Mis padres se separaron en pandemia… ¿qué hago con mi papá? (2ª parte)

Todo lo que termina, termina mal, poco a poco,Y si no termina, se contamina mal, y eso se cubre de polvo (Andrés Calamaro).


A las 11.59 llegué a la terraza de un café para reunirme con Benjamín, un cliente al que empecé a ver la semana pasada a raíz de la separación de sus padres. Estaba sentado leyendo y nada más acercarme se puso de pie y no pude evitar pensar que no sólo era extremadamente alto, sino que parecía muy maduro para sus treinta y pocos. ¿Tendrá algo que ver la altura? Claramente Napoleón refutaría mi teoría… teoría que probablemente tomé prestada de algún taller de liderazgo o de la revista Muy Interesante.

Pero esta anécdota mental se esfumó al ver que mi cliente leía Destructive Emotions, entretenido libro donde el Dalai Lama dialoga con connotados neurocientíficos, psicólogos y filósofos, sobre la mente y las emociones. Entre ellos, Francisco Varela (1946-2001), a quien el Dalai Lama homenajea en su primera página.

Hola Sebastián. Es raro, pero después de nuestro primer encuentro, sentí que le saqué el corcho a una botella largamente guardada. ¿Te ha pasado alguna vez? Al principio pueden salir olores bien desagradables. Puede ser una señal de que hay que botar el contenido de la botella, pero a veces, si la dejas respirar, puedes rescatarla. Yo no soy un gran bebedor, pero a mi papá le gustan estas historias. Y esta se me vino una y otra vez durante la semana, pues sentí que las cosas que te abrí están bien podridas…

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¿Qué te gustaría botar?

Mira… es muy raro irse a los 13 años de la casa y volver de cuando en cuando. Estás a otro ritmo. Mientras estás descansando de una temporada, lesión o campeonato, el resto sigue con sus vidas, sus rutinas… y tu no encajas… por lo que cada vez era más desagradable volver. En definitiva, cuando estaba en Estados Unidos quería volver a Chile, pero cuando estaba acá, me quería volver. No sé a dónde voy con lo que te estoy contando, pero lo que tengo claro es que no estaba cómodo en ninguna parte, salvo en el techo de la casa de mis papás.

¿Cómo es eso?

En Estados Unidos empecé a fumar pitos. Era una tontera, muy poco, pero todos lo hacíamos de tanto en tanto. No era más que eso, pero cuando tienes 13 y 14 años, parece un mundo. La verdad, no lo disfrutaba mucho estando allá, pero en Chile fumar pitos en el techo de la casa de mis papás se transformó en mi principal fuente de placer. Los jardineros, que me conocían de toda la vida, fueron mis primeros proveedores. Y yo me pasaba mañanas enteras o tardes completas en el techo fumando y pensando. Y aunque suene triste, esos fueron los mejores momentos de mi adolescencia chilena. En el techo pensaba libremente. Y no era fácil pensar en medio del show familiar.

¿Qué show?

Si me sacas de la ecuación, éramos una familia ejemplar. Nuestra casa parecía de Vivienda y Decoración, mis papás un matrimonio muy progresista y consolidado y mis hermanas eran dignas de un catálogo de ropa. Y supongo que a mis hermanas y a Samuel, mi hermano mayor, les resultaba conveniente creerse el cuento. En ese escenario, asumo, mis reapariciones eran molestas, así que después de los desayunos, almuerzos y comidas, me arrancaba al techo y empecé a ver cosas que no debí haber visto.

¿Cómo qué?

Fue un largo proceso... años de trabajo que terminaron… en lo que terminaron…

Silencio…

¿Qué quieres decir?

Desde el techo pude ver a Javier, el paisajista de mi mamá. Sinceramente creo que ella fue su primer cliente. Al principio venía prácticamente todos los días, con dos o tres jardineros que lo ayudaban, pero con el correr de los años ya venía solo. Era raro, pero desde arriba, veía a otra mamá. O mejor dicho… a una mujer y no a mi mamá. Era perturbante verla tan simpática, atenta y risueña, pues lejos del jardín y de Javier, era mucho más fría. Y para qué hablar con mi papá. Era un témpano y fue ahí cuando me empecé a dar cuenta que estaba todo mal.

¿Lo hablaste con alguien?

