El daño provocado en la capa ozono tiene un largo historial. Durante buena parte del siglo XX, la emisión de sustancias destructoras de ozono, tales como gases que contienen cloro y fluor, presentes en propelentes en spray y refrigerantes de aire acondicionado, generaron un enorme orificio, conocido como el agujero de la capa de ozono.

En 1987 tras el Protocolo de Montreal (firmando en esa ciudad de Canadá), estos productos fueron prohibidos a nivel mundial. Pero el efecto no es inmediato. Este acuerdo fue firmado hace 33 años, y aún quedan otros 40 años para que estas sustancias malignas desaparezcan completamente de la atmósfera.

Raúl Cordero, climatólogo de la Universidad de Santiago, explica que “este fenómeno se espera termine en 2060, que es el tiempo que falta para erradicar de la atmósfera las sustancias destructoras de ozono. Todos los gases que contienen cloro y fluor, ya están prohibidos, y fueron reemplazados por alternativas que no dañan la capa de ozono”.

Pero como se trata de un agujero colosal, pese a los avances obtenidos por el Protocolo, el fenómeno se reactiva todos los años en la Antártica. “En la Antártica se abrió nuevamente (ocurre desde agosto a diciembre todos los años), debido a las sustancias destructoras de ozono, además de bajas temperaturas y la radiación solar”, señala Cordero.

“Ya tiene cuatro millones de kilómetros cuadrados de extensión, es decir, lo esperable a la fecha. Todavía nos quedan muchas décadas en los que vamos a tener el agujero durante la primavera en la Antártica”, añade Cordero.

El fenómeno ocurre desde los años 80, “y seguirá durante 40 años más. Es una muestra de lo largo y difícil que resulta reparar los daños que hemos hecho en nuestra atmósfera”, analiza el climatólogo.

La capa de ozono está afectada en todo el mundo, “pero solo está ´agujereada´ en la Antártica. “En el hemisferio norte les afecta mucho menos (porque no hay agujero), el tema les preocupa por un tema de salud pública. En el hemisferio sur, además de eso, afecta el clima. Sin embargo, la recomendación es la misma a nivel mundial, con el objetivo de protegerse de la radiación UV”, explica Cordero.

En noviembre de 2018, un informe de Naciones Unidas mostraba que la capa de ozono se estaba recuperando, y que la que se ubicaba sobre el hemisferio norte debería estar completamente reparada para la década de 2030, a diferencia del agujero de ozono sobre la Antártica, cuyo fin fue anunciado para 2060.

Cordero explica que “las sustancias destructoras de ozono están en todo el planeta, pero como las temperaturas son muy bajas sobre la Antártica; el agujero se abre cuando comienza a terminar el invierno y llega la radiación solar”.

La imagen muestra las familias de gases prohibidas en el Protocolo de Montreal en 1987. Estos son los CFC (cloroflurocarbonos), HCHC (hidrocloroflurocarbonos) y HFC (hidroflurocarbonos).

El agujero de ozono se cierra cuando comienza a llegar el verano y la temperatura sube. “Cuando desaparezcan completamente las sustancias prohibidas, el agujero ya no se abrirá, aunque la temperatura y la radiación solar sigan como ahora”, indica Cordero.

Una vez que se dejan de utilizar, “las sustancias no desaparecen inmediatamente, sino que se mantienen en la atmósfera muchas décadas. Y todavía tardarán otras cuatro décadas en desaparecer completamente”, señala.

¿Cómo nos afecta el agujero de ozono?

Las lluvias estivales en Chile, Australia y Sudáfrica cada año dependen de la abundancia de ozono sobre la Antártica. “En otras palabras, la intensidad de las lluvias en el verano, dependen de la intensidad del agujero de la capa de ozono que se da sobre la Antártica cada año”, señala el académico de la Usach.

Un agujero de ozono pequeño, “hace que aumente la probabilidad de abundantes lluvias estivales en Chile y que baje la probabilidad de abundantes lluvias estivales en el este de Australia. Por ejemplo, el agujero de ozono de 2019 (relativamente pequeño), probablemente influyó en las bajas precipitaciones registradas en el último verano en Australia, que a su vez contribuyeron al récord de incendios forestales registrados en enero 2020″, señala Cordero.

Ozonosonda sobre la Base Escudero del Instituto Antártico Chileno en la Península Antártica.

La teleconexión entre el ozono antártico y las precipitaciones se da a través de la influencia del agujero de ozono en los patrones de viento, “debido al agujero de ozono, los vientos del oeste (westerlies) en el hemisferio sur se intensificaron y desplazaron hacia la Antártica desde los años 80″, explica el profesional.

Para medir el nivel de daño de la capa de ozono, Cordero y su equipo utilizan unos equipos llamados ozonosondas, como lo muestra la imagen principal.

Se trata de una tendencia anómala sin precedentes que terminó afectando las lluvias durante el período estival en todo el hemisferio sur. “En particular, el agujero de ozono ha provocado, desde las década de los 80, bajas significativas de precipitaciones en el Centro-Sur de Chile (durante la primera y verano), y paralelas alzas de precipitaciones en Sudáfrica, el noreste de Argentina , y en el este de Australia”, añade.