¿Sabe de dónde proviene la expresión “mano de monja” o “raspar la olla”? El Dr. Juan Pablo Reyes, lingüista y académico de la Facultad de Humanidades de la Universidad de Playa Ancha (UPLA), plantea que el habla chilena incorpora nuevos nombres referidos a comidas y bebidas, lo que da cuenta de cambios y variaciones sociales y culturales, en nuestros hábitos y costumbres alimenticias.
Desde hace casi medio siglo, que la manera de hablar de los chilenos o “chilenismos”, viene incorporando nuevos nombres referidos a comidas y bebidas, que dan cuenta de los hábitos, costumbres e incluso historias asociadas a alimentos y sus derivados de la población chilena.
Justamente, así lo confirma Reyes, quien explica que las lenguas se renuevan y actualizan a medida que se van produciendo innovaciones en los mismos hablantes. Así ha evolucionado el lenguaje de los chilenos en medio siglo.
“Plato con barandas”, “la mesa del pellejo”, “parar la olla”: el origen de las expresiones chilenas
Por ejemplo, el académico recuerda que entre los años 80 y los años 90 se empezó a utilizar el chilenismo “completo” para hablar del hot dog, que junto a la hamburguesa, simbolizó la eficiencia, rapidez y comodidad norteamericana para conseguir comida.
Del 2000 en adelante, la pizza y el sushi, ofrecen una diversidad de combinaciones de ingredientes, para producir sabores nuevos y adictivos. Mientras que desde 2010, se populariza definitivamente el ceviche, ganando algo de espacio al mariscal; la arepa lo hace con las churrascas; y el wantan y el chapsui, que también, se instalaron en la mesa chilena, señala.
El origen de los dichos chilenos más icónicos:
-Mano de monja: se hizo famosa en la repostería del siglo XVII.
-Lomo a lo pobre: comidas hechas por grupos sociales que comían lo básico, papas, cebollas, carne delgada.
-Raspar la olla: llegar al final de los recursos.
-Parar la olla: es dar de comer lo mínimo, lo que se pueda y que alcance para todo.
-Platos con baranda: que necesita un tope para que no se derrame del plato por lo lleno.
-La mesa del pellejo: que en la mesa central se ponía la carne y en las mesas laterales el resto de las partes del animal.
Con una visión diacrónica, el doctor en Lingüística plantea que se puede hacer un recorrido desde la comida casera, hecha con la receta y con la “mano de monja” de la abuelita o de la mamá; siguiendo con “la picada” y “la reina” de algún plato típico, hasta llegar al “fast food” o a la “comida al paso” más cercanos en el tiempo.
A este periplo se suman, los nuevos modos de alimentarse de las jóvenes comunidades veganas, vegetarianas y naturistas.
“Claramente, la difusión positiva de la figura del chef y de la comida gourmet, generó un glosario abundante de nombres del francés, del italiano, del mapuche y del español, combinándolos entre sí, para crear vocablos fantásticos, referidos a sabores y aromas mágicos que, lamentablemente, no están alcance de todas las bocas”, señala Reyes.
Entonces, en el caso particular de Chile, encontramos “apellidos vinosos” y “apellidos sandwicherosos”, como el Barros Luco y Barros Jarpa, añade.
“La colación”, “el rancho”, “el pan pelao”: el origen de las expresiones chilenas
El académico de la Universidad de Playa Ancha establece que ocurre algo parecido con la expresión “lomo a la pobre” o “platos con barandas”, en cuyos casos -afirma- la persona que tiene menos recursos económicos, come todo lo que le sirven.
Pasa lo mismo con el “plato único”, “la completada”, “la tallarinata”, la “olla común”, los “comedores populares”, “la colación”, “el rancho”, y “el pan pelao”, que están auxiliando a muchas familias e infantes, a lo largo del país.
De estas realidades surgen expresiones del tipo “parar la olla”, “echarle más agua a la sopa”, “donde come uno comen dos”, “raspar la olla”, para que no haya “sonadera o crujidera de tripas” y porque como dice el dicho “guatita llena corazón contento”, “contigo pan y cebolla” y por eso mejor “come y calla”.
Aunque si habla, pues diga “al pan, pan, y al vino, vino”, para que nadie “te mande a freír espárragos” o “te toque la mesa del pellejo”, ni “te echen pelos en la sopa” por “mala leche”, concluye Reyes.