“Un toromiro llevo prendido aquí en mi alma de Rapa Nui, isla preciosa, tierra hermosa”, decía en su canción “El toromiro” el folclorista, compositor y poeta Lautaro Llempe.
“A las personas de la isla les gustaría estar rodeadas de toromiros”, revela Estefany Paté, viverista de Conaf y una de las responsables de un proyecto que busca que tras ser declarado extinto hace seis década, la especie regrese a la Isla de Pascua después de la milagrosa conservación de algunas semillas.
La iniciativa es liderada por la empresa CMPC, Conaf y la comunidad local de Rapa Nui, y pretende devolverlo a su lugar de origen, pues se trata de un árbol milenario y que forma parte de la identidad de los pascuenses.
El toromiro se reencontrará con la isla 61 años después, ya que durante el segundo semestre de este año (aún no hay claridad de la fecha exacta debido a las restricciones de la pandemia), a través de 200 germinantes.
La especie había desaparecido en 1960, siendo declarada extinta. El último ejemplar que crecía en estado natural en la isla, fue cortado en el interior del volcán Rano Kau.
Científicamente llamado Sophora Toromiro, es un árbol pequeño, con hojas compuestas por folios y en sus ramas crecen flores tubulares, parecidas a un copihue, pero amarillas.
En el siglo XII, de mano de la colonización polinésica, la vegetación natural de la isla comenzó a ser reemplazada por cultivos, y con la introducción de especies invasoras como ovejas y ganado, el toromiro y el ecosistema en el que crecía fue depredado. Además, los pocos árboles que quedaron fueron talados por humanos, quienes usaban su madera para fabricar artefactos de uso diario.
En esos tiempos, no existía conciencia con respecto a la extinción de las especies. “Aunque no existe evidencia concreta, se cree que la madera del último ejemplar se utilizó para convertirlo en algún artefacto para la venta a un coleccionista o museo”, señala Jean Pierre Lasserre, gerente de Tecnología y Planificación de CMPC.
Seis de sus descendientes, crecidos fuera de Rapa Nui a partir de las semillas que ese último árbol dejó (murió en 1999), llegaron a manos de CMPC. Fueron donados por el jardín botánico de Viña del Mar.
A pesar de que la especie no ha estado presente en la isla por más de seis décadas, gracias a esas semillas se logró mantener viva en jardines botánicos. Ahora podría volver a la isla.
Su plan de recuperación comenzó en el continente. Actualmente hay un huerto de toromiro en la Reserva Nacional Lago Peñuelas, en donde se conservan 170 ejemplares de un total inicial de 1.000, ya que no todas lograron soportar las condiciones climáticas de la región.
La iniciativa cuenta con el respaldo de instituciones como la Universidad de Concepción, además de Conaf, y el apoyo de investigadores de la Universidad Lincoln en Nueza Zelandia y la Universidad de Murdoch de Australia.
Estefany Paté afirma que las personas de Rapa Nui ven con esperanza la iniciativa. “La gente en general no entiende por qué el toromiro no es abundante en la isla, por qué las plantas invasoras siguen creciendo y no el toromiro”.
No es un trabajo sencillo, ya que debido al paso del tiempo desde su extinción, en el suelo de la isla se perdieron las bacterias que ayudaban en la absorción de nutrientes necesarios para su crecimiento. Lo positivo es que éstas, en la actualidad, estarían volviendo a reproducirse.
Macarena Gerding, docente e investigadora de la Universidad de Concepción, explica que “cuando por mucho tiempo la planta no está en un ambiente, las bacterias empiezan a desaparecer en el suelo, porque la bacteria igual necesita a la planta para vivir, no es que la encontremos en todas partes”.
Gerding cuenta que han encontrado 25 cepas apropiadas para el toromiro, y con ellas han hecho ensayos que permitieron seleccionar algunas que logran establecerse en la raíz del árbol, lo que les ha permitido hacer crecer toromiros en los viveros de Conaf de Rapa Nui desde hace dos años. “Se ve la diferencia entre el efecto de las distintas bacterias”.
Lasserre explica que entre 2008 y 2011, tras estudios genéticos, lograron reproducir el árbol y se pudo masificar el toromiro por la técnica del injerto y de propagación vegetativa.
Cambios radicales en el ecosistema pascuense
El ecosistema de Isla de Pascua ha cambiado drásticamente. Según estudios realizados por el botánico alemán Georg Zizka, más de un 78% de la flora actual de la isla no es nativa. Y justamente, uno de sus árboles emblemáticos, ya no se encuentra en su superficie.
Para lograr que el árbol vuelva a crecer en la isla, los especialistas prepararon un sitio de una hectárea, para que sus flores amarillas vuelvan a formar parte del paisaje de Rapa Nui.
Durante la década pasada, se intentó plantar la especie, pero no se logró mantener con vida a los ejemplares. La ausencia de los bacterias fue señalado como el motivo principal.
Es un árbol con un especial valor cultural, económico y religioso para los pascuenses. Paté cuenta que tener el árbol de cerca ha sido una experiencia novedosa, que le ha permitido conocer nuevos aspectos de su cultura. “Éramos nuevos en este ámbito y no conocíamos mucho de una especie que era nuestra, que tiene un valor histórico súper importante, el cual no estábamos aprovechando”.
Actualmente los investigadores a cargo del programa pretenden encontrar las mejores cepas de la bacteria que se asocien con las plantas de toromiro y que permitan su adaptación al ecosistema actual de la isla.
Se instalaron ensayos de plantas inoculadas con bacterias benéficas, las que permitieron retomar la fijación de nitrógeno en el suelo necesaria para el crecimiento del toromiro en su tierra de origen.
Además, los investigadores se encuentran desarrollando protocolos de rescate de embriones y de masificación de germoplasma, una técnica que permite conservar y reproducir plantas a partir de una pequeña cantidad de tejido embrionario.
“Con éstos buscamos tener más opciones para reproducir y multiplicar el escaso material genético disponible de toromiro. Es decir, contaríamos con mayores herramientas para asegurar la sustentabilidad de esta emblemática especie”, concluye Lasserre.