Mi marido quedó sin trabajo… ¿qué hago?
Cada hombre debe entender que todo puede esfumarse muy deprisa (Charles Bukowski).
Esta semana las noticias mundiales nos muestran que hay cosas que no cambian. En el viejo continente los conflictos en el Cáucaso continúan, Rafael Nadal triunfa una vez más en la arcilla de Roland Garros y una nueva oleada de coronavirus amenaza la aparente normalidad de los europeos.
Los cambios -o la confusión- vienen desde Estados Unidos y de algunos organismos multilaterales, pues mientras Donald Trump hace campaña sin necesidad de aislarse, la OMS envía contradictorias opiniones sobre el confinamiento y algunos investigadores postulan que ya no estamos en una pandemia… sino en una sindemia.
En nuestro continente las cosas no andan mejor. Mientras Argentina, Colombia y Brasil ascienden en el ránking de los países con mayor número de contagios, Chile desciende en la tabla de posiciones de las eliminatorias sudamericanas para Qatar 2022, tras perder con Uruguay y empatar con Colombia. Todo esto en un mes donde los ánimos se caldean en torno al aniversario del 18 de octubre y al plebiscito.
En esta atmósfera, recibo un audio en mi WhatsApp de número desconocido y le pongo mute a las noticias para escuchar la grabación.
Hola Sebastián, soy la señora de Eduardo, tu cliente de los martes. Disculpa que te mande este audio tan tarde, pero si lo hago es porque estoy desesperada. Eduardo lleva días sin salir del escritorio. Apenas come, apenas habla y después de discutir con él, me confesó que no te había contado que lo echaron de la pega. Parece mentira, pero de un día para otro, los dos nos quedamos sin trabajo. Mientras avanzan mis búsquedas, me fui a trabajar con mi papá y aunque él también le ha abierto las puertas a Eduardo, el muy weón se niega a aceptar cualquier ayuda. Es la primera vez que está sin pega y nunca lo vio venir. Está en shock y ojalá puedas hablar con él de esto en la próxima sesión. Él sabe que te iba a llamar. Aceptó que lo hiciera a regañadientes y sinceramente espero que esta pelea haya valido la pena. Saludos, Claudia.
Escuché varias veces el mensaje. No supe que hacer. ¿Debía responder? ¿Debía hablar con Eduardo? Era la primera vez que la pareja de un cliente se comunicaba conmigo y verdaderamente me sorprendió que Eduardo no me hubiese contado nada de su desvinculación, sobretodo cuando el despido de su señora fue un tema que abordamos largamente.
Al final, no hice nada y acepté vía WhatsApp que Eduardo me adelantara la sesión de la próxima semana para este jueves.
Pucha Seba, que vergüenza. Sé que te llamó la Clau y te contó. No sé qué decirte.
¿Cómo te sientes?
Estoy triste… ¿pero… quién no lo está? Me empecé a ir a la chucha cuando perdimos con Uruguay y me fui al hoyo cuando empatamos con Colombia. Qué pena más grande. Desde ahí que no salgo del escritorio y como ya no tengo pega, ni me muevo de la cama que instalé acá.
¿Qué pasó en el trabajo?
No lo sé. De verdad que no cacho. Yo sentía que andaba como Nadal. Pese al Covid, pese a los años, pese a las lesiones… me sentía ganador. ¿Cachaste la humildad de ese weón? Se pasó su discurso. Categoría mundial. Ese weón lleva 13 Roland Garros y 20 Grand Slam. Puta, yo llevaba más de 20 años en la misma pega y la misma cantidad de años con la Claudia. Veía que todos caían a mi alrededor y yo no. Desvinculaciones y divorcios y nosotros imbatibles. Y de repente entramos en crisis de sábanas, después echaron a la Claudia y me tuve que poner firme, porque esta mina se puso como loca. Por suerte mi suegro se la llevó a trabajar con él, porque estaba que se subía por las paredes. Y cuando ya las cosas parecían volver a una pseudo-normalidad, mi jefe me sale con la media culebra.
¿Qué quieres decir?
Nada, me metió un tremendo tollo para justificar lo injustificable. Se mandó una chiva con el presupuesto, los ajustes, los reajustes, sabiendo que yo manejo los sueldos de todos los weones en la empresa. Sé bien lo que valgo y si querían ahorrarse unos buenos morlacos, bastaba pitearse alguna de las figuritas que tienen en el Olimpo. Pero me cagaron a mí porque no tengo ningún santo en la corte y todos los weones cínicos ponían caritas de pena en el zoom. Manga de CSM, perdonando mi francés. Más encima me ofrecieron seguir como consultor externo, básicamente para hacerles la misma pega, pero por menos lucas…
¿Y qué hiciste?
Llamé al weón más perro que conozco. Mi suegro. Él me dijo todo lo que tenía que hacer y al final me voy a ir con una buena indemnización. Pero la verdad es que todo me importa una raja. Ni siquiera el gol de Alexis salvó la semana de mierda. Mes de mierda. Año de la CSM. No tengo ganas de hacer ni una weá. Como estaré de mal, que ni he chupado. Miro mi frigobar con pena. Y tampoco tengo hambre. Ni sueño. Por suerte le saco unas pastillas a la Clau y duermo hasta el día siguiente. Porque ni ganas de hablar tenía, ni siquiera contigo. Y aunque me enojé con la Clau, fue bueno que te llamara, porque yo te iba a cancelar la hora y después te iba a escribir para dejar de vernos hasta que encontrara pega. Pero tú ya cachai un poco como es esta loca. Se me puso brígida. Así que apenas recibí tu invitación de zoom la abrí.
