El terremoto de L’Aquila en Italia ocurrido en 2009 comenzó con una ruptura lenta de aproximadamente 0.9 kilómetros por segundo y, posteriormente, aumentó en forma drástica, su velocidad y potencial destructivo. Alcanzó una magnitud de 6,3 y dejó más de 300 fallecidos.
Los investigadores de la Università Degli Studi Di Padova, Italia, Piero Poli, y de la Universidad de Chile, Leoncio Cabrera, analizaron el evento y lograron revelar cómo había comenzado, observando el inicio temprano del evento telúrico, fenómeno que se podría extrapolar a otros grandes sismos, como los ocurridos frecuentemente en Chile.
“Conocer más sobre este tema es importante, porque contribuye a evaluar de mejor forma el peligro y nos permite prepararnos mejor para futuros terremotos”, plantea Cabrera.
El trabajo, publicado en la revista Geophysical Research Letters, indaga en la llamada “iniciación de ruptura sísmica”, una pequeña señal que, según explica Cabrera, es muy difícil de registrar y se ha estudiado en pocos terremotos en el mundo, entre ellos, algunos ocurridos en California y Asia Central; y ahora, con este estudio, el ocurrido en la ciudad italiana de L’Aquila, en 2009, con una magnitud de 6.1 y una profundidad aproximada de ocho kilómetros.
Cabrera establece que la motivación por estudiar el sismo de L’Aquila surgió a raíz de las numerosas víctimas y daños que ocasionó, la gran cantidad de datos existentes sobre sus características y la manera anómala en la cual se manifestó el inicio de su ruptura. “La pregunta sobre ‘cómo se inicia un terremoto’ es una de las interrogantes abiertas más grandes en Ciencias de la Tierra y fue uno de los temas que investigué durante mi doctorado en el Instituto de Ciencias, ISTerre, de la Universidad de Grenoble Alpes”, añade.
¿Cómo comienzan los terremotos?
El investigador nacional señala que el inicio de la ruptura es una pequeña señal muy difícil de observar y “cuando vimos que estaba registrada para el terremoto de L’Aquila, nos pusimos rápidamente a analizarla para ver qué aprendíamos sobre su inicio”. En esta etapa, Cabrera y Poli observaron, en términos simples, que al “terremoto le costó iniciar”.
“Nuestra contribución es importante porque constituye una observación que se ajusta a un modelo físico cuantitativo, pero no aplica para la generalidad de los terremotos, porque lo usual es que comiencen repentinamente, sin ningún tipo de señal de pequeña amplitud”, precisa Poli.
Sobre este punto, Cabrera destaca que la gran cantidad de sensores ubicados donde ocurrió el sismo de L’Aquila permitió que tanto él como Piero Poli pudieran observar, por primera vez, con tanto detalle, cómo se inicia un terremoto. Un acierto para el que la metodología utilizada en la investigación fue determinante, porque permitió analizar el evento desde todos los ángulos posibles, gracias a la calidad de los datos a los cuales se accedió.
“Con la observación que hicimos, demostramos que muchos de los resultados que se ven en el laboratorio, en el modelamiento numérico y la teoría, aparentemente también pueden ocurrir en la naturaleza, por lo cual es posible establecer un vínculo entre ambas formas de estudiar los terremotos y lograr entender mejor este proceso”, asegura Cabrera.
Sobre el estudio del inicio de terremotos en Chile, ambos investigadores esperan continuar investigando en esta línea. “Conocer más sobre este tema es importante, porque contribuye a evaluar de mejor forma el peligro y nos permite prepararnos mejor para futuros terremotos. Sin embargo, estamos conscientes de que aún falta bastante por avanzar”, afirma el investigador de la Universidad de Chile.
Poli recalca que, si bien ya cuenta con una larga e interesante trayectoria de colaboración científica con el Departamento de Geofísica de la Universidad de Chile, “sin duda, la presencia de Leoncio (Cabrera) como investigador ayudará a fortalecer este vínculo para seguir estudiando terremotos en América del Sur y en todas partes del mundo”.