La felicidad ha estado en la búsqueda de los seres humanos desde tiempos remotos. Es posible que la gran mayoría de las personas nos hayamos preguntado qué significa exactamente la felicidad, cómo se puede alcanzar lo que se ve tan lejano y si realmente nos sentimos bajo ese estado durante nuestra vida. Querer responder esas interrogantes no es algo al azar, pues casi no hay duda que las personas felices viven más años y tienen mejor salud.

Una de las grandes controversias en esto es si realmente el dinero puede comprar la felicidad, teniendo en cuenta que mientras más medios se tengan, es posible mejorar la calidad de vida.

Quien cree que los ingresos económicos altos no necesariamente llevarán a estar más satisfecho con la vida es Arthur C. Brooks, científico social y profesor en la prestigiosa Escuela de Negocios de Harvard, donde imparte un curso de felicidad y liderazgo.

“La lección sigue siendo la misma que hace una década: en niveles bajos, el dinero mejora el bienestar. Sin embargo, una vez que te ganas la vida sólidamente, es poco probable que un multimillonario sea más feliz que tú”, describió Brooks en una columna del sitio The Atlantic.

Según el experto, lo anterior es complicado de entender para las personas, pero llegar a esa comprensión impulsa a tener vidas más felices y plenas.

Si bien Brooks deja claro que las personas no tendrán más felicidad que otros por más que se vuelvan más ricas con el tiempo, también sugiere que hay ciertas estrategias para usar el dinero y que este tenga un impacto directo en ese estado de satisfacción. Y aquello, dice el profesor de Harvard, está al alcance de cualquier persona.

El ser humano ha intentado comprender cómo alcanzar la felicidad desde tiempos remotos.

“No importa dónde nos encontremos en la escala de ingresos, con un poco de conocimiento y práctica cualquiera de nosotros puede usar el dinero para generar más felicidad”, plantea en su columna. Luego, Brooks enumeró tres estrategias que pueden ser de ayuda en este camino.

Cómo “comprar” la felicidad

  • Invertir dinero en tener nuevas experiencias. Algo que podemos identificar fácilmente es que cuando tenemos un sustento económico extra, pensamos en gastarlo en ir a un concierto de nuestro artista favorito, usarlo en unas vacaciones a un lugar muy deseado o una salida a comer, y aún más, si esto lo hacemos acompañado de un ser querido. Si bien esas experiencias son momentáneas, entregarán nuevas perspectivas sobre algo que quizás no habíamos visto antes y serán recordadas como un momento único a lo largo de la vida.
  • Ganar tiempo. Brooks menciona en su columna que “si le pagas a alguien para que haga algo que requiere mucho tiempo y que no te gusta hacer (como cortar el jardín) y no pierdes el tiempo ganado en cosas desagradables como navegar por las redes sociales, puedes obtener un impulso de felicidad al pasar esas horas extra con otros”. Al hacer eso, según el científico social, también estarás dando el sustento económico para que alguien más trabaje y pueda aumentar su bienestar.
  • Donar dinero a otros. Para el profesor de Harvard, al usar de vez en cuando el dinero para apoyar a quienes más podrían necesitarlo, pro ejemplo, a través de organizaciones de beneficencia, el cerebro podrá tener “aumentos de dopamina, serotonina y oxitocina, lo que mejorará su estado de ánimo”.

Todas esas estrategias, menciona Brooks, reúnen un factor en común: el enfoque está en otras personas.

“Cualquiera que adquiera dinero puede usarlo para comprar algo de felicidad y, en el proceso, mejorar un poco”, asegura. Luego concluye: “Y si tenemos la suerte de tener ingresos extra, podemos convertirlos en una fuente de felicidad, transformándolos en un medio para compartir y amar mejor a los demás”.