Los gritos de Rosa: la trágica historia de abandono que remeció Viña del Mar
Rosa Núñez (98) estuvo cinco días junto al cadáver de su hijo Jaime Escobar (71). La mujer estaba postrada en cama y no pudo hacer nada más que gritar para alertar de su situación. La historia conmocionó a la población Santa Inés, de Viña del Mar. Un incomprensible abandono familiar parece ser el detonante de esta tragedia.
El relato ha sido contado varias veces entre los habitantes de la población Santa Inés, de Viña del Mar, durante toda la semana. Fue un triste suceso. La mayoría sabe lo que ocurrió y quién murió, pero nadie se explica cómo es que no se dieron cuenta de lo que sucedía.
Como es que nadie detectó antes la tragedia.
Jaime Escobar Núñez (71) llevaba cinco días muerto cuando lo encontraron, en su casa, el viernes 3. A su lado estaba su madre, Rosa Núñez (98), en estado de shock, postrada en cama y con una evidente desnutrición y deshidratación.
La anciana paso todo ese tiempo al lado del cuerpo de su hijo. No pudo hacer nada más que gritar.
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- ¡Donde está Jaime! ¡Jaimeeeeee!
Los gritos de Rosa Núñez desde su casa eran comunes. Sus vecinos estaban acostumbrados a escucharla cuando se quedaba sola. La anciana se desesperaba si su hijo salía. No importaba que fuera a comprar pan al almacén de la esquina o a trabajar a algún lugar cercano. Rosa entraba en pánico y lo llamaba a gritos.
Por eso es que a nadie le extrañaron sus gritos durante varios días. Pensaban que Jaime estaba trabajando en algún lugar y que llegaba tarde a la casa.
Según su certificado de defunción, Escobar tenía una fuerte neumonía y estaba desnutrido. Murió por una insuficiencia respiratoria. Aún no está claro cuándo empezó su enfermedad. Las pésimas condiciones en las que vivía pudieron haber agravado su condición.
Una de las últimas personas que hablaron con él fue Rosa, una amiga suya, de otra población.
- Me siento mal, me estoy muriendo -le dijo por teléfono.
La mujer le dijo que fuera a un consultorio. No pudo ir a verlo. Días después se encontró con una vecina que vivía al lado de Escobar. Le contó sobre la extraña conversación y le preguntó si había sabido algo de él.
- No lo hemos visto hace días -le respondió la vecina, quien pidió mantener en reserva su identidad.
El rumor empezó a correr. Nadie lo había visto en días. La mujer habló con varias personas. Llamaron al Plan Cuadrante de Carabineros, que llegó a la casa de la población Santa Inés el viernes 5, a las 20 horas.
Los uniformados golpearon la puerta, pero nadie salió a abrir. No podían entrar a la fuerza a la casa sin una orden de allanamiento. Alrededor, los vecinos miraban intrigados. Solo se escuchaba la voz de la anciana gritando.
- ¡Se fue! ¡Jaime se fue!
Un vecino saltó el cerco y alumbrando con una linterna se asomó a la ventana. Sentado en un sillón estaba el cuerpo de Jaime Escobar. Estaba sin ropa, cubierto por una frazada. Había muerto mirando a su madre.
Rosa Núñez estuvo junto al cuerpo de su hijo por cinco días. Cuando llegó la ambulancia para llevarla al hospital se negó a ir al centro asistencial, pese a que no había comido durante todo ese tiempo. Los enfermeros insistieron, pero no hubo caso. La anciana no quería separarse de su hijo. Lo pedía a gritos.
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Rosa Núñez tuvo seis hijos de su matrimonio con José Domingo Escobar. Vivían en el cerro Los Placeres, en Valparaíso. La mujer trabajó toda su vida vendiendo diarios en el Puerto y luego como dueña de casa. Se cambiaron hace 20 años a vivir a la población Santa Inés, en una pequeña casa de un piso.
Con el tiempo, la familia se fue desintegrando. Según cercanos, dos de sus hijas murieron y José, el padre, murió en 2014.
Tras enviudar, la salud de Núñez se fue deteriorando hasta quedar postrada en cama. Era totalmente dependiente. El único disponible para hacerse cargo de ella era su hijo Jaime. Estaba soltero y no tenía hijos, por lo que podía preocuparse de su madre.
- Su vida era su mamá. Jaime era capaz de dejar una pega botada por ir a verla -dice una vecina.
Quienes lo conocieron destacan la inteligencia de Escobar, que era aficionado al ajedrez y que trabajaba como maestro de carpintería y gásfiter. Nunca tuvo una profesión estable, sino que hacía pequeños pitutos a sus vecinos y con eso vivía. Arreglaba techos e instalaba muebles. Era comprador habitual de chocolates y empanadas. Le decían "El Peluca".
