Según una investigación de la Fundación Amulén llamada Pobres de Agua, el porcentaje promedio de vulnerabilidad en zonas carentes de agua potable es mayor al 80%. El estudio dice que eso ha empujado una dramática migración climática, siendo las regiones de Arica y Parinacota, Atacama, Coquimbo y Valparaíso las más afectadas.
Debido a la escasez hídrica, muchos agricultores y personas que han vivido durante décadas en campos se han visto forzados a dejarlos y emigrar a la ciudad. También ocurre inversamente, habitantes de la ciudad en la zona central, como Santiago, emigran al sur, en busca de una mejor calidad climática.
Ciudades lacustres como Puerto Varas han recibido a muchos de estos migrantes. De acuerdo a su alcalde, Tomás Gárate, solo en los últimos 15 años el crecimiento demográfico de la ciudad llega al 204%. Dice que eso es prácticamente entrar en una fase de colapso. “Es una situación que están viviendo muchas ciudades intermedias y que aumentó explosivamente en medio de la pandemia”. Gárate lamenta que no haya estudios, pero estima que mucho de este crecimiento es de personas que huyen de lugares asolados climáticamente. Solo en el útimo año, asegura que “unas siete mil personas han llegado a vivir a Puerto Varas”.
Rodolfo Sapiains, investigador del Centro de Ciencia del Clima y la Resiliencia (CR)2 y académico del Departamento de Psicología de la U. de Chile, dice que los fenómenos climáticos extremos pueden generar desastres socionaturales, como desplazamientos humanos forzados. Dice que cuando las condiciones cambian, como por ejemplo por las sequías -el fenómeno más emblemático en el país- y estas se hacen muy prolongadas, “empiezan a dificultar las posibilidades de las personas de mantener sus medios de vida y eso puede derivar en procesos migratorios hacia lugares donde las condiciones climáticas y ambientales sean mejores”.
Raúl Cordero, climatólogo de la Universidad de Santiago, dice que hay dos eventos particulares que provocan gran cantidad de migración: los huracanes y las sequías.
Eso lo saben muy bien los habitantes de Monte Patria, donde el 15% de su población ha dejado la ciudad por razones climáticas, y son considerados los primeros migrantes de este tipo certificados en el país, según un estudio de la ONU.
Aunque no se han documentado, muchos habitantes rurales de la Región Metropolitana han seguido un destino similar. De las 52 comunas de la región, 18 son rurales. Según el informe Escenarios Hídricos 2030, todas las comunas de la cuenca del Maipo presentan una brecha hídrica.
Un proceso histórico
Según Sapiains, las migraciones han ocurrido desde que existen humanos, pero lo que hoy se observa es que esos procesos pueden verse intensificados por condiciones climáticas adversas. Y dice que esas condiciones climáticas adversas pueden ser las sequías, como la que vive el país. Advierte que en determinados países se ha asociado al deterioro de la calidad de las personas “al punto de generar conflictos sociales y bélicos, como en el caso de Siria”.
Pese a ello, dice que los procesos migratorios siempre han existido, “por lo que también es difícil distinguir cuáles son por temas climáticos y cuáles son por otro tipo de razones”.
El investigador del (CR)2 reconoce que es muy difícil hacer proyecciones, pero estima que en el caso de los chilenos, las principales migraciones serán internas, dentro del país, “con desplazamientos a zonas menos afectadas”.
Cordero señala que las migraciones originadas por eventos extremos, “también están fuertemente influidas por la resiliencia de cada país, la que está determinada por su nivel de desarrollo y fortaleza institucional. Por ejemplo, en Chile las migraciones asociadas a la larga e intensa sequía que afecta a la zona central son afortunadamente mucho menores que las registradas en Haití o Nicaragua por los efectos de los huracanes”.
En su informe “Groundswell: Prepararse para las migraciones internas provocadas por impactos climáticos”, el Banco Mundial señala que a menos que se tomen medidas urgentes de acción climática a nivel nacional y mundial, para 2050, en África, al sur del desierto de Sahara, Asia meridional y América Latina, más de 140 millones de personas podrían verse obligadas a migrar dentro de sus países”.
