“Vengo de un avión que cayó en las montañas. Soy uruguayo...”.
Con esta frase, Fernando “Nando” Parrado y Roberto Canessa le suplicaba ayuda al arriero Sergio Catalán luego de haber estado más de 70 días en la montaña, a 5.000 metros de altura y soportando hasta -40°C.
Nando Parrado, sin saberlo, se terminaría transformando en el gran protagonista de una de las historias de sobrevivencia más asombrosas de las que se tenga registro. El 13 de octubre de 1972, el avión serie FAU 571, de la Fuerza Aérea Uruguaya, con 45 personas, entre ellos, 19 miembros del equipo de rugby Old Christians Club, además de familiares, amigos y la tripulación, se estrellaba en la cordillera de Los Andes cuando se dirigían rumbo a Santiago.
Debido a una serie de errores de los pilotos, la aeronave se estrelló con una montaña en plena cordillera, partiéndose en dos, además de perder las alas. La parte delantera del fuselaje se deslizó 725 metros por la nieve, antes de detenerse a 3.570 metros sobre el nivel del mar.
Inicialmente, perdieron la vida 11 personas, sumados a otros que lo hicieron poco después debido a graves heridas que habían sufrido en el accidente. La noticia causó impacto inmediato, tanto en las autoridades como en diferentes medios de prensa (ver portadas de La Tercera en la nota).
El gran objetivo era encontrarlos y rescatarlos, situación que con el correr de los días comenzó a complicarse severamente, debido a las condiciones climáticas y la tecnología de la época. Ocho días después, la búsqueda se canceló, información que los sobrevivientes lograron escuchar por radio.
Esto último, y una serie de factores humanos, motivó a dos de los sobrevivientes (Parrado y Canessa) a dirigirse hacia Chile, sin ningún equipo de montaña, ni nada parecido. Los motivaba el hecho de sobrevivir, y reencontrarse con sus familias. Luego de 10 días caminando por la cordillera de los Andes, llegaron a nuestro país, a un valle cercano a Curicó, donde fueron vistos por el arriero Sergio Catalán, quien dio aviso a las autoridades (fallecido en 2020).
Luego de 72 días en la montaña, el 23 de diciembre de 1972, fueron rescatados los 16 sobrevivientes, concretando el denominado “Milagro de los Andes”, nombre que el propio Parrado le dio a su libro, el que se suma a una serie de publicaciones, como el libro y posterior película ¡Viven!, en 1974 y 1993 respectivamente, y la próxima presentación agendada para 2024 en Netflix, bajo el título de La Sociedad de la Nieve, inspirada también en un libro del mismo nombre (cinta ya estrenada en algunas cines).
Nando Parrado, que pasó su cumpleaños 23 mientras estaba en la cordillera, actualmente se encuentra dedicado a dar charlas motivacionales por todo el planeta (en 2010 fue reconocido como el “Mejor orador del mundo”). En exclusiva para Qué Pasa, reveló en 2022 sus recuerdos, emociones, sentimientos y anécdotas, a 50 años del suceso que le cambió la vida para siempre.
-¿Qué recuerdos tiene del accidente y de los primeros días en la montaña 50 años después?
Los recuerdos son por determinación propia, bastante difusos, ¿para qué querer recordar lo peor que ha pasado en una vida? Si uno se quema con agua caliente, no vuelve a probar metiendo un dedo en una olla hirviendo. Por supuesto, que si me detengo a pensar, me acuerdo bastante bien, pero por suerte no busco esos pensamientos casi nunca. Es más, en 50 años, nunca he tenido un sueño, ni una pesadilla con respecto a lo que me pasó en la cordillera en 1972. Mi vida después de la cordillera, ha sido lo suficientemente plena y activa, como para no mirar atrás.
-¿Qué valores humanos le permitieron al grupo salir adelante?
Los valores familiares y los deportivos del rugby fueron fundamentales. Creo que la confianza en lo que cada uno hacia, fue muy importante, ya que no hubo un liderazgo vertical. El individualismo muchas veces es una ilusión, algo que se pierde en muchas ficciones, en donde un héroe poderoso resuelve todo. Es muy entretenido y excitante, pero en realidad lo que se ve es que muchos problemas se resuelven con trabajo en equipo y cooperación.
