de sequía, es el agotamiento de los acuíferos subterráneos. “Si bien no tenemos claridad respecto a cuál es el nivel de agotamiento en éstos, sabemos que gracias a las lluvias de 2023, dicho agotamiento, al menos durante este año, ha tenido una pausa”.
Los cuerpos de agua que “revivieron” luego del último invierno lluvioso
Chile cuenta con más de 380 lagos y embalses con una superficie mayor a 3 kilómetros. Muchos de éstos actualmente sufren por diversos motivos como sequía, contaminación, cambio climático, desvíos de agua e incluso antiguos movimientos telúricos.
Algunos han desaparecido, otros han visto un descenso considerable en su nivel de agua y otros se encuentran contaminados. Villarrica, Caburgua, Rapel, Peñuelas, Cauquenes y Aculeo son los más emblemáticos.
Sin embargo, esta realidad, al menos por ahora, parece olvidarse en muchos casos, ya que el último invierno dejó importantes precipitaciones. En el caso puntual del lago Rapel (embalse artificial), ubicado en la región de O´Higgins, presenta actualmente un crecimiento considerable. Lo mismo el lago Villarrica, que recientemente se desbordó por la ciudad.
En cuanto al verano, la incertidumbre persiste, cree Rojas. “Aunque las lluvias han aportado cierto alivio, la capacidad de retener agua a lo largo de esta estación depende de múltiples factores, incluyendo la gestión eficiente de recursos hídricos y su conservación. Si bien algunos cuerpos de agua pueden mantener niveles más altos, es posible que otros aún enfrenten desafíos debido a la sequía prolongada y la alta demanda de agua en temporada estival. La adaptación y la gestión sostenible de los recursos hídricos seguirán siendo fundamentales para mantener una provisión adecuada durante el verano”.
Las desconocidas lagunas y humedales que “revivieron” luego del último invierno
El último sistema frontal también permitió que Aculeo y Peñuelas volvieran a lucir su espejo de agua, como fueron hace décadas. Por ejemplo, existen pruebas y registros gráficos de cómo era Aculeo hace más de un siglo. Uno de los más antiguos es un óleo del pintor Onofre Jarpa, que la muestra con abundante agua y una frondosa y generosa vegetación, que data de 1878.
Así como también hay pruebas fotográficas que revelan el pasado glorioso del lugar. Se trata de un álbum con imágenes inéditas, correspondientes al siglo XIX, bajo el título “Vistas de Chile”, las que llegaron a manos de la fundación Enterreno (ver imagen a continuación).
En el caso del lago Peñuelas, la situación es similar. El icónico embalse de la Región de Valparaíso ha registrando un histórico descenso, que sin embargo, las últimas lluvias lograron maquillar un poco.
Construido entre 1895 y 1900, durante el gobierno de Federico Errázuriz Echaurren, fue diseñado para proveer de agua potable a Valparaíso, especialmente durante el verano.
Ubicado en la Quinta Región, era una importante fuente de recursos hídricos, además de transformarse en un recurrente paseo familiar y en un ecosistema para diferentes especies. Pero la llegada de la megasequía literalmente lo secó por completo.
Registros recientes muestran que luego de la estación invernal, y gracias a las últimas lluvias de la temporada, el lago mostró una importante recuperación de su espejo de agua, totalizando un 8% de su capacidad total. Si bien aún es poco, supera el 0,01% que mantenía en marzo pasado.
Las causas de su vaciamiento aún no están del todo claras. La más evidente es el cambio climático, y su consecuente megasequía, pero también siempre está la chance de que la desaparición del lago sea por la intervención de terceros.