Rayado de cancha

Una historia de malas decisiones, costos excesivos y sueldos elevados mantienen la viabilidad de Santiago Wanderers en suspenso. En diciembre, Nicolás Ibáñez optó por no financiar más al club. Lo que había empezado como un sueño para potenciar las divisiones inferiores se transformaba en una fuga de recursos orientados a los profesionales, que el controlador no aguantaría. El empresario alista duras medidas para el equipo caturro.




"Será un sueño poder jugar una Copa Sudamericana y pelear por cosas importantes". Carlos Muñoz estaba así de esperanzado cuando habló con el CDF a mediados del año pasado. Desde Emiratos Árabes Unidos volvía a Santiago Wanderers con grandes ambiciones: la Copa Sudamericana. "Vuelve la fantasía", publicaba por esos mismos días el portal del club anunciando el retorno de David Pizarro. El equipo caturro pensaba en grande. Hoy, la realidad es otra: Muñoz pelea para que su sueldo no decaiga de los más de $ 35 millones mensuales ofrecidos a $6 millones brutos, y Pizarro ya mostró disposición a que su remuneración sea $ 26 millones inferior a los $ 32 millones acordados. Hoy, ningún jugador podrá ganar más de $ 6 millones.

La situación económica del club es crítica. La ANFP ya los amonestó por no pagar la planilla completa en enero: quedaron al debe en cerca de $200 millones. Ahora se prevé que exista una sanción económica por no cancelar la totalidad de los pagos de febrero. Si al 15 de abril la situación no está en regla, descenderán a la Primera B: el castigo más gravoso de la Asociación por el incumplimiento en los sueldos.

La abrupta determinación de Nicolás Ibáñez de no aportar más financiamiento mantiene a Santiago Wanderers en vilo. La decisión del controlador del club, a través de la Fundación Futuro Valparaíso (FFV) que preside, ha sido objeto de fuertes críticas por parte de directores y accionistas que ven en esta medida la quiebra del equipo.

El complejo escenario, no obstante, comenzó a fraguarse bastante antes: en 2014, el ex gerente general y gerente deportivo del club Ignacio Eguiguren daba un paso al lado, tras advertir el mal manejo económico que estaba impulsando el presidente Jorge Lafrentz. El segundo semestre de 2015 marcó la debacle final. Hoy, el fantasma de la liquidación del club es una realidad.

EL COMIENZO DEL FIN

"FFV no seguirá prestando ayuda financiera a Santiago Wanderers". El 25 de diciembre, el club recibió una carta que alarmó a directores, administrativos e hinchas. Ese día, Nicolás Ibáñez había decidido no aportar más recursos a la institución. La misiva era drástica: se le adeudaban más de $ 1.000 millones que cobraría el viernes 1 de julio con intereses sin poner ni un peso más: "Todos los déficits de Santiago Wanderers del primer semestre de 2016, los deberá resolver Santiago Wanderers".

El ex socio de D&S y de Walmart ingresó a la propiedad del club en 2008. En medio del desarrollo de las sociedades anónimas deportivas, el empresario decidió apostar por Valparaíso. Puso en la presidencia a un compañero de universidad: Jorge Lafrentz, y armó un directorio con varios cercanos, entre ellos, Alberto Eguiguren, Mario Valcarce y Carlos Bombal. Ibáñez estuvo en la mesa hasta 2011, tras lo cual renunció y puso en su lugar a Ricardo Mendoza, con quien trabajaban desde la época de D&S.

A comienzos de 2015, los sueldos de los jugadores sumaban $ 100 millones. Seis meses después las finanzas se habían salido de control y ese monto se había casi duplicado, totalizando $ 199 millones. En junio, Lafrentz había optado por traer a Pizarro y a  Muñoz, pagándoles a ambos cerca de $ 70 millones.

Si bien el empresario partió con un 32% de las acciones, tras sucesivos aumentos de capital que suscribió prácticamente sólo llegó a tener el 77,25%, a través de la Fundación Futuro Valparaíso. Su meta era: potenciar las divisiones inferiores de Santiago Wanderers. "El fútbol profesional no estaba dentro de sus ambiciones, su apuesta era apoyar al desarrollo de los jóvenes de Valparaíso", asegura un cercano a Ibáñez.

