En 2019, un estudio liderado por el climatólogo de la U. de Santiago, Raúl Cordero, alertó que en las últimas tres décadas, la superficie cubierta de nieve durante la temporada seca (enero, febrero y marzo), entre Putre y el volcán Osorno (2.500 km) en la cordillera de Los Andes ha retrocedido más de 1.200 km², el equivalente a dos veces el tamaño de la ciudad de Santiago.
Se trata de un fenómeno que se repite en otros sectores de la cordillera y en otras épocas: la cordillera literalmente ha estado perdiendo nieve año año a año debido entre otras razones, al cambio climático.
Por eso, la lluvias de este último invierno generaron un pequeño respiro a la cubierta nival de la cordillera, que mostró una importante recuperación.
Si 2021 fue el año más seco del siglo, con una disminución importante de la nieve en la cordillera de los Andes, durante este año las cosas cambiaron. Junio registró 27,5 mm de agua caída en la zona central; julio anotó 69 mm, mientras que agosto marcó 23,1 mm, justamente este último, el “agosto” más lluvioso de los últimos cinco años.
Debido a este fenómeno, la cobertura o superficie de nieve en la zona central del país aumentó 35% según un análisis realizado por el propio Raúl Cordero. Si el año anterior marcó un déficit de -27%, la presente temporada anota un superávit de +8%.
Cordero explica que aunque las precipitaciones observadas durante el invierno fueron deficitarias (con déficits de alrededor del 30% entre el sur de la Cuarta Región al norte de la Séptima Región), los déficits fueron mucho menos graves en la cordillera. “Las precipitaciones nivales en toda la cordillera de la zona central han estado en rangos levemente superiores a aquellos considerados normales. En promedio, la cobertura de nieve en la zona central (entre los Vilos y Linares) ha presentado durante el último trimestre un moderado superávit de alrededor de 8%, que se compara favorablemente con el déficit de casi 30% observado a la misma fecha en 2021 y en 2019″.
La cobertura nival en la zona central es este año la más extensa observada en la última década. “La persistencia nival a la fecha no solo se explica por el alza en precipitaciones registradas en este año (respecto al anterior), sino también por las temperaturas relativamente bajas observadas durante el último trimestre”, explica Cordero.
Añade que el invierno meteorológico 2022 (junio, julio, agosto) fue el más frío desde 2011 en la zona central, “no solo en la cordillera, sino también en los valles. En Santiago, por ejemplo, las temperaturas máximas promediaron 15,6ºC (algunas décimas sobre típicos), pero lejos de los extraordinarios 18,2ºC de máxima promedio registrados en Santiago durante el invierno 2015″.
Cordero señala que este invierno 2022 no se registraron olas de calor en la zona central, mientras que en 2021 se registraron dos muy largas e intensas, ambas en julio. “Las olas de calor largas e intensas son capaces de adelantar el derretimiento de capa de nieve, impidiendo que éste ocurra durante la primavera. La combinación de mejores precipitaciones, y bajas temperaturas ha favorecido que comencemos septiembre con una cobertura nival en la zona central que permite mirar con algo de tranquilidad la próxima temporada primavera y verano”.
El climatólogo añade que buena parte del caudal de nuestros ríos durante la primavera y el verano se debe a los derretimiento de la nieve estacional caída durante el invierno. “Esto significa que los caudales esperados en los ríos de la zona central durante los próximos meses serán muy superiores a los registrados en 2019 y en 2021. Aunque las condiciones de precipitaciones y temperaturas resultaron favorables este año, quienes habitamos en la zona central debemos tener presente que esta situación favorable podría ser cada vez menos frecuente en el futuro”, considera.
“La cobertura nivel promedio en la zona central está cayendo en alrededor de 10% por década. Esto significa que en las últimas cuatro décadas hemos perdido aproximadamente 1/3 de nuestra cobertura nival promedio. Como consecuencia del cambio climático, es decir de las cada vez menores precipitaciones y las cada vez más altas temperaturas, esperamos que la cobertura nival promedio continué cayendo. Lo anterior significa que más pronto que tarde deberemos pensar en infraestructura que permita suplir la perdida progresiva del embalse natural que la nieve representa”, finaliza.