¿Y qué piensas hacer?
Yo creo que lo primero que debiera hacer es ducharme. Desde que ganó Nadal que no paso por el agua. Y como estaré de mal, que ahora me da pena el serbio. Me siento como ese weón. Número uno. Llego a una final que por fin puedo ganar. Y me vuelan la raja. Pobre Novak, lo entiendo bien. Se siente como la callampa que te den una patada en la raja, probablemente porque le quieren dar tu pega a un pariente o amigo. Esa es la madre del cordero. A un amigo que trabajaba en un banco español le pasó la misma webada años atrás. Crisis en España y este weón, que lo hacía impeque, cagó y en su lugar pusieron a un gallego. Parecía chiste, pero al Chelo lo reemplazó un Manolo. Puta que es fome perder así. Ya ni el VAR te salva. Estamos perdidos Sebastián.
Claudia me contó que tu suegro…
Estai más weón. El día de la guayaba me voy a trabajar con ese ñor y menos ahora que está la Claudia y todos sus hermanos metidos. Prefiero darme vuelta todos los juegos que tengo y esperar que me llegue la Play 5. Para eso es mejor trabajar acá, en mi oficina, que aguantar a esa manga… no… mi suegro es muy aguja… y apretao… y con la Claudia nos terminaríamos agarrando de las mechas… En el peor de los casos prefiero irme a trabajar de reponedor de supermarcado, como el japonés de las noticias.
¿Y qué te dice la Claudia?
El primer día se portó como una reina. Comprensiva, hasta cariñosa. Andaba, ¿Cómo dicen ustedes? ¿Vulnerable? Eso, andaba sensible, pero ya al segundo día estaba mosqueada y cuando perdimos con Uruguay y me fui a la chucha, me empezó a hacer la típica cuática que hace cuando me frustro, pero igual se contuvo. Fue cuando empatamos con Colombia que la mina me agarró de las astas. Y ahí se me cayó el casete. No le he contado a nadie de mi familia, ni a ningún amigo que estoy sin pega. Solo lo sabe su familia, que la verdad, me importa una raja. Y tampoco te conté a ti porque me dio plancha, porque igual siempre me mostré canchero con la pega y ahora parezco perro apaleado. Para que te voy a venir con cuentos. Estaba aguachadito en mi pega, estaba cómodo. Tal vez demasiado o como me dice mi amada esposa, estaba achanchado. ¿Y qué? Era feliz. No tenía que pensar. Hacía las weas no más. Y las hacía bien. Y rápido. Y me llevaba bien con todos los weones. Pero ya todo da igual. Cagué no más. Ahora a jugar FIFA 21, ver todo el deporte que pueda y esperar que pase este año de mierda.
¿Y el 2021?
Puta que andai apurado. Ni he pensado en el próximo año. Y la verdad es que hasta hablar contigo, no había pensado en nada, pues con la Claudia puro me defiendo. Ella quiere que me mueva, que llame, pelee, postule… pero a mí lo único que me gustaría es volver a mi pega anterior y no tener que ponerme a pensar donde cresta reinventarme a los 45 años. Así como estoy, no paso ni la prueba de manejo y una head-hunter me haría llorar. Hace años que no preparo una entrevista y ahora que lo pienso, creo que nunca he buscado pega ni he hecho tests psicológicos. Yo partí de abajo, como goma del goma. Pesaba menos que un paquete de cabritas y sin que nadie se diera cuenta fui subiendo. Me estacioné como subgerente porque ese conventilleo de los gerentes no es para mí. Esos weones dicen que son políticos, que son estratégicos y son puras viejas cahuineras. Así que por años les hice la pega a los gerentes. Hice todo lo que me pedían. Piolita, calladito. El back office. Así le dicen los aweonados a mi pega. Puras polillas, pero para mí estaba perfecto. Fue bonito Sebastián, lo penca es que se acabó.
Tras un largo silencio, Eduardo se levanta de su silla, abre el closet y veo como saca de su minibar una cerveza. Segundos después desaparece de la pantalla y reaparece corriendo con un vaso largo en mano.
Puta que hace bien hablar. Te juro que ni una chela me había tomado y ahora traje mi shopero favorito para celebrar este primer paso. Está heladito. Me sacaste un peso de encima, pues pensé que no iba a poder hablar de esta webada. Y aunque esté picado con todos los weones chuchesumadre, los quiero a los culiaos. Son maricones, pero los entiendo. Me cagaron, pero que tanta webada, son humanos. Como dice mi viejo, los amigos son para decepcionarte. Puta el viejo zorro. Yo nunca le había entendido esa webada, pero ahora sí. Los odio, pero igual los quiero. Les pegaría una patada en la raja, pero también los abrazaría. Tengo rabia y tengo pena y te juro que no sé si podría hablar de estas webadas si no tuviera mi shopero heladito en la mano. Una cosa buena del teletrabajo. ¡Salud!
Tras cortar con Eduardo, abrí mi refrigerador y saqué una cerveza. No tengo shopero helado ni favorito, pero ahora lo tengo seriamente entre mis pendientes. Servida la cerveza, pienso en las ambivalencias y en la intensidad de las emociones que desatan una desvinculación entre medio de la pandemia ¿o sindemia? y no puedo más que terminar, para calmar las aguas, con las siguientes palabras de Goethe:
“Educados en el silencio, la tranquilidad y la austeridad, de repente se nos arroja al mundo; cien mil olas nos envuelven, todo nos seduce, muchas cosas nos atraen, otras muchas nos enojan, y de hora en hora titubea un ligero sentimiento de inquietud; sentimos y lo que sentimos lo enjuaga la abigarrada confusión del mundo”.
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