Entre 2008 y 2014 se realizaron varias capitalizaciones. La última, en 2014, por más de $ 3.000 millones. En total, el empresario aportó del orden de $ 7.000 millones por esta vía. Inicialmente, la apuesta dio sus frutos: los ingresos comenzaron a crecer de manera paulatina, y las pérdidas a disminuir, tras haber estado abajo en $ 3.000 millones. En 2013, de hecho, el club tuvo por primera y última vez utilidades. Ese año fue el comienzo y el fin de la buena racha: en los dos años siguientes las pérdidas superaron los $ 1.000 millones anuales. A mediados de 2014 se hicieron evidentes los problemas al interior del club. En agosto de ese año, Ignacio Eguiguren se retiró de la gerencia deportiva. Sus diferencias por el manejo económico que estaba haciendo Jorge Lafrentz eran evidentes. A comienzos de 2015, su hermano, Alberto Eguiguren, siguió los mismos pasos y optó por renunciar al directorio.

A esa fecha, la planilla de jugadores tenía un valor de $ 100 millones. Seis meses después las finanzas se habían salido de control y esa suma se había casi duplicado, totalizando $ 199 millones en sueldos. En junio, Lafrentz había optado por traer a David Pizarro y a Carlos Muñoz, cuyos sueldos sumaban cerca de $ 70 millones. El hijo de Lafrentz, José Lafrentz, se sumó como cuarto arquero ganando $ 2 millones. El desempeño de los tres fue duramente criticado (David Pizarro no jugó más de 304 minutos por lesiones).

Además se había contratado como gerente deportivo a Juan Gutiérrez por $ 10 millones mensuales, en instancias en que los recursos provenientes del CDF no superan los $ 80 millones, lo que sumado al pago de cuotas de los socios y a la venta de entradas se llega a una cifra que bordea los $ 150 millones, bastante inferior al total de lo que había que pagar sólo en sueldos.

"Siempre se vio a Nicolás Ibáñez como la caja que financiaría todo", dicen al interior de Santiago Wanderers. "Siempre terminaban llegando los recursos de parte de Ibáñez", refuerza Mario Oyer, director del club y presidente de la Corporación Santiago Wanderers, que entregó en concesión el equipo a la Sociedad Anónima por 30 años.

El empresario, sin embargo, no estuvo al tanto del destino de los recursos, hasta finales de 2015.

LA SEMANA CLAVE

El 6 de diciembre, Valparaíso se convirtió en un campo de batalla. Hinchas de Colo-Colo y Santiago Wanderers se enfrentaban en las canchas del estadio Elías Figueroa a minutos de iniciado el partido. La furia fue tal que el juez, Enrique Osses, debió suspender el encuentro. Días después, los wanderinos volvían a expresar su malestar. Ahora el cese del contrato del volante Jorge Ormeño derivaba en que los fanáticos se tomaran la sede del equipo en Avenida Independencia.

Nicolás Ibáñez montó en cólera. Se había confiado pensando en que la labor social del club en pos de las divisiones inferiores estaba fructificando. La Fundación había realizado una millonaria inversión en el Complejo Deportivo Mantagua para que los juveniles pudieran entrenar con los mejores estándares. Sólo en camarines, habitaciones e instalaciones se habían gastado más de $ 300 millones.

El empresario conversó con directores y miembros de la Fundación y se percató de que no sólo no se estaban destinando todos los recursos a los jóvenes, sino que se habían sacado de FFV del orden de $ 1.066 millones durante el segundo semestre para costear sueldos de los jugadores profesionales. En los últimos años, se habían pagado $ 4.370 millones en deudas, de los cuales $ 3.150 millones correspondían sólo a previsión.

"Nicolás había puesto en el directorio a hombres de su extrema confianza, por ende, nunca consideró que debía involucrarse tanto si sus manos derechas estaban ahí. Cometió un error", precisa un cercano al empresario. Varios de los miembros de la mesa del club eran también parte de la Fundación. Por ejemplo, Ricardo Mendoza era director del club y también había sido gerente general de FFV y el presidente Jorge Lafrentz es el secretario de la Fundación. De hecho, los consultados sindican a este último como el gran responsable de la debacle financiera del club y la pérdida de recursos. Lafrentz no estuvo disponible para entregar su versión a Qué Pasa.

Tras estos acontecimientos, el equipo se vio nuevamente con problemas para pagar los sueldos. Los $ 1.066 millones se habían esfumado. Así, los últimos días de diciembre, y con Ibáñez ya enterado de la situación, Lafrentz concurrió a las oficinas del empresario para pedirle $ 250 millones adicionales. El 'no' fue rotundo: no habría más plata. Ahí, Ibáñez mandó la carta anunciando el término de la ayuda.

"La carta fue la gota que rebalsó el vaso. Fue la muestra de que se le estaba quitando el piso a Jorge Lafrentz", plantea Mario Oyer.

El empresario, tras estar algunos días en el cerro El Plomo, volvió a su oficina el 4 de enero y las malas noticias no tardaron en llegar. Pese a la negativa de Ibáñez, los dineros se habían sacado igual. Ricardo Mendoza los había solicitado al director ejecutivo de la Fundación, Gonzalo Serrano, quien dada la confianza que siempre había depositado Ibáñez en Mendoza optó por entregarlos.