-¿Cómo lograron llegar a Chile, caminando casi 40 kilómetros, durante nueve días, sin equipo de montaña?
Con mucho esfuerzo y mucha suerte. No había otra opción que la que tomé. Si hubiera sabido a lo que nos íbamos a enfrentar, tal vez no hubiera tenido el coraje de dejar el fuselaje. Recuerdo que me pesaba la ropa, los zapatos y hasta la piel. Cada paso que daba, requería más esfuerzo que el anterior. Junto con Roberto (Canessa) atravesamos las puertas invisibles de la muerte, con el alma clara y llenos de miedo.
-¿Considera que es una de las más grandes hazañas de las que se tenga registro?
Cuando uno vive una situación de este tipo, no tiene tiempo de pensar si esta realizando una hazaña… está intentando no morirse a cada paso. Que la historia decida…
-¿Qué le pareció el libro ¡Viven! de Piers Paul Read y la posterior película de 1993?
Muy buen libro de Piers Paul Read, un documental perfecto. La película Alive, es un clásico ya. Para la época en que fue hecha, está muy bien.
-¿Usted participa de la película que prepara J.A. Bayona para Netflix, inspirada en el libro de Pablo Vierci?
Participo como consultor y hablamos permanentemente con Bayona. Será una gran película… tal vez difícil de ver, pero inolvidable.
-¿Qué otro recuerdo le queda del accidente?
Cada uno de los 16 sobrevivientes tiene su historia, dentro de la historia. La mía no fue ni mejor ni peor que la de ninguno, pero si muy diferente. En el accidente sufrí heridas no sobrevivibles, y sin embargo después de estar cuatro días en coma total, desperté a una realidad terrible. Mi madre Xenia y mi hermana Susi habían fallecido en el accidente. Mis dos mejores amigos Panchito Abal y Guido Magri, también habían muerto. La mayoría de los sobrevivientes no sufrió ni un rasguño ni una pequeña herida, ni tampoco pérdida de familiares. Solamente Javier Methol sufrió la pérdida de su señora en la avalancha que tuvimos. A pesar de todo, participé en todas las expediciones de exploración, rescaté a Roy Harley en una tormenta helada, y crucé los Andes desde Argentina, junto a mi querido amigo Roberto Canessa.
Me comuniqué con Don Sergio Catalán, a través del río con una carta. Cuando llegaron los helicópteros, me subí a guiarlos en un vuelo terriblemente peligroso, al lugar donde estaba el fuselaje. Al regresar a Uruguay, todos los sobreviviente fueron abrazados por sus familias y sus novias y durmieron en sus camas. Yo volví a mi casa, donde mi padre estaba al borde de la depresión emocional total, al haber perdido a su mujer, a su hija y a su hijo. Por suerte pude volver y rehacer nuestras vidas y vivir la segunda parte de una única vida, juntos y ayudarlo a recomponer lo que mi padre pensaba era algo de lo que jamás se recuperaría.
Hoy 50 años después, puedo decir que he logrado con lo que soñaba al estar condenado en la cordillera helada… una familia divina, con mi mujer Veronique, mis hijas Verónica y Cecilia y mis cuatro nietos… cuando miro a las familias de mis queridos hermanos de la cordillera, yo sé y ellos también, que no existirían si Nando no hubiera hecho lo que hizo. Punto. Por supuesto hubo una vida, más allá de la tragedia. Fue mucho lo que sucedió en aquellos años en que me consagré a vivir la segunda parte de mi única vida, reescribiendo una y mil veces cada día para saborear y saber que estaba vivo.
He tratado de amar a mis amigos con generosidad. He amado a mis hijas y mis nietos con todas mis fuerzas y he amado a una mujer con un amor que ha llenado mi vida con significado y felicidad. He sufrido grandes pérdidas y he estado bendecido con grandes consolaciones, pero no importa lo que mi vida me de o me saque, la simple sabiduría de mi vida es que he amado con pasión, sin miedos, con todo mi corazón y mi alma… y me han amado a mí. Para mí, eso es suficiente.