En mayo pasado, la Organización Mundial de la Salud (OMS) advirtió sobre las futuras consecuencias para la salud mental relacionadas con la pandemia de coronavirus en el mundo, apuntando a un posible aumento de suicidios y de trastornos por esta causa.
“La situación actual, con aislamiento, miedo, incertidumbre y crisis económica, puede causar trastornos psicológicos”, dijo Dévora Kestel, directora del Departamento de Salud Mental y Abuso de Sustancias de la OMS.
El organismo considera probable “un aumento a largo plazo del número y la severidad de los problemas de salud mental” por el “sufrimiento inmenso de cientos de millones de personas” y los costes económicos y sociales a largo plazo para la población.
Para la OMS, los grupos en mayor riesgo son “los sanitarios y personal de primera respuesta, niños y adolescentes, mujeres con riesgo de violencia doméstica, los adultos mayores, por el riesgo de ser infectados, personas con condiciones mentales preexistentes u otras enfermedades, a quienes se les hace más difícil seguir recibiendo tratamiento”.
En términos globales, la depresión afecta a 264 millones de personas en todo el mundo. Cerca de la mitad de todas las afecciones de salud mental comienzan a manifestarse a los 14 años y que el suicidio es la segunda causa de muerte en los jóvenes de 15 a 29 años.
En Chile, según la última encuesta Claves 2020, publicada por Ipsos, un 83% declara que el Covid-19 ha alterado de manera importante sus vidas, generando además, emociones y sentimientos negativos: un 37% de los chilenos consultados dice sentir estrés, un 21% miedo y un 16% tristeza.
Otra encuesta similar realizada por la Asociación de Municipalidades Chilenas demostró que un 79,5% afirmaba que la crisis sanitaria había afectado negativamente las emociones de su entorno cercano. Entre los sentimientos presentados se encontraban el aburrimiento (73,8%), ansiedad (56%), frustración (54,1%), dificultad para realizar tareas cotidianas (41,8%), y b (40,3%).
Según la última Encuesta Nacional de Salud 2016-2017, en Chile hubo 1.878 suicidios en un año, lo que equivale a cinco muertes diarias. El 20,6%, (388 fallecimientos), correspondió a jóvenes de entre 20 y 29 años.
En relación con la conducta suicida entre los jóvenes de 18 a 24 años, un 2,2% del total de las personas de este grupo etario en el país reconoció haber pensado seriamente en suicidarse.
El litio
El litio se emplea como medicamento de referencia cuando se trata una enfermedad como el trastorno bipolar o depresión. De acuerdo a la Sociedad Chilena de Trastornos Bipolares, su uso como un potenciador de los antidepresivos en el curso de una depresión resistente, debe ser considerado como la alterativa de elección.
“Estudios concluyen que cuando se usa el litio como potenciador y el cuadro depresivo remite, su uso se debe mantener con la misma dosis que se logró la mejoría del ánimo; por un período de al menos un año”, afirma el organismo.
El litio se usa de manera amplia y efectiva para el tratamiento y la prevención de episodios depresivos, ya que disminuye el riesgo de suicidio en personas con trastornos del estado de ánimo. Sus propiedades anti-agresivas pueden ayudar a reducir la impulsividad, la agresión, el comportamiento criminal violento y el abuso crónico de sustancias.
Pero, ¿qué hacer en los casos donde una gran parte de la población se encuentra en un potencial riesgo a su salud mental? Para un grupo de científicos existe una alternativa: añadir litio al agua potable, lo que en teoría ayudaría a disminuir los niveles de suicidio.
Esto es parte de un estudio, publicado en el British Journal of Psychiatry que incluye una revisión sistemática y un metanálisis de todas las investigaciones previas sobre el tema, realizadas en Austria, Grecia, Italia, Lituania, Reino Unido, Japón y Estados Unidos, donde se correlacionaron los niveles de litio naturales en las muestras de agua potable y las tasas de suicidio en 1.286 ciudades.
“Esta síntesis respalda la hipótesis que existe una asociación protectora (o inversa) entre las ingestas de litio del agua potable pública y la mortalidad por suicidio a nivel de la población. El litio natural en el agua potable puede tener el potencial de reducir el riesgo de suicidio y posiblemente ayudar a estabilizar el estado de ánimo, particularmente en poblaciones con tasas de suicidio relativamente altas y áreas geográficas con un mayor rango de concentración de litio en el agua potable”, señala la investigación.
“Es prometedor que niveles más altos de trazas de litio en el agua potable puedan ejercer un efecto anti-suicida y tengan el potencial de mejorar la mentalidad comunitaria”, señala Anjum Memon, presidente de Epidemiología y Medicina de Salud Pública en el Brighton and Sussex Medical School y autor principal del estudio. “La prevalencia de afecciones de salud mental y las tasas de suicidio están aumentando en muchos países”.
“Por ello, en estos tiempos sin precedentes de pandemia y el consiguiente aumento en la incidencia de afecciones de salud mental, el acceso a formas de mejorar la salud mental de la comunidad y reducir la incidencia de ansiedad, depresión y suicidio es cada vez más importante”, sostiene el experto.
En la naturaleza
El litio además, es un elemento natural y se encuentra en cantidades variables en vegetales, granos y especias. Está presente en pequeñas cantidades en prácticamente todas las rocas, y se moviliza en suelos, aguas subterráneas y estancadas, y por lo tanto en el suministro público de agua, aunque en dosis muy pequeñas.