El problema es que el futuro se ve complejo. Se proyecta un aumento de temperaturas para la zona centro sur del país, lo que indica que en el largo plazo las condiciones de disponibilidad de agua para zonas rurales en parte importante de Chile serían más complejas que la situación histórica. La zona desde Copiapó a Los Vilos presenta un déficit hídrico más grande en orden de magnitud debido a la prolongación de la sequía, señala el estudio Pobres de Agua.
Petorca, Río Hurtado, Puerto Varas: Distintas realidades climáticas
El escasez de agua ha calado profundamente en comunas como Paine, Petorca, Illapel, Til Til, Colina, La Higuera, Curacaví y Alhué. Catalina Castillo, investigadora colaboradora del (CR)2, explica que aún no existe muchos estudios sobre las probables rutas de migración, “por las dificultades metodológicas que conlleva el analizar estos fenómenos climáticos de manifestación lenta”, dice. Sin embargo, admite que algunas proyecciones muestran que “el sur de Chile aparece como un atractor de población en términos climáticos en los escenarios más pesimistas que se esperan”.
Mientras se intensifica el cambio climático, la situación incide en las migraciones, “pero también en población que no logra salir de esos lugares que se vuelven inhabitables, porque sus recursos muchas veces también se ven afectados. Se le denomina población atrapada”, añade Castillo.
En lugares afectados por la sequía, las personas efectivamente se están yendo. Se trata en su mayoría de gente joven, que emigran de su pueblo o localidad, “pero también corresponde a un patrón histórico que hemos visto en Chile, desde el siglo XX, en busca de mejores oportunidades laborales, y que ahora se asocia a la sequía”, explica la investigadora del (CR)2.
Castillo señala estos “atrapados climáticos”, corresponde a personas mayores, mujeres o población más vulnerables que no puede optar por irse. “Es la que se queda atrapada”.
Verónica Castillo es una de ellas. Entrevistada por La Tercera en septiembre de 2019, la vecina de La Higuera reconoció que no sabe si utilizar los 35 litros de agua disponibles que tiene por día para bañar a sus dos hijos, para cocinar o para beberla.
Isidro Fernández es otro ejemplo de “atrapado climático”. Agricultor y administrador de campos en Monte Patria, reconoce que la situación ha empeorado mucho en los últimos años. “Estamos luchando, los cultivos que tenemos los hemos achicado. En unos años esto podría desaparecer”.
En ese caso, reconoce Fernández, “deberíamos migrar a otro rubro o seguir con la agricultura en otro lado, no lo he pensado. La esperanza es que esto mejore. Luchamos todos los días con la situación, es difícil”.
A diferencia de lo que ocurre en gran parte del país, donde la población aumenta con el correr de los años, debido a la migración climática, en muchos lugares de Chile, las cifras del Censo muestran un evidente retroceso o estancamiento. Se trata de comunas de las cuales las personas se van, corresponde a lugares seriamente afectadas por la situación climática.
Muchas de ellas son 100% rurales, indica el estudio “Estimaciones y proyecciones de población comunales urbano-rural, desagregadas por sexo y grupos quinquenales de edad para el período 2002-2035″, realizado por el Instituto Nacional de Estadísticas (INE). Entre ellas están Camiña, Colchane, Sierra Gorda, Ollagüe, Alto del Carmen, Paihuano y Río Hurtado.
En Camiña, según el INE, desde el inicio de siglo la población disminuyó casi 2%, y hoy solo suma 1.250 habitantes. En Ollagüe en la última década solo aumentó 0,94%, pasando de 318 a 321 personas. Mientras que Río Hurtado (Región de Coquimbo), muestra uno de los mayores descensos de población. Si en 2002 tenía 4.771 habitantes, para 2017 solo había 4.278 (-10,33%) en el pueblo.
En Til Til, el último Censo, realizado en 2017, indicó 19.312 personas. En 2002, el número de habitantes de la comuna de la zona norte de la Región Metropolitana, señalaba 14.755. Es decir, ha perdido más de 5.000 personas en 15 años.