Ante lo sucedido, el empresario contactó al abogado Alberto Eguiguren, ex director del club y asesor de Ibáñez, para que lo ayudara a resolver la problemática del equipo. La primera medida fue llamar al abogado y experto en convenios judiciales Nelson Contador para que se encargara de reordenar las finanzas e iniciar el proceso de liquidación, de ser necesario.

Se despidió a gran parte del directorio, entre ellos a Ricardo Mendoza. Se le quitaron todos los poderes a Jorge Lafrentz, y se nombró al ex interventor de la Universidad del Mar, Miguel Bejide, como vicepresidente con todas las potestades.

Se desvinculó al gerente deportivo, Juan Gutiérrez, y al gerente general, Roberto López. En este último puesto asumió de manera interina el gerente de finanzas de FFV, Jorge García.

Entre Ibáñez, Eguiguren y Contador armaron un comité que se reúne todos los días lunes. En él también participa el socio de este último, Luis Felipe Castañeda, Bejide y Lafrentz, que si bien permanece en el puesto, tiene sus días contados.

EL NUEVO WANDERERS

"Seremos leales con Valparaíso". Esa frase fue una de las tantas que se plasmó en un inserto que publicó la Fundación Futuro Valparaíso el siete de enero en la prensa porteña. Si bien desde la Corporación Santiago Wanderers el actuar de Ibáñez ha sido "déspota", ya que pese a la insistencia no han podido reunirse con él, desde FFV precisan que no está en los planes dejar de aportar al desarrollo de los juveniles de Santiago Wanderers. Hoy, de hecho, trabajan con 450 niños en las divisiones inferiores, y tienen escuelas de fútbol masivas en varias zonas de Valparaíso, además del programa Futvalores que realizan con la iglesia La Matriz, que congrega a 80 niños del puerto. El corte de recursos será, así, sólo en los profesionales.

El plan —preparado por el comité liderado por Ibáñez— consiste en reducir todos los sueldos de los jugadores a $ 6 millones y pagar el excedente en 12 cuotas a partir del segundo semestre. En esa posición estaban siete futbolistas, entre ellos Carlos Muñoz y David Pizarro. Ya se llegó a acuerdo con tres: el capitán Mauricio Viana, Ezequiel Luna y Mauricio Prieto. Muñoz ha mostrado su disposición a bajarse a $ 12,5 millones, lo que ha sido rechazado por Contador. Pizarro está ad portas de firmar la reducción, mientras que Paulo Rosales ($ 15 millones) y Álvaro Ramos ($ 9 millones) se muestran reticentes a disminuir sus rentas. Todo el resto de los sueldos bajo el monto antes indicado se han estado pagando con normalidad.

En enero, Ibáñez contactó al abogado Alberto Eguiguren, ex director del club, para que lo ayudara a resolver la crisis. La primera medida fue llamar al abogado y experto en convenios judiciales Nelson Contador. Entre los tres armaron un comité que está diseñando un nuevo plan para Santiago Wanderers.

La estrategia apunta a que una vez disminuidos los salarios, el equipo se componga de 23 jugadores, de los cuales 12 serán juveniles que ganarán $ 500 mil. Al año siguiente serán ocho, y el resto empezará a tener un sueldo mayor hasta alcanzar los $ 6 millones como tope. La planilla se financiará con los recursos provenientes del CDF, más los socios y la compra de entradas.

La Fundación seguirá apostando por las divisiones inferiores y costeando la administración. El aporte estimado es de $ 600 millones, el cual se compondrá en su mayoría por el pago de auspicios. Sin embargo, FFV está dispuesto a poner más si se requiere.

Con ello, se tendría un club sustentable. La idea es que este esquema esté estructurado el primer semestre. Las utilidades, no obstante, podrían venir recién en un par de años.

Hoy, viernes 4, a las 16.00 horas, el directorio del club, los socios y Contador se verán las caras en la primera junta de accionistas citada tras la crisis. La ley de Insolvencia y Reemprendimiento obliga a la mesa a convocar a esta instancia para ver si existe la opción de efectuar otro aumento de capital que impida la quiebra. La decisión ya está tomada: Nicolás Ibáñez no aportará más recursos y es altamente probable que los otros accionistas sigan sus pasos. Si es que se ha logrado reducir la planilla como está presupuestado, el club seguirá adelante, sino el proceso de liquidación de Santiago Wanderers se pondrá en marcha, y la Fundación se pondrá en la fila para intentar recibir lo que se le adeuda.

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