Posiblemente era la casa con mejor vista al valle de Santiago en aquellos años. Construida entre los años 20 y 30, en las primeras décadas del siglo XX, esta es la historia de la enigmática mansión ubicada en Cerro Alvarado (antiguamente Las Condes), en la comuna de Vitacura.
Comprendía un total de 100 hectáreas, y tuvo más de algún dueño, y por supuesto, muchas anécdotas e historias. Originalmente pertenecía al empresario Mateo Delporte y luego pasó a manos de la familia García, a partir de 1946, quienes le realizaron algunas mejoras. El sitio comenzaba en el antiguo puente nuevo (hoy puente viejo), ubicado en Lo Barnechea, lugar que aún conserva el portón de hierro forjado, y llegaba hasta la actual subida de Santa Teresita de los Andes, donde estaba emplazada la casa, desde la cumbre hasta el río Mapocho.
Fernando Córdova, nieto de la antigua propietaria, Dolores García Madrazo, relata a Qué Pasa el origen y la historia de la casona. “Esa casa se usaba los fines de semana hasta que un grupo de hippies a fines de los años 60, entraron y la quemaron. Mi abuela Dolores García nunca quiso reconstruirla, ya que vivía en Buenos Aires. A un costado estaba la casa del cuidador, unas bodegas y una leoneras (utilizadas para pumas). Contaba con un camino para auto que partía en la entrada del puente nuevo... límite de la comuna”.
“Al morir el primer dueño de la casa, se hizo un remate privado principalmente con su familia. Mi abuela asistió también y dice la historia familiar que el martillero se la adjudicó sin más a mi abuela pensando que era una familiar. Hubo una gran revuelta y los familiares quisieron inmediatamente comprarle nuevamente la propiedad, incluso a un mayor precio. A mi abuela, que no tenía ningún problema económico, no le interesó”, revela Córdova.
Córdova, el nieto, prosigue. “Primero, porque la propiedad siempre le gustó, y segundo, siendo muy buena para los negocios inmobiliarios, sabía que seguiría aumentando su plusvalía. Don Mateo fue dueño también del campo al otro lado del río y su casa patronal era una que se conservó por muchos años a un costado de Avenida Las Condes (ver fotografía a continuación), un poco mas abajo de lo que era el Club de Campo Las Condes”, recuerda.
“Del camino aún hay rastros. Había un puente muy bonito con una subida con muros hechos de piedra de cantera un poco antes de la Copec (frente a la Costanera Norte) que hace no mucho fue derribado, y servía para cruzar el canal Metropolitano que cruza el cerro desde poniente a oriente”, establece Córdova.
La enigmática mansión en ruinas hace más de 50 años
Con respecto a la distribución de las 100 hectáreas que comprendía la propiedad, colindaba con los terrenos de la familia Rabat y Goycoolea. “José Rabat tenía el campo hacia el poniente, lo que hoy es Santa María de Manquehue. Si no recuerdo mal, lo de los GoycoOlea sería al frente del cerro Alvarado. Si bien el cerro pertenece a Vitacura, siempre lo encontré raro porque parece más parte de Lo Barnechea o de Las Condes”, reconoce.
Córdova, además cree que su abuela era una de las pocas mujeres que manejaba en esos años (ver fotografía a continuación). “Subía en auto hasta la casa del cerro Alvarado los fines de semana en un camino estrecho, lleno de curvas, que no era para cualquiera. Española ella, viuda ya, llegó en 1918 al puerto de Valparaíso pedida su mano desde Chile por carta, como no era extraño en esos años, por mi abuelo, quien también había llegado desde la península años atrás. Una mujer fuerte, de carácter, visionaria, acostumbrada a negociar en un mundo de hombres y con una historia de vida interesante... mujer muy avanzada para su época, que a los 40 años quedó viuda, a cargo de un negocio próspero que hizo crecer aún más, y de toda una familia”, dice.
Su esposo fue Hilario López Cubas. Fue el primero en instalar una fábrica de Cloro en Chile aproximadamente en 1905. La bautizó Agua Cubas, nombre que se uso popularmente por décadas para nombrar en Chile al Cloro.
La casa fue punto de descanso y encuentro de amistades, relata Córdova, porque era un lugar muy atractivo para hacer reuniones de fines de semana, sobre todo por las hermosas vistas que regalaban sus enormes terrazas, que algo se conservan al día de hoy. “A mediados de los 60 ella dejó Chile como residencia habitual, alternando Santiago, Mallorca y Buenos Aires, y la casa comenzó a habitarse cada vez menos, hasta que el nefasto incendio intencional del año 1968 hizo que nunca quisiera subir nuevamente y menos reconstruir la casa. Luego quedó abandonada y la gente la fue desmantelando”, añade.
“La administración quedó en manos de mi madre durante un par de décadas, donde las 100 hectáreas junto al Mapocho se hacían producir algo y a los restos de la casa subíamos de tarde en tarde hasta que la crecida del río de los años 80 arrasó con estas tierras y con parte del camino, que ayudado por el relleno artificial que fueron acumulando en la ribera sur, transformaron el lecho del Mapocho”, recuerda.
Entre mitos y leyendas: la enigmática mansión abandonada
Córdova revela otra anécdota de la antigua casona en cerro Alvarado, que contaba su abuela, “y también la escuché de la señora María, cuidadora por muchos años de la entrada, en una casita ubicada al lado de la puerta de hierro, que era donde se accedía a la propiedad. En ese entonces, el viejo “puente nuevo” era de una vía y de tablones”, señala.
“La leyenda zonal contaba que había una mina de oro en los faldeos. Esa historia debe remontarse al siglo XIX pienso o quizás más atrás... porque las personas locales más antiguas, gente que vivía en el pueblo de Lo Barnechea, la sabían. Y se agregaba a la misma leyenda después, que el señor Delporte había construido su casa en Las Condes con un torreón tan alto, como para instalarse con un catalejo a vigilar la supuesta entrada de la mina”, señala Córdova, aunque otras versiones indican que el torreón era para ver las estrellas.
Leyendas románticas porque nunca se supo de nada, establece Córdova. “A mi padre, que era ingeniero en minas, nunca le escuché decir nada al respecto. Recuerdo que en el camino a la casa del cerro, habían unas cuevas donde se quemaba, muchas décadas atrás, espino para hacer carbón, y nosotros cuando niños imaginábamos que cualquiera de esos hoyos podía ser la entrada a la mina misteriosa... Cosas de la fértil imaginación infantil”, reconoce.
Córdova pone sobre la mesa (ver fotografía a continuación) un reportaje correspondiente a 1927, donde se puede observar al antiguo propietario de la casa, Mateo Delporte, cargando un puma recién cazado. “Esta foto el día de hoy hubiese sido un escándalo. Ello confirma que efectivamente tenía una relación estrecha con los pumas, y de ahí porque cuando se compró la casa tenía esas leoneras... otros tiempos, otra forma de ver. Años en que se pensaba que los recursos naturales y la vida silvestre eran inagotables”, señala.
En 2011 el terreno de la casa fue vendido a una constructora para proyectos residenciales (edificios), los cuales aún no se concretan, ya que las ruinas siguen en el lugar. “Lamentablemente, donde estaba la casa, yo pienso que irá si o si un edificio, ya que es un balcón privilegiado e impresionante con vista a la cordillera y al valle de Santiago... cada vez más difícil de ver con tanta polución. Están comenzando a urbanizar y ya parte del antiguo camino se destruyó”, señala