Una profesión peligrosa
El director Stevan Riley logra estar a la altura del botín que le entregaron: más de 300 horas de grabaciones personales e inéditas de Marlon Brando, a lo largo de años, divagando, recordando, dejando un registro, tratando de entenderse.
"Creo que pude dar más", dice en un momento Marlon Brando en Listen to Me Marlon, un documental que perfectamente puede ser tomado como una confesión o sus memorias.
¿Dónde pudo dar más?
Brando se refiere a la famosa escena del taxi en Nido de ratas de Elia Kazan (considerada una de las escenas cumbres de la actuación). "No tuvo nada que ver conmigo. El público hizo el trabajo, ellos son los que están actuando. Todos sienten que son un fracaso, por lo que la escena funcionó sola". El que siente que fracasó en parte fue Brando y sabe que tiene escenas mejores (la muerte de Corleone frente a su nieto en El padrino) y que pudo dar más. Y es esa desazón lo que uno siente al ver este perturbador documental acerca de un chico díscolo que se transforma en un Dios sobre el escenario y la pantalla, pero que no es capaz de manejar su vida o su carrera, y menos las de sus más cercanos.
Listen to Me Marlon lleva el found-footage (armar un documental sin rodar casi nada, sólo montando de manera iluminada el material de archivo) al límite y entrega más de lo esperado. El director Stevan Riley logra estar a la altura del botín que le entregaron: más de 300 horas de grabaciones personales e inéditas de Brando, a lo largo de años, divagando, recordando, dejando un registro, tratando de entenderse. Ahora el registro adquiere cuerpo y alma. Las imágenes ya valían mucho; pero con la voz preclara y automutilante de Brando como narrador el material despega y, junto a Montage of Heck, acerca de Cobain, y Amy –el triste y perturbador registro de la caída de Amy Winehouse–, Listen to Me Marlon demuestra que este año fue grandioso para el documental acerca de los artistas que lo documentaron todo.
El filme provoca e intriga por diversos flancos. Aun hoy sorprende que haya existido un cuerpo tan bello y un alma tan tormentosa y una capacidad interpretativa tal ligados a la misma persona. Por lo general, eso no ocurre o no debe ocurrir. Ocurrió. Y eso es quizás una de las fatalidades de su vida: haber sido un error y aun así ser tan admirado y deseado. Contrario a su fama de actor incontrolable, Brando ahora es manso y coopera porque quizás siempre quiso entender y ordenar su vida. Lo fascinante de esta película es que no es tanto acerca de Brando sino de cómo Brando se entendía y se veía a sí mismo.
"La miseria ha llegado a mi casa", le dijo a la prensa cuando se supo que su hijo asesinó al novio de su hermana, la que luego se suicidaría. "Toda mi vida he luchado para preservar cierta sanidad y un sentido de realidad, pero al final el éxito ha logrado lo suyo y me ha quitado todo".
Si los actores tienen fama de ser egocéntricos y teatrales, acá Brando deja eso claro, pero también se desnuda como sólo lo hizo cuando tenía un gran texto o un gran director y se muestra vulnerable, desconfiado e inseguro, y un poco sobrepasado con haberse transformado en tantas cosas: símbolo sexual, el mejor actor de su generación, ídolo, activista, freak. "Un actor miente para vivir y perfectamente pude ser un gran desfalcador. No hay artistas en Hollywood, no hay arte. Sólo hay dinero, dinero, dinero".
Brando sabe que esto es cierto y no tan cierto.
Pudo dar más. En efecto, pudo dar más. Y eso hizo de su vida una tragedia.
"Listen to Me Marlon", de Stevan Riley.
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