Situación similar en Petorca, Illapel o Alhué. En la primera, en 15 años prácticamente no aumentó la población. En 2002, la primera sumaba 9.440 habitantes, mientras que en 2017, 9.826. En Illapel, de 30.355 a 30.848, mientras que en Alhué, entre 2002 y 2017, la población solo subió en 2.009 personas.
Muchas de estas personas podrían estar migrando a ciudades como Puerto Varas. Muchos le llaman el “nuevo Santiago”, porque lo que era una tranquila ciudad en la Región de los Lagos, hoy ha visto como sus tranquilas calles se han llenado de personas que decidieron vivir en el sur. Muchos huyeron de Santiago por mla contaminación, y el teletrabajo, gatillado por la pandemia, solo aceleró el proceso.
Castillo aclara que no hay zonas aún, que se puedan identificar completamente como “lugares de acogida”, nombre que reciben las ciudades o pueblos con personas que vienen de sequías. “Por lo general, cuando la gente migra lo hace de acuerdo a sus trayectorias personales de vida, si tienen redes o ese tipo de elementos. Es una decisión muy personal, cuándo migrar y dónde migrar. Esto pasa con los fenómenos de manifestación lenta, como la sequía. Es un fenómeno individual y no de masa, a diferencia de lo que ocurre con los fenómenos de manifestación súbita, como las inundaciones. Es un fenómeno silencioso y difícil de medir, por lo que no lo sabemos con total claridad, aunque sí hay evidencia de que influye, aunque hay muchos impulsores involucrados”.
Tomás Gárate, alcalde de Puerto Varas, señala que su comuna tiene muchos atributos que son de gran valor para las personas. “Nuestro territorio tiene un entorno natural invaluable, una mixtura de paisajes y patrimonio natural que sin duda contribuye a la calidad de vida, a eso se suma los índices de seguridad y encontrar en un territorio pequeño todos los servicios que permiten el desarrollo de las familias”.
Pero no cualquier desarrollo, “sino uno sostenible con respeto por el medioambiente”, advierte.
De acuerdo a analiza Sapiains, si pensamos en personas como las de la zona central o la Quinta Región interior, donde se registran más de 10 años de megasequía, “podemos esperar que se intensifiquen esos procesos migratorios, debido a que las condiciones, por ejemplo, para ciertas prácticas agrícolas de pequeña escala, empiecen a ser difíciles, a menos que tengas capital y puedas desarrollar prácticas de mayor extensión”. Pero dice que eso también se complica, porque las condiciones de acceso a agua potable se hace mucho más difícil y eso hace que vivir en esos lugares que para muchas personas empiece a ser demasiado complicado. Ante eso, ladvierte, “las posibilidades de migrar aparece como una opción”.
En Pucón también se ha registrado una situación similar a la de Puerto Varas. Sus vecinos notan mayor congestión. Carlos Barra, alcalde de Pucón, señala que el clima es uno de los elementos que consideran las personas al momento de migrar desde su ciudad de origen. “En Pucón las estaciones están bien marcadas. Frío en invierno, donde se puede disfrutar de las termas y volcán con sus deportes de nieve y también mucho calor en verano, donde sus lagos ( Villarrica y Caburgua) son los más visitados. Además es un destino seguro, eso es súper importante”.
Gárate dice que el fenómeno migratorio se ha dado desde hace muchos años, por eso, lamenta que no fuera oportunamente atendido por las autoridades. Esto que es muy complejo de abordar se suma a ese crecimiento demográfico que por años no ha sido abordado. Esto impacta en la calidad de vida de las comunidades y hace compleja la planificación de la comuna, los servicios que hay que asegurar para esas nuevas familias y también las atribuciones y dificultades que tenemos los municipios para hacernos cargo de esta situación”, dice Gárate.
Señala que desde el municipio han levantado una agenda de trabajo con varios ministerios, para abordar la situación de Puerto Varas y otras comunas que están enfrentando este desbordamiento demográfico. “Queremos generar un justo equilibrio entre la capacidad de acoger de buena manera a las nuevas familias, y al mismo tiempo asegurar la calidad de vida de nuestras comunidades, sin impactarlas negativas y menos aún, generando daño en nuestro entorno natural que es invaluable y es nuestro habitar”, argumenta Gárate.