Ya ha sido confirmado muchas veces por la ciencia: el ejercicio es una de las mejores cosas que podemos hacer por nuestra salud mental y física. No obstante, es muy común que quienes estén preocupados de su figura y condición física, también estén muy pendientes de los números que marca la báscula al pesarse.
Si bien el peso en kilogramos es un indicador, no es la forma más precisa para conocer si el cuerpo está en una condición física adecuada, pues estas máquinas no nos podrán decir cuánto de ese peso es músculo y cuánto grasa.
De hecho, quienes entrenan fuerza, podrían subir peso, pero muscular, por lo que la báscula no sería la herramienta ideal para determinar en qué estado se encuentra su cuerpo.
No obstante, existen algunos parámetros más precisos para desprenderse de la ansiedad por pesar X cantidad de kilogramos y evaluar la salud y condición física real.
1. Las métricas del corazón
Según Lee Stoner, profesor de Fisiología del Ejercicio en la Universidad de Carolina del Norte, tener una buena condición física podría definirse como “lo bien que el corazón, pulmones y sistema cardiovascular suministran y utilizan el oxígeno”.
La mejor forma de evaluarlo es con la frecuencia cardíaca: la mayoría de los relojes inteligentes pueden hacer esta medición de forma confiable, pero también se puede hacer manualmente, presionando los dedos sobre la muñeca o el cuello y contando cuántos latidos detectas en 15 segundos y multiplicándolos por cuatro.
Cuanto mejor sea tu estado cardiovascular, menor será tu frecuencia cardiaca en reposo, ya que el corazón puede bombear más sangre con cada latido. Es decir, un menor número de latidos significa que el corazón trabaja mejor y con menos esfuerzo.
La frecuencia cardiaca normal, en reposo, para adultos sanos oscila entre los 60 y 80 latidos por minuto.
2. Las métricas de rendimiento
La condición física también puede definirse por “las métricas de rendimiento y la maximización de la fuerza, potencia y resistencia”, aseguró Cristopher Lundstrom, académico de ciencias del deporte y ejercicio, en la Universidad de Minnesota.
Es decir, si estableces metas de entrenamiento, una estrategia tangible es darle seguimiento al progreso de la fuerza y resistencia. Así, puedes ir anotando cómo comienzas, para compararlo con los resultados futuros.
Por ejemplo, puedes anotar cuánto duras en una plancha y, después de un tiempo, volver a medirlo. Si aumentas tu fuerza abdominal, probablemente sea mucho mayor la última vez que lo hagas.
O, también, puedes medir el aumento de fuerza con la cantidad de peso que eres capaz de utilizar. Si aumentas gradualmente el peso (sin olvidar de hacer movimientos de forma segura y correcta), es un indicador de que tu músculo se está fortaleciendo.
3. La dificultad que sientes al entrenar
¿Te quedas sin aliento después de ejercitarte o te resulta sencillo? Esto, según los expertos, se llama Índice de Esfuerzo Percibido (o RPE por sus siglas en inglés). Esta escala se mide del 1 al 10, donde 1 es casi ningún esfuerzo y 10 es el esfuerzo máximo.
Se puede decir que el estado físico está mejorando si un ejercicio que antes clasificabas como un 8 cae a un 5.