Mi yerno se fue en la pandemia… ¿qué hago con mi hija?
El nivel de civilización al que han llegado diversas sociedades humanas está en proporción a la independencia de la que gozan las mujeres (Flora Tristán).
Carmen, una nueva cliente, me contacta vía WhatsApp en enero. Me pregunta si voy a atender estos meses y le contesto que lo más probable es que sí. Tras coordinar nuestra primera sesión vía zoom, nos despedimos y a los segundos me envía el siguiente mensaje: “Me alegra que sigas atendiendo en enero. Parece que las personas que trabajamos somos las únicas que nos tenemos que cuidar del coronavirus. Los que no trabajan, pueden veranear y contagiar tranquilos. Mira lo que lo que le pasó a la señora del alcalde de Pucón. Qué horror”.
Desconcertado, tuve que leer el mensaje varias veces para entenderlo. Y no supe qué responder, por lo que esperé nuestro primer encuentro virtual para intentarlo…
Hola Sebastián. No te imaginas lo contenta que estoy de hablar contigo. Necesitaba desahogarme con alguien, pues las cosas en mi casa están requete complicadas. No sé por donde empezar, pero partiré disculpándome por el WhatsApp que te mandé el otro día. Yo misma me di cuenta que era de una amargura infinita. Siempre veraneamos en Pucón con mi marido y las niñas… bueno… que ya no son nada niñas… de hecho ya soy abuela… y este año decidimos no ir. No fue fácil quedarse acá con todo lo que implica y supongo que la noticia me impactó. Es cierto, tenía enfermedades de base, pero una mujer así, sin este virus, vive cien años.
Silencio…
Te advierto que soy buena para hablar y si no me paras me largo, pero la razón por la que busqué un coach es porque me dijeron que te ayudaban a realizar cambios y a tomar decisiones. ¿Es así?
Eso dicen…
Bueno, la cosa es que estoy atacada, enojada, molesta, indignada… con la persona equivocada.
¿Cómo es eso?
Felipe, el marido de mi hija mayor, se fue de la casa entre navidad y año nuevo. Se veía venir, pero una igual se engaña y se convence que no va a pasar… hasta que pasa. Y estoy furia con mi hija. Y también con mi marido.
¿Por qué con ellos?
Le advertí mil veces a la Moni que tenía que ser más amorosa con Felipe. Que lo tenía que cuidar. No solo es estupendo, es buena persona, trabajador, responsable y resultó ser un excelente papá. ¿Qué más se puede pedir? Pero la Moni, al igual que sus hermanas, están en todo este cuento de la igualdad y al pobre Felipe no le perdonaba una…
¿Qué no le perdonaban?
Que bueno que me interrumpes, sino esto sería una lata, un monólogo. Una vez fui al psicólogo y me cargó. Hablé hasta que me aburrí y no volví más. No sé si me sirvió. ¿Te molesta que fume?
Para nada
Genial. ¿Dónde estaba? Ah… mira… la Moni y sus hermanas y el huevón de mi marido… encontraban medio tontorrón a Felipe. Superficial. Para que te hagas una idea, yo toda mi vida he sido la secretaria ejecutiva del mandamás de uno de los Holding más importantes de Chile, para que el pelota de mi marido pueda seguir con su arte y sus clases. Y como gran gracia, para aprovechar el descuento de papá, todas mis hijas estudiaron en su universidad y salieron híper revolucionarias. Yo sabía que lo barato me iba a salir caro, pero mi marido estaba chocho, hasta que cachó que a ojos de nuestras hijas él también era un patriarca explotador. Fue terrible para él, que se jura siempre distinto. Yo te diría que ahí recién atinó que la habíamos embarrado con las niñitas, pero ya era muy tarde. Felipe, en todo esto, fue literalmente un accidente, casi un milagro.
¿Milagro?
La Moni fue atropellada andando en bicicleta. Por supuesto no llevaba casco y Felipe, hasta ese minuto, un total desconocido, la socorrió. Llamó a la ambulancia, la acompañó a la clínica, nos contactó a nosotros. Qué te puedo decir. Las hizo todas y no se despegó de la clínica hasta que le dieron el alta a la Moni y después la acompañaba a rehabilitación. Mi hija, que hasta ese momento era dura, dura, dura, se derritió y debo reconocer que Felipe fue el primer pololo de mis hijas que me ilusionó. Y Sebastián, que terrible lo que te voy a decir, pero nunca me decepcionó. A diferencia del huevón de mi marido, es un tipo normal. Trabajador, pero también gozador, lo que a ojos de mis hijas, yernos y marido, es lo peor. Lo pelan porque después del trabajo juega paddle, porque tiene muchos amigos, porque se viste bien, porque trabaja en una empresa de mi Holding…
Silencio. Carmen se levanta y segundos después reaparece con un vaso de agua y un cenicero.