- Era una persona totalmente confiable, le podías dejar la llave y no pasaba nada.
Aunque se mostraba como una persona cordial y alegre con sus amigos, nadie sabía muy bien cómo era su vida personal y la relación que tenía con el resto de su familia. Por el barrio nunca se vio al resto de los hermanos visitando a su madre o haciéndose cargo de ella.
Intentando encontrar alguna explicación, algunos vecinos imaginan que Rosa Núñez debió haber sido muy dura en el trato con sus hijos para terminar en ese estado de abandono.
El único que estaba siempre disponible para cuidarla era Jaime, aunque las condiciones en las que vivían no eran las mejores, ni siquiera buenas.
Desde afuera, y hasta hoy, eso se nota. La casa parece detenida en el tiempo: sin timbre, de un piso y con la pintura desgastada. El patio lleno de escombros y madera. A simple vista, parece que nunca la han arreglado.
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Fachada de la casa, Santa Inés.
Foto: Dedvi Missene.[/caption]
En el antejardín hay un perro negro que se pasea de lado a lado buscando comida. Hace días que no lo alimentan. En el patio de atrás hay otros dos perros en la misma situación. Los vecinos de Santa Inés han intentado darles comida para que no mueran. Incluso, están pensando en demandar por tenencia irresponsable de mascotas.
Algunas personas del sector recuerdan que tuvieron que reclamar varias veces por el olor a excremento que salía de la casa de Jaime, que no limpiaba y no los sacaba a pasear.
El interior de la vivienda estaba lleno de moscas y el baño no estaba habilitado para una mujer de la edad de Rosa. Había baldes con orina. Tomaban agua de un estanque, porque no tenían cañerías.
Muchas veces le recomendaron a Escobar llevar a su madre a un hogar de ancianos para que recibiera tratamiento especializado, pero siempre se negó. Algunos le ofrecían ayuda con la mujer y no aceptaba.
La población Santa Inés es un sector que tiene más de 100 años en Viña de Mar. La mayoría son familias que llegaron hace tiempo al lugar. Es común ver a gente de edad. Muchos viviendo con salud deteriorada y al cuidado de otras personas. Sin ir más lejos, cuenta un vecino, esta semana murieron dos personas más en el barrio. Las dos eran de una edad avanzada.
El "Peluca", simplemente, parecía no estar preparado para dar los cuidados que su madre requería. No parecía muy interesado en vivir mejor. Sus hermanos tampoco se aparecían.
- Dependían el uno del otro, yo creo que eso es lo que les pasó - cuenta una mujer que conocía a la pareja.
Era tanta la atención que Rosa Núñez requería, que su hijo había tomado la decisión de dormir en un sillón frente a la cama de su madre, para que estuviera siempre acompañada. Fue en ese sillón en que lo encontraron muerto.
***
La tumba de Jaime Escobar está en una de las zonas más altas del Cementerio Santa Inés. Es un lugar privilegiado entre los cerros. Desde ahí se ve todo Viña del Mar, sus edificios y sus playas. A lo lejos, incluso, se puede ver parte de Valparaíso.
Al funeral, realizado el martes 8, llegaron 32 personas. La mayoría eran vecinos que lo habían conocido en el sector. La misa fue breve. Fue oficiada por un diácono. No hubo llantos.
De su familia solo fue José, uno de sus hermanos. Llegó junto a su esposa y a uno de sus hijos. Hasta ahora ha sido el único que se ha hecho cargo de la tragedia del clan.
- José se siente culpable. No puede dormir ni comer- cuenta Laura, su esposa.
La mujer reconoce que la familia está fracturada, que los hermanos no se llevaban muy bien y que eso fue el detonante del abandono en el que vivía Rosa Núñez y la muerte de su cuñado.
La última vez que lo vio lo notó muy flaco, como si estuviera enfermo.
- Era una buena persona, siempre cuidó a su mamá, siempre estaba en la feria comprándole fruta y verdura. Estuvo dedicado a ella. Nunca se emparejó, porque estaba al lado de ella.
Ahora queda ver qué va a suceder con Rosa Núñez. Pese a su avanzada edad, la mujer está consciente de lo que vivió y de la muerte de su hijo. El día del funeral le dio un preinfarto en el Hospital Adriana Cousiño, de Quintero. Hasta el cierre de esta edición, estaba en observación por el peso que había perdido tras cinco días sin comer. Lo más probable es que termine en un hogar de ancianos.
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