Chile poco a poco vuelve a la “normalidad”, situación que no solo es en aspectos sanitarios, económicos o sociales, también medioambientales. A diferencia de los primeros, donde el retorno de las actividades se asocia a efectos positivos, en lo que respecta a la calidad del aire, la situación empeora.
Durante gran parte de la pandemia, debido al confinamiento y la baja circulación vehicular, entre otros fenómenos, se produjo el denominado “efecto cuarentena”, con cifras atípicas para Santiago y otras ciudades del país. Por ejemplo, en 2020, en el invierno en la capital, se registró la mejor calidad del aire durante los últimos 30 años.
Sin embargo, esta situación que parecía prometedora, durante el presente año comenzó lentamente a desaparecer. A medidas que las comunas avanzaron en el Plan Paso a Paso, con el respectivo desconfinamiento, volvió la contaminación, lo que trajo consigo alertas, preemergencias y emergencias ambientales. Eso sí, las cifras aún no llegan al mismo nivel que en 2019.
En mayo la situación ya era preocupante, lo que se ha confirmado en junio y julio, con alzas en los niveles de contaminación de Material Particulado Fino (MP2,5) en las nueve estaciones de la Red de Monitoreo del Ministerio del Medio Ambiente, considerando las malas condiciones de ventilación en ciudades como Santiago y sumado a la escasez de precipitaciones a la fecha.
¿La situación a nivel medioambiental ya igualó las cifras de 2019? ¿Las superó? ¿Qué pasa en otras ciudades contaminadas del país, como Temuco, Linares o Coyhaique, por ejemplo?
Actualmente, según estadísticas actualizadas del Ministerio del Medio Ambiente, Linares y Talca se encuentran en Emergencia Ambiental (MP2.5 ≥ 170 µg/m³), Curicó y Los Ángeles en Preemergencia, la Región Metropolitana, el Valle Central de la Región de O´Higgins, Chillán y Chillán Viejo y Concepción Metropolitano en Alerta Ambiental, Temuco y Padre Las Casas estado Regular del aire, mientras que Coyhaique, Valdivia, Osorno, Puerto Montt y Puerto Varas se encuentran en la categoría Bueno, es decir, MP2.5 0 – 50 µg/m³.
Marcelo Fernández, jefe de la División de Calidad del Aire del Ministerio del Medio Ambiente, señala que al comparar los niveles promedio de MP2,5 en lo que va corrido del año (hasta el 27 de julio) se observa una reducción del 13% (2020 respecto del 2019) y del 7% (2021 respecto de 2019). “Cabe mencionar que este invierno en la Región Metropolitana se han observado condiciones más adversas de ventilación (menos lluvias y temperaturas más bajas) a lo que se suma que las restricciones de movilidad han sido menores a las observadas el invierno pasado. Con todo, los niveles de MP2,5 en los dos años con pandemia, son menores a los observados el 2019 sin pandemia”.
A diferencia de lo que ocurre en Santiago, en Temuco y Coyhaique la estadística es similar en 2021 y 2020. “Esto se debe a que en el sur, la contaminación no depende tanto de la movilidad (automóviles), sino del uso de leña”, explica Raúl Cordero, climatólogo de la Universidad de Santiago.
Cordero añade que la contaminación en Santiago depende de tres factores, “las emisiones, las precipitaciones y la ventilación. Esta última disminuye durante el invierno, lo que sumando a las mayores emisiones (fruto del uso de calefacciones por ejemplo), hace que la concentración de material particulado fino se duplique en Santiago en invierno con respecto al verano”.
Cordero establece que el “promedio de la concentración de PM2.5 medido en la estación del Parque O´Higgins ha sido en los últimos tres meses de alrededor de 25 microgramos por metro cúbico. En el 2020, durante el mismo período, fue algo menor a 20. En el 2019 fue alrededor de 25 microgramos por metro cúbico, aunque con menos episodios críticos que los registrados en 2021″.
Luis Carrasco, académico de la Escuela de Prevención de Riesgos y Medioambiente de la Universidad Tecnológica Metropolitana, explica que en un escenario de emergencia sanitaria las constantes son, “industrias que no funcionan, fuentes fijas sin emitir gases ni materia contaminante, menos vehículos en las calles, menos gente, menos uso, menos combustión, menos generación de carbono, eso hace la gran diferencia en la calidad del aire en el mundo entero y también en Chile”.
Al comparar los niveles promedio de NOx, “otro contaminante que se asocia fuertemente con el transporte, este año se observa una reducción del 22% respecto del mismo período el 2019. Dicha reducción es todavía mayor al comparar el 2020 respecto del 2019, con un 39%. Los niveles de NOx muestran una reducción muy significativa en los años de pandemia, lo cual se explica por la reducción del tránsito vehicular. Por lo mismo, el año 2021 se observa una reducción menor que en 2020, porque las restricciones a la movilidad han sido menores”, agrega Fernández.
