Según la Nasa, se estima que entre 80 y 100 toneladas de material procedente del espacio caen sobre la Tierra a diario, sin riesgo alguno porque muchos se desintegran al ingresar a la atmósfera. Aún así, objetos más grandes plantean la amenaza de una gran destrucción masiva, por la energía que pueden liberar a raíz de la velocidad que llevan al golpear con el planeta.

Uno de ellos pasó este domingo a dos millones de kilómetros de distancia de la Tierra. Si bien apenas fue perceptible por los telescopios, se convirtió en el más cercano en lo que va del año. Bautizado como 2001 FO32 y de menos de un kilómetro de diámetro, el objeto transitó a 124 mil km/h, sin riesgo de colisión.

Igualmente, el cuerpo rocoso había sido clasificado como “potencialmente peligroso”, como todos los asteroides cuya órbita se sitúa a menos de 19,5 veces la distancia entre la Tierra y la Luna, y cuyo diámetro es superior a 140 metros.

En la actualidad, astrónomos de todo el mundo persiguen incansablemente esta categoría de asteroides para elaborar el inventario más exhaustivo posible, aunque por suerte ninguno de los grandes asteroides tiene opciones de estrellarse contra la Tierra en el próximo siglo. Hoy existe una lista de 660 mil asteroides, de los cuales 20.300 están catalogados como objetos cercanos a nuestro planeta.

Existen decenas de antecedentes históricos que hablan de este tipo de eventos. En 2013, un objeto de 60 metros de diámetro explotó cerca de la ciudad rusa de Cheliábinsk, generando 30 veces la fuerza de la bomba nuclear lanzada sobre Hiroshima. En diciembre de 2018, un meteorito cayó sobre el mar de Bering, provocando una explosión equivalente a 10 de las bombas lanzadas sobre territorio japonés en la Segunda Guerra Mundial, un evento que sólo tiene lugar unas dos o tres veces cada 100 años.

Pero el suceso más recordado por la astronomía se remonta al 30 de junio de 1908, cuando un bólido liberó su energía en los bosques de Tunguska, en Siberia, derribando árboles en un área de 2 mil kilómetros cuadrados. Además, tenemos al meteorito de 10 kilómetros de diámetro que impactó en la península de Yucatán, hace 66 millones de años, provocando la extinción de los dinosaurios.

Ojo de mosca

Ante esta amenaza, en los últimos años han aparecido iniciativas que buscan destruir asteroides con bombas nucleares o desviarlos, mientras que planes más elaborados contemplan ocupar naves espaciales no tripuladas para golpear al objeto y desviarlo de su curso; satélites alrededor del objeto que desvíen gradualmente su rumbo (aunque sólo en cuerpos de menos de 500 metros de ancho); o incluso recalentar la superficie del objeto con un dispositivo nuclear, reduciendo su masa para desviarlo.

Pero primero es necesario detectar estos objetos, conocer sus posibles rutas y analizar las posibilidades de choque con la Tierra. Para ello existen varios proyectos que buscan escudriñar cualquier cambio significativo en el cielo.

El más reciente fue anunciado hoy por la Agencia Espacial Europea (ESA) quien junto al Observatorio Europeo Austral (ESO) dieron inicio al TBT2, ubicado en el Observatorio La Silla, como parte de un esfuerzo interinstitucional en construir una imagen más completa de estos objetos. Así, junto con su telescopio gemelo en España, TBT2 vigilará de cerca el cielo en busca de asteroides que puedan representar un riesgo para la Tierra, probando hardware y software para una futura red de telescopios más avanzada.

“Para poder calcular el riesgo que representan los objetos potencialmente peligrosos en el Sistema Solar, primero necesitamos un censo de estos objetos. El proyecto TBT es un paso en esa dirección “, dice Ivo Saviane, encargado de sitio del Observatorio La Silla de la ESO. “La idea del proyecto es escanear el cielo todas las noches, detectar si hay objetos que se mueven en comparación con las estrellas, hacer la correlación con objetos conocidos y si se descubre algo, estudiarlo en detalle para ver sus dimensiones, si representa un peligro, etc”.

Además, Saviane señala que TBT2 es considerado como un telescopio de pruebas para la tecnología que en el futuro se usará para otra red, llamada Flyeye (ojo de mosca). “Flyeye es un telescopio muy poco convencional. Tiene un centro de 16 espejos que envía la luz a 16 cámaras y cubre seis grados y medio del cielo, suficiente para cubrir lo que necesitamos. Pero al ser más complicado de construir, primero probaremos la tecnología con estos telescopios más pequeños -los TBT-, ambos de 56cm de diámetro y que en el futuro tendrán un metro, pudiendo ver objetos incluso muy débiles. Es un paso bastante importante porque antes de embarcarnos en el proyecto mayor, queremos saber si todo funciona bien. El primer Flyeye en Italia estará listo en 2022, mientras que la red se completará en cinco años ”, dice.

Sólo asteroides

Anteriormente, telescopios como el Very Large Telescope (VLT) también de la ESO, han ayudado en la búsqueda de alguno de estos objetos. Además, en el espacio ya existe un telescopio de gran alcance, como el Hubble, y el James Webb, que será lanzado en octubre próximo. Entonces, ¿cuál es la diferencia entre este nuevo aparato y lo que ya existe?

Saviane indica que la principal característica de TBT2 y el futuro Flyeye, es que se enfocarán exclusivamente en estos peligrosos objetos: “En general con telescopios potentes como el VLT se hacen observaciones puntuales, como reencontrar asteroides perdidos cuando la imagen es débil. En cambio con TBT2 y Flyeye será algo sistemático y la dedicación es exclusiva”, explica el astrónomo.

“En este caso las cámaras son pequeñas, pero la cobertura que obtengamos depende de la exposición del lente, tal como si fuese una cámara fotográfica: 30 segundos por zona, después otros 30 segundos, por ejemplo. Los telescopios mayores están dedicados a propósitos definidos. Se presentan proyectos científicos, se designan los tiempos de observación nocturna en días o semanas y se desarrolla. El Hubble o James Webb no sirven para esto, porque están dedicados a una comunidad muy grande y el tiempo es utilizado para otras investigaciones”.

“Para encontrar asteroides necesitamos un telescopio 100% enfocado en ello”, sostiene el astrónomo.