Que brutalidad pensarás tú, una mamá que habla maravillas del yerno y nada de su hija, pero la verdad es que me da mucha rabia. Mi marido se hace el sueco, pero yo le pedí muchas veces que hablara con la Moni, que no podía ser tan pesada, tan exigente, tan crítica, tan ácida. Y mi marido, siempre en su mundo, no hizo nada. Y los demás felices de que todos los males recayeron en Felipe… y no en ellas y ellos…
¿Quiénes son los demás?
Mis otras dos hijas y sus parejas… quienes viven en un mundo paralelo financiado por nosotros. Ninguno paga arriendo; pagan los gastos comunes de nuestros departamentos y, salvo este año, no se pierden las vacaciones en Pucón con nosotros, aunque dicen que les carga. Y cada vez que tienen un aprieto o ganas de viajar, somos el banco. Es decir, yo. Yo soy la chequera, la de las tarjetas y las transferencias.
Carmen vuelve a levantarse. Llega con una jarra de agua. Ceremoniosamente sirve su segundo vaso, saca una cajetilla y ladeando la cabeza prende un tercer cigarro.
Tremenda vuelta me he dado para decirte que ya no soporto más ni a mi hija ni a mi nieto en la casa. El pobre no tiene la culpa, pues la Moni le prohíbe todo. Cero azúcar, cero pantallas y puros juegos y muñecos de madera sin caras. Ni yo sé jugar con esas cuestiones y las cosas que come son intragables. ¿Resultado? Chilla todo el día y la Moni no lo puede pescar porque su jefa, que por supuesto no tiene hijos, la explota por tres pesos. Y mi marido, como siempre, encerrado en su taller, donde sinceramente no creo que pinte, pues cada vez que paso lo veo riéndose de algún meme. Viejo huevón.
¿Y tú dónde quedas?
Ayyy… me vas a hacer llorar… no tengo donde estar en mi propia casa… me ando arrancando de pieza en pieza para trabajar y cuando llama mi jefe, que es siempre, tengo que salir al jardín con una libretita para tomar apuntes, pues no le puedo fallar. El financia toda esta vida. A mi marido, a mis hijas revolucionarias y a los inútiles de mis yernos. El único que aportaba era Felipe y gracias a él, por años, no me tuve que preocupar de la Moni ni de mi nieto. Descansaba en ellos, eran los que estaban bien y ahora está todo mal. Y te juro que si se hubiera ido con otra, me sentiría mejor, pero más encima se fue porque la Moni se lo pidió. Le dijo que estaba confundida, que no sabía si lo amaba… ¿puedes creerlo? ¿Quién ama a su marido cuando tienes un mocoso de dos años que no se ha destetado? Más encima se lo aguantó todo y fue ella quien se cansó de él, porque decía no admirarlo. Y claro, la muy huevona quiere un hombre como su papá… ¡Hombres que no le trabajan un peso a nadie y que hacen clases para ser idolatrados! Mi marido, a quien no sé si quiero, amo o simplemente aguanto, y de quien nunca me he querido separar, es un encanto en la universidad y en las exposiciones, pero el resto del tiempo es para regalarlo. Y mis hijas se buscan hombres así, mientras mamá paga las contribuciones de los departamentos que ellas habitan con esos zánganos.
¿Y qué te gustaría que pasara?
Sinceramente me gustaría que todo esto fuera una pesadilla. No te voy a decir que antes mi vida era una maravilla, pero era soportable. Ya nos conocíamos. Pero ahora, estos pocos días con mi hija y mi nieto en casa, han sido francamente del terror. Y no los puedo echar, pues la Moni es tan orgullosa que no quiso quedarse en el departamento de Felipe. Y le ofrecí a mi hija venir a verte y pagarle la consulta. Pero como eso no va a pasar, necesito que me ayudes a soportar todo esto.
Silencio. Cuarto cigarro.
Se que estamos llegando a la hora y no sabes lo aliviada que me siento. Si fuera por mí, te pagaría una hora diaria. Es atroz sentir todo esto y tener que callar, pues ¿quién va a entender a una mamá que no se pone en el lugar de su hija? Tampoco estoy para criar nietos y menos a uno al que nunca le han cortado el pelo. Mi marido goza, pero a mi me parece un salvaje. Además, me encanta trabajar, me saca de este mundo, que es el mundo de mi marido, el héroe de mis niñitas, quien, pese a ser condenado como machista, conservador y tradicional, sigue siendo el Rey.
¿Próxima semana a la misma hora?
Continuará…
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