Efecto de mayor movilidad es menor a mala ventilación y bajas precipitaciones
Sumado a la falta de lluvias, “este 2021 hemos tenido condiciones de ventilación particularmente malas que han llevado a que hasta la fecha se declaren 12 preemergencias. En términos de calidad del aire, este es el peor invierno desde 2015. No es una coincidencia que este invierno sea tan malo como el de 2015. Ese invierno y el actual, han sido además extraordinariamente secos”, añade Cordero.
A pesar de todo, en lo referido a calidad del aire, la tendencia no es mala en Santiago. “Las medidas y las restricciones ambientales funcionan, y la contaminación en Santiago ha bajado casi a la mitad en las últimas décadas”, explica Cordero.
El 2019 a esta misma fecha, se habían registrado 31 episodios, el 2020 15 episodios y el 2021 28 episodios. Sin embargo, este año se registra un mayor número de preemergencias (12) en relación al 2019 (8) y 2020 (2), señala Fernández. “Este aumento relativo en los episodios se explica por las condiciones meteorológicas más adversas registradas este 2021, ya que a la fecha se han observado condiciones de ventilación desfavorables tanto en la zona central, como centro sur y sur del país. Además, se mantiene una diferencia en el número de eventos de precipitación respecto del período 2020, observándose mañanas más frías, y por lo tanto, una mayor persistencia de las condiciones de estabilidad superficial y de los eventos de mala ventilación”.
Carrasco establece que actualmente tenemos un cuadro preocupante, debido a la necesidad de recuperación del tiempo perdido, de trabajar 24/7, de trabajar a full, con todas nuestras capacidades para recuperar nuestro status de trabajo, la capacidad económica, la presencialidad, el bienestar, etc. “Con toda seguridad, el cuadro que podríamos apreciar en los próximos días si la temperatura y el clima no mejoran, es un cuadro más complejo y de mayor contaminación, porque se dan todas las variables, en un tiempo dado, en un lugar específico de gran concentración y necesidad, lo que conlleva a una contaminación acentuada sin relajo”.
En la Región Metropolitana, los buenos resultados ambientales de las cuarentenas se explican principalmente por la importante reducción en los niveles de tráfico vehicular. “Lo anterior nos muestra la importancia de reducir las emisiones vehiculares, por lo que para mantener los buenos resultados se debe seguir avanzando en varios ejes como son las normas de emisión vehiculares más exigentes, donde ya en septiembre de 2020 el Ministerio del Medio Ambiente publicó la norma euro 6 para vehículos livianos y medianos, y se está trabajando en la misma norma para vehículos pesados (camiones y buses)”, sostiene el jefe de la División de Calidad del Aire, Ministerio del Medio Ambiente.
Con respecto al invierno 2020 que estuvo marcado por los confinamientos, “es posible que el alza en la movilidad haya también contribuido a alza en emisiones este 2021. Sin embargo, el efecto de esta mayor movilidad es menor en comparación con aquel originado por la mala ventilación y las malas precipitaciones. Las emisiones varían de una año a otro en porcentajes no superiores al 20%, en cambio malas condiciones de ventilación pueden provocar aumentos puntuales en la concentración de contaminantes incluso superiores al 300%”, explica el climatólogo de la Usach.
Por otra parte, “debemos seguir avanzando hacia la electromovilidad, promoviendo el reemplazo de buses diésel por buses eléctricos, e incorporando esta misma tecnología en el transporte privado y el transporte de carga en zonas urbanas, además de extender el uso de vehículos no motorizados como la bicicleta con el aumento de infraestructura afín y de las condiciones de seguridad”, explica Fernández.
Fernández señala que a lo anterior “se suma la reducción de la demanda por transporte que posiblemente observaremos como efecto de la pandemia, donde hay una alta probabilidad de que se mantenga en algunos sectores el teletrabajo y una mayor digitalización, lo que permitirá realizar diversas actividades de la vida diaria sin la necesidad de desplazarse, lo que también tendrá un efecto positivo en la calidad del aire”.
Carrasco señala que es evidente que en la medida que la regularidad llegue, “en la medida que no seamos presa del descontrol, del síndrome post guerra, tratando de acaparar y trabajar a full porque no sabemos qué pasará o que se viene, será posible con tranquilidad llegar a números aceptables y adecuados en contaminación”.
Una forma de regular esto es a través de medidas correctivas en términos de establecer horario de funcionamiento de chimeneas, o fuentes contaminantes, tanto industriales como en hogares. Volcarnos hacia la calefacción y uso de energías limpias no contaminantes. “Avanzar hacia la electromovilidad, aumentar el uso de bicicletas, sacar del parque automotriz los vehículos contaminantes y trabajar fuertemente con la restricciones, tanto industriales como vehiculares propiciando locomoción pública, energías limpias y empresas verdes”, añade el académico de la Utem.