La comisión de Sistema Político aprobó la fórmula de presidencialismo más extraña posible. Se aprobó la elección conjunta y paritaria de un(a) Presidente y Vicepresidente, un Congreso Unicameral conformado por tres tipos de congresistas elegidos por distritos, circunscripciones regionales y escaños reservados; pero se rechazaron todas las propuestas de tramitación de la ley (salvo de la pueblos indígenas). Habrá Congreso pero no se pueden tramitar leyes.
Para comprender lo anterior hay que tener claro cuál es el problema que se busca resolver. El sistema político chileno tiene varias complejidades: la traba y el bloqueo permanente entre Presidente y Congreso; la escasa capacidad de sistema de procesar las demandas ciudadanas (cosa de pensar en las reformas pendientes de pensiones, seguridad pública y salud); un sistema de partidos débil y fraccionado y una ciudadanía que no participa entre elecciones.
Si examinamos el mix aprobado por la Comisión, ninguno de los problemas se podrá solucionar fácilmente. Algunos creen que atenuar el presidencialismo es quitarle atribuciones al Presidente dentro del gobierno. Esto es un error, pues el problema es la relación con el Legislativo, es decir, del sistema político.
Además, la figura del vicepresidente es muy compleja en el escenario latinoamericano. El vicepresidente puede ser un aliado o un opositor al Presidente, eso dependiendo particularmente si le va bien o mal al segundo. También esto se liga a las particularidades personales del vicepresidente, si quiere o no hacer carrera política de futuro, transformándose en una sombra (fortalece el híper-presidencialismo) o en su principal verdugo (lo debilita). Sobre esto último, es cosa de pensar como Dilma Rousseff fue destituida bajo el liderazgo del vicepresidente Temer o Fernando Lugo en Paraguay comandados por el Vicepresidente Federico Franco. ¿Qué se aprobó? Un Vicepresidente coordinador que disputará con el Presidente el nombramiento de las autoridades políticas pues nombra a los(as) Subsecretarios. La relación con las fuerzas políticas del gobierno se dividió en dos cabezas introduciendo una disputa de poder entre las dos principales figuras del Ejecutivo, pero no pudiendo remover al vicepresidente. Complejo.
Segundo, la relación del Presidente con el Congreso unicameral no podrá corregirse. Tener un Congreso unicameral es bueno si está bien pensado con relación al gobierno pero eso requiere contar con dispositivos constitucionales que permitan afirmar una relación colaborativa entre el Ejecutivo y el Legislativo. Si se cuenta sólo con un vicepresidente coordinador (trabajo que ya realizan hoy el Ministro(a) del Interior y Segpres), sin peso real y sin incentivos para la generación de una mayoría en el Congreso ni de negociación, es claro que el Gobierno seguirá en la traba y bloqueo sin procesar demandas ciudadanas y todo se encaminará en proyectos menores y de corte populista. No es posible pensar un sistema unicameral manteniendo un sistema mutipartidista extremo y con 20 partidos en el Congreso como ocurrirá a partir de marzo. Siendo así, es buena noticia la norma que se aprobó la votación en listas cerradas para los distritos y un muy inicial estatuto de los partidos políticos. Ahora bien, esto se ve reducido al rechazarse todas las propuestas sobre tramitación de la ley, cuestión que sólo se pueden entender como un lapsus y que deberá urgentemente corregida.
Todo lo anterior nos muestra el escaso acuerdo transversal en la comisión. El resultado de las votaciones refleja que hay ausencia de negociación permanente y ello urge ser corregido para la discusión particular y de cara a los 2/3 del pleno. Caben dudas cual es el alcance de lo corregible y cómo entenderá la comisión la posibilidad de incorporar indicaciones que mejoren sustancialmente lo aprobado para presentar a la ciudadanía un modelo que permita corregir los defectos del actual presidencialismo que viene en crisis hace años y al parecer no se ha querido corregir.
*Tomás Jordán es abogado y académico de la Universidad Alberto Hurtado.