Columna de Tammy Pustilnick: La historia no se escribe sola

Ceremonia de clausura del proceso constituyente en el Ex Congreso


Un año de trabajo ha culminado y hoy estamos dando cierre a uno de los hitos más relevantes de la historia republicana chilena: dar vida al proyecto de Constitución por parte de la Convención Constitucional, un órgano paritario y elegido democráticamente, cuyo propósito fue canalizar una crisis política buscando responder a los problemas de las personas a través de la redacción de una nueva carta fundamental.

Ha sido una labor compleja, pero a la vez reconfortante. Hemos construido una buena propuesta (perfectible, por supuesto) a pesar de los tiempos acotados y las diversas situaciones adversas. En tal sentido, estoy convencida de que debemos darle una oportunidad a este texto constitucional, ya que busca sentar bases para robustecer nuestra democracia y resolver problemas actuales estructurales de nuestro país.

En primer lugar se aborda el problema de la concentración del poder. Imposible no traer a colación el artículo 32 de la Constitución de 1980, el cual a través de un extenso listado de atribuciones al Presidente de la República, configura nuestro sistema hiperpresidencialista. En cambio, el proyecto de Constitución establece un sistema presidencial atenuado, donde el Congreso cuenta con herramientas que permiten una deliberación política más amplia, generando un equilibrio entre el Legislativo y el Ejecutivo. Asimismo, el proyecto de Constitución establece una serie de mecanismos de democracia semidirecta que permitirán incorporar a la ciudadanía al proceso de toma de decisiones, algo que hoy día se encuentra extremadamente restringido, configurándose de manera excepcional en la actual Constitución.

En segundo lugar, resulta relevante el cambio de paradigma que se pretende en relación a la forma jurídica de Estado: el proyecto de Constitución se hace cargo de los problemas de centralización, avanzando hacia una descentralización política y fiscal efectiva, tanto a nivel local como regional. En este sentido se responde a unas de las principales demandas de las regiones.

En tercer lugar, afronta el problema del reconocimiento insuficiente de los derechos económicos, sociales y culturales, donde se configura un Estado social y deja de lado el actual Estado subsidiario, lo que permitirá afrontar de mejor manera los problemas de desigualdad, disminuyendo las brechas en el acceso a la salud, a la educación y a la seguridad social, por nombrar algunos temas.

Estos son sólo algunos de los cambios más relevantes que se establecen a nivel constitucional, ya que a través de 388 artículos se da vida a un texto que busca encontrarnos nuevamente, generando una nueva comprensión de la relación del Estado con las personas, a fin de construir un país más justo y equitativo.

Para quienes señalan que esta propuesta divide al país, les invito sinceramente a mirarla de otra manera: este texto nos permite reconocernos y encontrarnos entre nuestras diferencias, y en base a dicha diversidad, se construye un marco jurídico de derechos y garantías que permiten fortalecer la anhelada igualdad ante la ley.

Tammy Pustilnick

Exconvencional constituyente

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