Una revisión de estudios de 2014 estableció los beneficios del litio “natural”, encontrando que los lugares con niveles más altos de este elemento tenían tasas de suicidio más bajas. Las áreas con alto contenido de litio tienen tasas de suicidio 50 a 60 por ciento más bajas que las de las áreas con bajo contenido de litio.
En Estados Unidos existen algunos datos: los niveles de litio en el agua son mucho más altos en la costa noreste y este, y muy bajos en el oeste. Esto se condice con las tasas de suicidio: mucho más bajas en el noreste, y más altas en el oeste.
Esto implica que, si se aplica esa reducción del 50 al 60 por ciento a los EE.UU., donde cerca de 45 mil personas murieron por suicidio en 2016, se salvarán entre 22 mil a 27 mil personas al año.
Estudios en Dinamarca en 2016 también confirmaron las sospechas sobre este tema, mientras que otro análisis realizado en San Francisco determinó que un pequeño aumento en la cantidad de litio en el agua potable en los EE.UU. podría evitar 4 mil suicidios anuales.
En Chile, datos de 2018 aseguran que en el agua potable de la Región Metropolitana existen seis principales elementos, todos inocuos para el ser humano: sulfato, cloruro, nitrato, magnesio, sodio y floruro, este último muy utilizado en preparaciones dentales en concentraciones que van desde los 0.5 a 1 mg/L.
Sin embargo, también se pueden encontrar otros 23 componentes en cantidades muy menores, algunos tóxicos como el mercurio y arsénico (este último presente en 83 localidades chilenas) , y otros más benignos, como el litio.
Más que una pila
“Los estudios relacionados con el litio en el agua potable son de hace muchos años”, señala Nibaldo Inestrosa, director del Centro de Envejecimiento y Regeneración (CARE Chile UC) y Premio Nacional de Ciencias Naturales 2008.
“A fines de los años 2000, en Austria se midieron los niveles de demencia en la población y la concentración del litio en el agua potable, ya que al tratarse de una zona montañosa la cantidad de minerales en el agua era muy alta. Se encontraron con una relación inversa: a mayor cantidad de litio, menor demencia. Esto posteriormente se volvió a hacer con las tasas de suicidio y se obtuvo el mismo resultado”, explica.
Inestrosa, quien anteriormente ha estudiado las aplicaciones del litio en el alzheimer, puntualiza que en esos años se comenzaron a estudiar microdosis de litio, y no las concentraciones utilizadas para personas con trastorno bipolar, que pueden producir daños renales o a la tiroides.
“Añadirle litio al agua potable es una cosa, pero hay que demostrar que efectivamente tiene algún efecto. Es una cuestión de salud pública, todo depende de las concentraciones. Una cosa es el litio para personas con trastorno bipolar, y otra tiene que ver con niveles bajos, para que la enfermedad no se presente”, indica.
“En 2012 le plateé a la Sociedad de Neurociencia en Washington y a la Organización Mundial de la Salud añadir litio al agua en los países de Latinoamérica, de la misma forma que se hace hoy con el flúor, pero la idea quedó ahí”, cuenta el científico.
Aún así, existen quienes no están plenamente de acuerdo con este planteamiento, debido a que el vínculo entre el aumento del litio y la disminución de las tasas de suicidio no son del todo claros, además de los mencionados efectos secundarios, que sí son comprobados.
Ignacio Silva, psicólogo y profesor de la escuela de salud pública de la Universidad de Chile, señala que “desde el punto de vista de la salud mental y pública, es importante considerar las otras variables que pueden estar interviniendo en la relación del litio en el agua y la disminución del suicidio. Por ejemplo, podría ser que las poblaciones que geográficamente se benefician (aparentemente) del litio en el agua además se encuentren en climas privilegiados, comunidades fuertes que se acompañan frente a dificultades de salud mental, entre otros elementos protectores y que no sea el litio es que esté previniendo el suicidio. En este sentido, habría que estudiar otras posibles causas de confusión que pueden interferir en la relación entre el suicidio y la presencia de litio en el agua”.
“Establecer causación en estudios de salud mental es muy complejo y está evidencia no es lo suficientemente sólida, la revisión de la literatura y meta-análisis se basó finalmente en 24 estudios. Los autores del paper reconocen que aún hay poca evidencia sobre la relación entre el litio y la prevalencia y severidad de los trastornos de ánimo, por lo que los mecanismos de cambio detrás de esta asociación no son claros todavía”, agrega.
“Finalmente, los estudios ecológicos son vulnerables a la llamada ‘falacia ecológica’, por lo que para establecer una relación causal y evidencia sólida habría que contrastar los resultados con estudios utilizando otro tipo de metodologías, como por ejemplo estudios aleatorizados”, sentencia Silva.
Por ello, los autores del estudio británico indican que los próximos pasos podrían incluir probar esta hipótesis mediante ensayos aleatorizados en comunidades con alta prevalencia demostrada de afecciones de salud mental, comportamiento criminal violento, abuso crónico de sustancias y riesgo de suicidio.
“Esto podría proporcionar más evidencia para respaldar la hipótesis que el litio podría usarse a nivel comunitario para reducir o combatir el riesgo de estas afecciones”, señala la investigación.
Inestrosa tiene clara la potencial ventaja de esta opción: “Santiago debe ser una de las capitales con mayor depresión en el mundo, y es claro que es uno de los lugares con tasas de suicidios más altas. La pandemia tiene un efecto mayúsculo y debería haber un aumento en las cifras -a nadie le parecería raro-, pero no a causa de la pandemia. La depresión es uno de los gatillantes del suicidio”, asegura.
“El litio es el tercer elemento que más aparece en el universo. Si fuese algo malo, se sabría. El litio no está para hacer pilas”, asevera el científico.