3 motivos de por qué nos dan ganas de comer alimentos “reconfortantes” en invierno, según especialistas
Aunque su consumo puede generar satisfacción, advierten que hay ciertos aspectos que se deben tener en cuenta. Especialmente, si son altamente calóricos.
Para muchas personas, la llegada del invierno suele traer consigo ganas más intensas de comer ciertos alimentos que son percibidos como “reconfortantes”.
Y usualmente, varios de estos también tienden a destacar por su alto porcentaje de calorías.
Entre las múltiples opciones figuran algunas como las pastas, los pasteles, chocolates, queques y algunos postres, además de otras como las sopas y los guisos.
Para profundizar en por qué se da esa relación entre el invierno y las ganas de consumir estos alimentos, las investigadoras de la Universidad de Southern Cross en Australia, Megan Lee y Jacqui Yoxall, escribieron un artículo en el medio académico The Conversation.
Según su trabajo conjunto, existen al menos tres motivos científicos que explican este fenómeno.
1. El intestino y su vínculo con el cerebro
Las expertas de Southern Cross detallaron que los estudios de la psiquiatría nutricional han concluido que nuestros estómagos pueden producir dopamina y serotonina, también llamadas “las sustancias químicas de la felicidad”.
Dicho apodo se debe a que “estos neuroquímicos desencadenan sentimientos de felicidad y bienestar”.
Estas sustancias también se producen cuando se hace ejercicio o cuando el cuerpo se expone a la luz solar, la cual tiende a ser menor durante el invierno.
En palabras de las investigadoras, “esto provoca un cambio en el delicado equilibrio entre las bacterias buenas y malas que viven en nuestro estómago y, en consecuencia, en la relación entre el intestino y el cerebro”.
“Por eso, en invierno, cuando comemos nuestras comidas reconfortantes favoritas, recibimos una oleada de sustancias químicas de la felicidad que se envían desde el intestino al cerebro y nos hacen sentir felices y contentos”, enfatizaron.
2. La posible influencia de la evolución
Lee y Yoxall sugirieron la posibilidad de que la evolución influya en este ámbito.
Sus argumentos se centran en que, en el pasado, los seres humanos tendían a aumentar su peso corporal en el invierno.
Aquello les permitía tener más probabilidades de sobrevivir ante las condiciones ambientales de esta estación.
“El ansia por los alimentos ricos en carbohidratos y azúcar era, por tanto, un mecanismo de protección”, aseguraron las expertas.
Y, según su análisis, aunque hoy existen más avances tecnológicos, “es posible que los antojos de alimentos en invierno sigan programados en nuestra biología”.
3. El factor psicológico
El tercer motivo que mencionaron las investigadoras de Southern Cross está directamente relacionado con la psicología.
Las académicas sugirieron que las comidas que usualmente son consideradas “reconfortantes” en invierno tienden a serlo porque son alimentos que se consumían en dicha estación durante la niñez.
Ese puede ser un factor que contribuya a que, ya de adultos, se quieran ingerir los mismos en este periodo del año.
De hecho, citaron una revisión de estudios publicada en el International Journal of Gastronomy and Food Science, la cual plantea que los alimentos “reconfortantes” pueden ayudar a aliviar el sentimiento de soledad y a fomentar los “pensamientos positivos de interacciones sociales previas”.
A esto se le suma, según las investigadoras, que “es posible que el estado de ánimo también decaiga en invierno, lo que se ha relacionado con la alimentación emocional”.
Este último concepto hace referencia, a grandes rasgos, al vínculo entre las emociones que se experimentan y ciertas conductas alimentarias, explica un artículo publicado en la revista Appetite.
Junto con ello, Lee y Yoxall precisaron que a raíz de que el invierno suele significar menos luz y temperaturas menores, se tiende a pasar más tiempo en el hogar y a consumir más comidas ricas en carbohidratos y azúcar.
“Este tipo de alimentos liberan glucosa directamente al cerebro, lo que nos da una sensación instantánea de felicidad cuando tenemos frío, estamos tristes, cansados o aburridos”, afirmaron.
Sin embargo, hicieron hincapié en que hay otro factor relevante a considerar: “La comida reconfortante (también) puede ser sana”.
De hecho, recalcaron que no todas son iguales ni necesariamente tienen efectos negativos para el organismo.
Por ejemplo, aconsejaron: “Si te apetece algo rico en hidratos de carbono, cambia las variedades blancas por las integrales, que calmarán tus antojos. Y si te apetece un chocolate caliente, cambia el cacao en polvo por cacao, que tiene una mayor concentración de vitaminas y minerales”.
Cabe recordar que si tienes dudas sobre tu alimentación, siempre es recomendable acudir a un profesional de la salud para evaluar tu caso y las mejores formas de abordarlo.
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