Gladys Marín no sería parte de este gobierno. Nos conocimos participando en el Juntos Podemos. Ella siempre fue una mujer muy consecuente con sus ideas y estoy seguro de que sería crítica de lo que hicieron Guillermo Teillier y Lautaro Carmona, de vender al Partido Comunista. Creo que habría estado liderando un nuevo referente de trabajadores y arrinconando a la Nueva Mayoría.

No estoy solo. Tengo el apoyo de mis dos hijas, de mi pareja y mi ex esposa, amigos, amigas, ex colegas, con mi candidatura me he reencontrado con compañeros de lucha. Yo soy el candidato y no me gusta eso de involucrar a la familia. No soy como los otros candidatos, que se ponen para la foto y hacen un show de todo esto.

Vi una vez a Kim Jong Un de lejos. Él no es un hombre bélico, es muy humilde, carismático y, sobre todo, muy querido. Por un tema protocolar no me acerqué. Estuve con el jefe de Estado. Le llamaron la atención las contradicciones sociales de Chile. Las mujeres coreanas lloraban cuando sabían de los femicidios en Occidente, ellas no entienden cómo pueden existir crímenes de ese tipo.

Le hice clases a Luis Jara. Fue en una escuela muy pequeñita, en la calle Chiloé, en Santiago Centro. Ahí tenían un método muy arcaico, castigaban a los niños cuando se caían jugando. Lucho era muy tranquilo, porque ese colegio era muy estricto. Menos mal estuve poco tiempo, porque no soporté sus métodos. Fui profesor toda mi vida, nunca me cansé de enseñar. Mis momentos de mayor felicidad fue con mis estudiantes de Cerro Navia. A veces tuve que ser duro, pero nunca humillé a un alumno.

No tuve mucho tiempo para el amor. Siempre he estado en la lucha política y social, desde chiquitito. Eso tiene su lado bueno y malo. No me considero picaflor, ni tampoco haber tenido mucho éxito con las mujeres. Aunque no me quejo. Cuando era joven y era obrero, ser alto, de ojos claros y medio rubio daba pie para tallas. Me decían: ‘Mira, ahí viene el gringo pobre’. Nos reíamos de eso.

Lo más frívolo que uso es un celular Samsung. Ni siquiera me lo compré yo. Mi pareja me lo regaló por la campaña, pero apenas lo sé usar. Odio las marcas. Si puedo encontrar ropa sin marca para mí es maravilloso. Me compro todo en el Persa. Nunca voy al mall, pero no tengo tema con la gente que le gusta ir. Pero a mí me genera malestar estar ahí y ver el consumismo. Yo con poco soy feliz.

Una vez fui al Mc Donald’s. Fue en Toronto. Estaba en un seminario y andábamos con poca plata con unos compañeros, así que entramos, porque era lo más barato. Eran ricas las papas fritas, lo admito. Pero nunca más he ido.

Vi cuando la Dina detuvo a una compañera. Fue uno de los momentos más dolorosos de mi vida, porque no pude hacer nada. Nos íbamos a juntar y a pasos del encuentro unos agentes bajaron de un auto y se la llevaron. Seguí sin mirar atrás. Ellos estaban armados con metralleta, corrí y avisé de su detención. Hace pocos meses nos encontramos en el Museo de la Memoria. Nos abrazamos y recordarmos ese doloroso momento.

Si soy electo Presidente quiero hacer algo más profundo de lo que hizo la Unidad Popular. Desmantelaré el Estado. Algunos nos llaman ‘locos’, porque tenemos poca gente, pero vamos a ser más, cada vez más. La gente se siente interpretada con mi candidatura, porque la mayoría en este país somos trabajadores que queremos terminar con las AFP, mejorar la salud, tener acceso a casa. Refundar Chile.

No creo en nada. No creo en Dios. Dentro de la Unión Patriótica (UPA) hay hasta pastores evangélicos. Tengo un respeto profundo por los creyentes y siento que podemos convivir en un movimiento, porque con o sin Dios a todos los trabajadores nos jode por igual el sistema capitalista neoliberal. No importa en lo que creas. Así que para mí la religión no va a ser un elemento de división.