A Samuel y a mis hermanas no les entraban balas y al final se terminaban enojando ante lo que ellos consideraban injustas e infundadas insinuaciones. En simple, para ellos eran inventos míos, que hablaban de lo mal que me hacía la marihuana. Todo terminaba en una pelea y yo agarraba mi bolso, tomaba el avión y volvía a mi vida de tenista. Y semanas o meses después, reaparecía mi papá, pasábamos buenos momentos juntos y después desaparecía. Y sabía que eso significaba que estaba con otra, a la que solo vería de lejos en algún partido importante. A veces se repetían, pero casi siempre eran distintas y terminado el partido reaparecía mi papá solo. Y nunca más veía a su acompañante. De hecho… en algún momento llegué a preguntarme si no estaba alucinando… pero no… sabía que era cierto… lo sentía en todo el cuerpo…

¿Qué sentías?

Una increíble pesadez. ¿Viste Harry Potter? Era como si un Dementor me diera uno de esos besos que te chupan la vida. Generalmente esos partidos los perdía y mi papá me intentaba animar, me sacaba a comer y me dejaba compartir una cerveza. Eran, como a él le gustaba llamarlos, nuestros momentos. Él jugaba a que yo estaba abatido por haber perdido. Y yo le seguía la corriente y esta misma pesadez la empecé a sentir casado y ahora que mis papás se separaron. Es como si llevara una mochila de ochenta kilos a la espalda.

¿Cómo si llevaras un muerto?

Exacto. Y con ese peso me levanto, entreno, voy al trabajo y corro. Ya de noche leo libros de psicología, budismo… lo que venga. Y cada día es una batalla. Y después de un año separado, de un año en el hoyo, sentía que estaba de salida, pero el divorcio de mis papás terminó de hundirme.

Silencio…

Es terrible ver a mi papá así, sin juego, sin alternativas y sin base. La casa gigante para él solo. Ese jardín inmenso que hoy disfrutan pájaros y gatos, pero que no han visto a ningún ser humano en meses. De repente mi viejo me llama por teléfono mientras pasea entre los árboles, pero son llamadas que literalmente vienen desde la tumba. Cuando se saca el traje de súper héroe es un muerto viviente. Y sé lo que se siente, pero aun así, no me imagino lo que debe ser divorciarse a los setenta y tantos.

¿Y cómo fue para ti?

Yo siempre fui muy crítico de mi papá y del matrimonio, por lo que tardé en casarme. Finalmente lo hice, pero ya en nuestro primer año juntos se me hizo cuesta arriba pasar tanto rato con ella y su familia. Al principio me esforzaba, pero debo reconocer que fui entendiendo a mi viejo. Al igual que él, me aburría y empecé a inventar viajes y me metí, con unos amigos que había hecho en el tenis, a organizar torneos en distintos lugares del mundo y mi viejo se entusiasmó tanto que, de repente, estaba como reviviendo mi adolescencia, pero con plata, amigos y libertad. Cuento corto, todo se fue a la mierda en cuestión de meses. Matrimonio y torneos de tenis a la basura. Fue una mierda, pero supongo que ahí terminé o empecé a conocerme. ¡Y mi viejo no entendía por qué me separaba! ¡Él! Pero ahora que lo veo lo entiendo. Supongo que en su forma de ver el mundo, me estaba protegiendo. No quería que sufriera… como él está sufriendo ahora…

¿Y cómo sufre?

Mi viejo está muy mal y sufre por las razones equivocadas. No sufre por mi vieja, ni por sus hijos, nietos o por él. Le duele su imagen y su gigantesco ego le impide ir más allá… Mi ex señora, en una de las pocas peleas que tuvimos, me dijo que yo no sabía amar de verdad. Y aunque no entiendo de qué habla, estoy seguro que tiene toda la razón… y eso que al igual que mi vieja… me he leído todos los libros de desarrollo personal que te puedas imaginar. Y no lo entiendo. Tampoco sé a quién ama mi papá. Y creo que mi mamá, hasta conocer a Javier, no sabía lo que era el amor. Y ahora, siéndote super sincero, tampoco sé si lo que tiene mi mamá con Javier es amor, pero durante un buen tiempo la vi feliz. Sonreía más y dejó de ser tan estricta y severa.

Silencio…

Ahora vive en un infierno. Tal vez no a tiempo completo, pero si cuando se acuerda que en algún minuto le va a tener que contar la verdad a sus hijos, pues tal como te habrá contado mi papá, soy el único que sabe que mi mamá se fue a Estados Unidos con Javier. A mis hermanas y a Samuel les cuesta tanto la realidad, que se compran la idea de que mamá desaparece en largos retiros espirituales. ¡Desde el estallido social que no viene a Chile y recién ahora mis hermanos empezaron a cachar que el papá está mal y que llevan demasiado tiempo separados! Pero se quedan ahí y juran que mi papá simplemente las ha cagado otra vez y que ya pasará. Y no cachan que estas cosas son de a dos... Y que cuando terminan… terminan mal…

Continuará…

Lea la primera parte de esta columna en este enlace.

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